Italia culpa a los rumanos de la ola de cr¨ªmenes
El asesinato de la esposa de un alto oficial desata la xenofobia
![Enric Gonz¨¢lez](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe19959f9-1b77-4fa4-b4c9-ad9c27d18ec2.png?auth=cc48cfeca3c4fa713d7e16fc9e97f765f78a2bc782edcbaf28750ab1efa9f6c0&width=100&height=100&smart=true)
Tres mujeres mayores suben la cuesta, cargadas con fardos. Detr¨¢s caminan varios ni?os. Uno de ellos dice tener 10 a?os y llamarse Jimmy. "Es Dimitru, le tenemos muy visto, es un raterillo en la estaci¨®n de Termini", explica un polic¨ªa. El entorno es un espanto, comparable a un campamento de refugiados de ?frica. Inmigrantes, polic¨ªas y c¨¢maras de televisi¨®n pululan por el vertedero con barracas de Tor di Quinto, en la periferia norte de Roma. Miles de inmigrantes clandestinos est¨¢n perdiendo su chabola, porque el Ayuntamiento ha decidido acabar con los asentamientos nacidos en los ¨²ltimos a?os. Un crimen, el en¨¦simo, ha acabado con la relativa tolerancia. Los rumanos son se?alados como culpables. Especialmente los rom, los gitanos.
Giovanna Reggiani, de 47 a?os, esposa de un alto oficial de la Marina, fue asesinada al anochecer del d¨ªa 31 junto a la estaci¨®n ferroviaria de Tor di Quinto. Una chabolista rumana denunci¨® a un vecino y compatriota, Nicolas Maillat, rom, de 24 a?os, detenido poco despu¨¦s en la m¨ªsera vivienda de cartones que compart¨ªa con su madre y hermano. El presunto asesino, con una condena pendiente en Rumania, ten¨ªa el bolso de la v¨ªctima y el rostro con sangre.
Al d¨ªa siguiente, el Gobierno de Prodi aprob¨® un decreto que permit¨ªa extender a los ciudadanos comunitarios peligrosos las condiciones de expulsi¨®n de los extracomunitarios. Era una medida pensada para los rumanos, que han sustituido a los albaneses en las pesadillas italianas. Hay m¨¢s de medio mill¨®n de rumanos en Italia. La gran mayor¨ªa tienen empleo y residencia fija. Pero hay otros en situaci¨®n irregular, como los varios miles que hasta ahora malviv¨ªan, gracias a la caridad o el robo, en los asentamientos del T¨ªber, del Trastevere, de Tor di Quinto, de Torre Salaria, del puente Mammolo, mezclados con norteafricanos, albaneses y bosnios.
Una de las mujeres cargadas con fardos se lamenta. "?D¨®nde vamos a ir?", gime, en un italiano apenas comprensible. "Los m¨¢s peligrosos se han esfumado, a otros nos los llevamos a comisar¨ªa para identificarles y, en su caso, internarlos en centros a la espera de la expulsi¨®n. Supongo que estas mujeres y los chavales ir¨¢n ahora a otro asentamiento", dice un polic¨ªa. "Si no derribamos todos los campos de chabolas con la m¨¢xima rapidez, lo que estamos haciendo hoy no valdr¨¢ de nada", a?ade.
El 36% de los presos son extranjeros. Apenas un 10% de ellos son acusados de delitos violentos: la poblaci¨®n reclusa se hincha por cuestiones relacionadas con la inmigraci¨®n ilegal. Las estad¨ªsticas indican que los italianos siguen delinquiendo m¨¢s. Pero varios cr¨ªmenes de gran repercusi¨®n, como el sufrido por Giovanna Reggiani, y un gran n¨²mero de robos y agresiones callejeras, han generado una ola de xenofobia.
Las excavadoras permanecen a las puertas de Tor di Quinto y entrar¨¢n en cuanto la polic¨ªa concluya el registro de las chabolas vac¨ªas. Luego, seg¨²n el Ayuntamiento de Roma, ser¨¢n desalojados y destruidos los otros asentamientos. Y empezar¨¢n a partir aviones y autobuses hacia Rumania. El Gobierno de Prodi se ha puesto ya de acuerdo con Bucarest. El alcalde de Roma, Walter Veltroni, reci¨¦n elegido como l¨ªder del centro-izquierda, no quiere que el asunto rumano arruine su popularidad. Y anuncia "el fin de la tolerancia".
M¨¢s informaci¨®n
en las p¨¢ginas 40 y 41
![Un agente italiano recorre el campamento ilegal Tor di Quinto, al norte de Roma, cerrado por la polic¨ªa.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/AMBSC5L4LSZPTKAILA2AGPPYCI.jpg?auth=bbc9c8906dc77e5ed9fc19b9f9bda63b91edf935a14551f8858fb91af337efd5&width=414)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.