Esta temporada, Sarkozy
Seg¨²n parece, todos queremos ser Sarkozy. Con la extendida disposici¨®n a identificar tendencias -algo que s¨®lo deber¨ªa estar permitido a unos pocos en condiciones de hacer prognosis medianamente fundadas, si acaso, a los dem¨®grafos- a partir de cuatro datos espigados aqu¨ª y all¨¢, se presenta al presidente franc¨¦s como un nuevo fen¨®meno pol¨ªtico. Otro m¨¢s.
Como es costumbre, cada uno lo ilumina con su particular foco para que el resultado final se acomode a la lecci¨®n que quiere extraer. La que tra¨ªa aprendida desde casa, claro. Entre ellas, una de las m¨¢s repetidas consiste en empaquetar bajo el sello de "transversalidad" tanto a Sarkozy, que se describe a s¨ª mismo como "de derechas, pero no conservador", como a Angela Merkel, que encabeza en Alemania un Gobierno de coalici¨®n, y tambi¨¦n al Partido Dem¨®crata Europeo, que aspira a acoger en su seno a la izquierda y a la derecha.
Est¨¢ de moda la "transversalidad", una noci¨®n subordinada, sin contenido propio
Necesitamos un punto de vista, y ¨¦ste siempre tiene que ver con un ideario
Entre nosotros, Pascual Maragall ha reclamado la necesidad de dar el finiquito al PSC, de disolverlo dentro de un partido dem¨®crata catal¨¢n. Maragall es pionero en ocurrencias, pero esta vez su originalidad es menor. A Per¨®n lo que es de Per¨®n. En realidad, su partido no ser¨ªa m¨¢s que la presentaci¨®n p¨²blica de lo que se ha dado en llamar el PUC, el Partido Unificado de Catalu?a, que tuvo su acto fundacional en el Parlament a cuenta del 3%, y su manifiesto ideol¨®gico en la recomendaci¨®n de "dejar reposar el souffl¨¦, porque si no nos haremos da?o unos y otros y no sacaremos nada bueno".
No sorprende el entusiasmo por la "transversalidad" del transitorio presidente de la Generalitat. El primer mandamiento de los nacionalistas es escamotear los problemas de las gentes en nombre de la patria... y achacar a los otros los problemas de la patria. En Catalu?a la apelaci¨®n al expolio fiscal por "Espa?a" es la formulaci¨®n m¨¢s tramposa y eficaz de esa falacia. Pareciera que los catalanes no pagamos los impuestos seg¨²n nuestros ingresos, cada cual seg¨²n los suyos, sino en una suerte de declaraci¨®n conjunta, como pueblo. Una contabilidad que deber¨ªa llevar a Marbella a considerar la hip¨®tesis de su independencia. Dada la cantidad de ricos que por all¨ª paran, su balanza fiscal debe ser estremecedora. E identidad propia no les falta seg¨²n confirman semanalmente esos insuperables documentos antropol¨®gicos que son las revistas de las peluquer¨ªas.
Desde una perspectiva diferente, m¨¢s cabal, como corresponde a las circunstancias y a la calidad de sus promotores, la "transversalidad" ha aparecido tambi¨¦n al rotular a Uni¨®n, Progreso y Democracia (UPD), el partido encabezado por Rosa D¨ªez. La argumentaci¨®n sostiene que la distinci¨®n entre izquierda y derecha no se sabe muy bien qu¨¦ significa cuando vemos partidos de izquierda suscribir proyectos tradicionalmente defendidos por la derecha m¨¢s reaccionaria. La "transversalidad" superar¨ªa la vieja distinci¨®n, bien porque se situar¨ªa m¨¢s all¨¢ de ella, bien porque la fagocitar¨ªa al acogerla en su seno. Los partidos "transversales"
Pasa a la p¨¢gina siguienteescoger¨ªan las propuestas m¨¢s interesantes de unos y de otros.
