?Prisioneros del destino?
El "dilema del prisionero" es un juego que ilustra las paradojas que se producen en muchas de las complejas negociaciones que se dan en la vida real. El juego se describe as¨ª: dos delincuentes y compinches en la comisi¨®n de un delito son detenidos por la polic¨ªa. Durante el interrogatorio, ambos se enfrentan a la disyuntiva entre cooperar con su c¨®mplice y no confesar el delito o no cooperar, delat¨¢ndole y declar¨¢ndose inocente. El resultado que arbitra la racionalidad (el equilibrio de Nash) les lleva a no cooperar, con lo que ambos dan con los huesos en la c¨¢rcel (se delatan mutuamente), cuando si hubieran cooperado la situaci¨®n hubiera sido mejor para los dos (¨®ptima de Pareto): se podr¨ªan haber librado de buena parte de la pena no confesando el delito, ni delatando a su c¨®mplice.
En EE UU todav¨ªa no se ha alcanzado la madurez suficiente para pactar compromisos claros
Les cuento esto porque tengo la impresi¨®n de que las negociaciones internacionales para lograr un acuerdo post-Kioto para evitar el calentamiento del planeta recuerdan mucho al ejemplo de estos prisioneros. En este caso particular, si los pa¨ªses se comprometen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, todos saldr¨ªan ganando porque se atenuar¨ªa el cambio clim¨¢tico y conseguir¨ªan ahorrarse buena parte de los efectos y/o de los costes de adaptaci¨®n, que seg¨²n todos los informes son sustancialmente mayores que el coste de disminuir las emisiones. No parece descabellado pensar, sin embargo, que en esta negociaci¨®n, los pa¨ªses imiten la conducta de los prisioneros del dilema y opten por alternativas conservadoras "no cooperativas" y no lleguen a fijar objetivos claros ni los compromisos necesarios para que el incremento m¨¢ximo de la temperatura no alcance los 2 grados que, como nos indica el IPCC, es el umbral para no afectar sustancialmente el equilibrio del planeta.
Europa quiere liderar la pugna global contra el cambio clim¨¢tico y para ello est¨¢ dispuesta a comprometerse en reducciones importantes en sus emisiones de gases de efecto invernadero. Los compromisos de Europa ser¨ªan a¨²n mayores en el caso de que fueran acompa?ados por los del resto de principales agentes, en particular, por los EEUU. ?Es realmente cre¨ªble la posici¨®n europea? No cabe duda que Europa como instituci¨®n manifiesta una sensibilidad especial en esta materia, como queda reflejado en los planes energ¨¦ticos y ambientales con objetivos muy ambiciosos para 2020. Pero, ?cuenta la Administraci¨®n europea con suficiente liderazgo institucional y pol¨ªtico para incidir en las decisiones y comportamiento de sus pa¨ªses miembros y transmitir de esta manera a sus contrapartes internacionales una postura s¨®lida, coherente y fiable, independientemente de lo que hagan el resto de pa¨ªses?
El caso de Estados Unidos es m¨¢s complejo, porque, de entrada, no ratific¨® los compromisos de Kioto y su postura oficial siempre ha sido contraria a acuerdos internacionales que limiten la competitividad de su industria. A pesar de los avances en su posici¨®n, se me antoja que en los Estados Unidos todav¨ªa no se ha alcanzado el grado de madurez suficiente para pactar compromisos num¨¦ricos firmes y claros de reducci¨®n de emisiones, y asumir su propia responsabilidad en el problema sin ampararse en la dial¨¦ctica del prisionero, que argumenta su posici¨®n en base a que los dem¨¢s no podr¨¢n/querr¨¢n cumplir la parte que les toca. El caso de los pa¨ªses emergentes como China e India es la excusa que se est¨¢ utilizando m¨¢s claramente en las negociaciones.
China e India son dos pa¨ªses que est¨¢n entrando con fuerza propia en el contexto internacional gracias a unas incre¨ªbles tasas de crecimiento de sus econom¨ªas. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, estos pa¨ªses han pasado de ser meros comparsas en la lucha contra el cambio clim¨¢tico global a ser jugadores clave y decisivos, pues en sus manos est¨¢ un porcentaje muy importante y creciente de las emisiones mundiales.
A pesar de reconocer su importancia, estos pa¨ªses argumentan que ellos no son los responsables del cambio clim¨¢tico y que no est¨¢n dispuestos a poner en marcha medidas que limiten su crecimiento econ¨®mico, en el que basan la calidad de vida, la prosperidad y la salida de la pobreza de muchos de sus habitantes. No cabe duda que su argumentaci¨®n es poderosa y que retrata el cinismo de los pa¨ªses m¨¢s avanzados (frente a las m¨¢s de 20 toneladas de di¨®xido de carbono que emite el estadounidense medio, el chino no llega a las 2,5). En mi opini¨®n, conseguir que estos pa¨ªses acuerden moderar sus emisiones de gases de efecto invernadero s¨®lo ser¨¢ posible si Estados Unidos, Europa y el conjunto de los pa¨ªses desarrollados acuerdan financiar en un porcentaje muy importante esta reducci¨®n.
Uniendo todos los hilos, si Estados Unidos y otros pa¨ªses desarrollados, y en buena medida Europa, se miran unos a otros con un cierto grado de incredulidad y, adem¨¢s, voltean hacia China e India y otros pa¨ªses emergentes para exigirles responsabilidades, una soluci¨®n sub¨®ptima tipo dilema del prisionero est¨¢, en mi opini¨®n, irremisiblemente garantizada. A pesar de todo, conf¨ªo en la existencia de un equilibrio de Nash algo m¨¢s refinado que tenga en cuenta la perspectiva a largo plazo y en el que la postura de Europa, y con ella la de sus principales pa¨ªses, es el quid de la cuesti¨®n.
Si Europa consigue hacer cre¨ªble su apuesta y la mantiene, independientemente de lo que hagan los dem¨¢s, a Estados Unidos y otros muchos pa¨ªses no les quedar¨¢ m¨¢s remedio que sumarse (bien ahora o bien en las pr¨®ximas oportunidades que se den) a la estrategia cooperativa propuesta por Europa, pues los que no entren en ella sumar¨¢n al coste del cambio clim¨¢tico el del desprestigio internacional por no hacerlo.
I?aki Barredo es economista y socio de Naider.
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