Poco que a?adir a la cr¨ªtica a nuestra izquierda. Est¨¢n a la vista las consecuencias de su proyecto m¨¢s importante, la pol¨ªtica territorial: identidades recreadas que son fuente de discriminaci¨®n, desigualdades distributivas entre los ciudadanos, prioridad de las buenas aldabas sobre el debate democr¨¢tico, atrofia de los instrumentos p¨²blicos de intervenci¨®n y vaciamiento de los derechos sociales como resultado de la competencia entre comunidades aut¨®nomas. Poco que ver con los ideales cl¨¢sicos de la izquierda, con la igualdad, la extensi¨®n del control democr¨¢tico y la erradicaci¨®n de las diversas fuentes de despotismo.
En lo que cuesta coincidir es en la conclusi¨®n "transversal". Como record¨® madame Roland camino de la guillotina ("? Libert¨¦, que de crimes on commet en ton nom!"), el maltrato de las palabras deja intactos los conceptos. La Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana no ensuci¨® la democracia, y la idea de progreso no la deciden los contenidos de El Plural. Peri¨®dico digital progresista. En realidad, la cr¨ªtica de UPD, cuando pone a nuestra izquierda ante el espejo de las ideas de izquierda, confirma que esas ideas tienen contenido.
La propia tesis de la "transversalidad" depende de la distinci¨®n que pretende superar. Al igual que "centro" es una noci¨®n subordinada, sin contenido propio. No hay "centro" si previamente no hay izquierda y derecha. Si en la "transversalidad" caben la izquierda y la derecha, se puede distinguir entre izquierda y derecha. Pero para escoger "lo mejor de cada casa" necesitamos un punto de vista. Ese punto de vista, al final, tiene que ver con ciertas ideas, con un ideario. No hay soluciones incondicionalmente mejores, sino mejores conforme a un conjunto de principios.
Un partido no es un Parlamento. No todo cabe. Aunque los miembros de un partido no tienen que compartir una concepci¨®n del mundo, s¨ª han de compartir un ideario y unas propuestas institucionales que lo precisan. Los partidos no recogen los puntos de vista presentes en la sociedad, sino que dotan de coherencia los distintos puntos de vista. M¨¢s tarde, en los foros p¨²blicos, articulados en forma de propuestas, se debaten. Es la democracia. Cuando estas cosas se descuidan, las organizaciones pol¨ªticas acaban en patios de monipodios. Se discuten a la vez los grandes principios y las propuestas, sin que los primeros sirvan para cribar las segundas. No hay modo de saber a qu¨¦ atenerse y las disputas se multiplican sin que exista forma de resolverlas, al menos en escalas temporales humanas. Podemos reunirnos muchos "para practicar un deporte", bastantes m¨¢s "para realizar una actividad", o un mayor n¨²mero a¨²n "para reunirnos". Pero de poco servir¨¢. Si queremos jugar al f¨²tbol, podemos ponernos de acuerdo en la t¨¢ctica, pero no hay modo de ponerse de acuerdo si, a la vez, estamos decidiendo el deporte a que jugamos.
En pol¨ªtica hay pocas cosas que inventar. Lo m¨¢s antiguo del mundo es la "ilusi¨®n de la novedad", de hacer las cosas "como nadie lo ha intentado hasta ahora". Podemos intentar cambiar las reglas. Pero ¨¦sa es otra liga, que exige apuestas fuertes, con ¨¦xito improbable y que, adem¨¢s, requiere incluso mayor cohesi¨®n ideol¨®gica. Entretanto, podemos hacer pocas cosas, muy pocas. Entre las pocas que podemos hacer, y que debemos hacer, est¨¢ el de procurar conservar el exacto sentido de las palabras. Es posible que "las palabras puedan modelarse hasta volver irreconocibles las ideas que vehiculan". Es posible. Pero hay que resistirse. Eso lo dijo Goebbels y quer¨ªa hacer trampas.
F¨¦lix Ovejero Lucas es profesor de ?tica y Econom¨ªa de la Universidad de Barcelona.
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