Maestras que cambiaron la escuela
Fueron las pioneras en el camino de las mujeres espa?olas hacia la igualdad
A finales del siglo XIX, las ni?as que iban a la escuela compart¨ªan una amiga invisible: Flora. Flora. La educaci¨®n de una ni?a, se public¨® por primera vez en 1881. Su autora, la maestra navarra Pilar Pascual de Sanju¨¢n (1827-1899), tomaba a Flora de la mano desde las primeras letras y la instru¨ªa hasta dejarla casada. Pionera como maestra, el discurso de Pascual de Sanju¨¢n sobre la mujer segu¨ªa el modelo convencional. Algunas ni?as, sin embargo, no s¨®lo se miraban en el espejo de Flora; observaban a hurtadillas otro modelo: el de sus maestras.
Las maestras "son el primer grupo con una identidad femenina diferente. Eran aut¨®nomas, viajaban a otros pueblos, en el siglo XIX muchas todav¨ªa acompa?adas, y escrib¨ªan en revistas profesionales", afirma Consuelo Flecha, catedr¨¢tica de Teor¨ªa e Historia de la Educaci¨®n de la Universidad de Sevilla. Algunas sol¨ªan casarse con otro maestro, pero otras permanec¨ªan solteras. Y se les permit¨ªa, a pesar de que la solter¨ªa de la mujer era denostada. De maestras, pioneras e investigadoras han tratado las jornadas sobre Las intelectuales de la edad de plata. El camino de la mujer hacia la igualdad civil, celebradas en la Residencia de Estudiantes. Adem¨¢s de recordar a las m¨¢s insignes (Mar¨ªa Zambrano, Mar¨ªa de Maeztu, Clara Campoamor, Margarita Nelken, Mar¨ªa Goyri, Carmen de Burgos o Rosa Chacel), los ponentes han recogido la aportaci¨®n de muchas otras a la ciencia y las artes.
Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s, alumna de De Maeztu y Goyri, estuvo presa en Ventas en 1939
Margarita Comas, licenciada en Ciencias Naturales, Rosa Sensat y Magdalena de Santiago fueron algunas de las m¨¢s innovadoras. Corr¨ªan aires renovadores y el bolet¨ªn de la ILE (Instituci¨®n Libre de Ense?anza) actu¨® de caja de resonancia para que el movimiento por una Escuela Nueva tuviera eco en Espa?a.
El ideal de Flora se difuminaba. Surg¨ªan otras voces, nac¨ªan otros escenarios. En 1915, la Junta de Ampliaci¨®n de estudios cre¨® la Residencia de Se?oritas, versi¨®n femenina de la Residencia de Estudiantes (1910). Fue casi un experimento: alojar juntas a chicas que ven¨ªan a Madrid a estudiar para maestras, enfermeras, o matronas. Y algunas pocas para ir a la Universidad. En 1915 s¨®lo hab¨ªa 90 licenciadas.
"La Residencia se cre¨® en clave liberal, pero con enorme rigor. Se trataba de aunar las virtudes morales de la mujer espa?ola con el trabajo", matiza Isabel P¨¦rez-Villanueva, bi¨®grafa de Mar¨ªa de Maeztu. "Nada que ver con el ambiente de la Residencia de Estudiantes transmitido por Bu?uel, Dal¨ª y Garc¨ªa Lorca", a?ade. El alma de la Residencia de Se?oritas era su directora, Mar¨ªa de Maeztu, un temperamento en¨¦rgico al que algunos rebautizaron como Mar¨ªa, La Brava o Pico de Oro. Antigua maestra de p¨¢rvulos en Bilbao, De Maeztu lleg¨® a Madrid y se situ¨® en la avanzadilla. Pronto dirigir¨ªa el Lyceum Club. Form¨® parte, adem¨¢s, de las primeras pensionadas por la JAE para formarse en el extranjero. Un selecto grupo de mujeres que logr¨® el 4% de las becas entre 1908 y 1919. El porcentaje subi¨® al 13% en los a?os treinta.
De Maeztu foment¨® que sus residentes (Victoria Kent y Josefina Carabias entre otras) accedieran a la Universidad y que escucharan a los mejores conferenciantes. Desde 1917, tuvo el apoyo del Instituto Internacional.
Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s, disc¨ªpula de De Maeztu y maestra, fue el eslab¨®n perfecto entre la Residencia de Se?oritas y la escuela renovada. Becaria de la residencia desde 1915 a 1919, fue alumna de otra pionera Mar¨ªa Goyri. En 1932, S¨¢nchez logr¨® su sue?o: obtener con el n¨²mero 1 la direcci¨®n del grupo escolar Francisco Giner. "Mi madre llev¨® un diario desde 1918 a 1959, y all¨ª consign¨® sus ideales pedag¨®gicos", evoca su hija, Elvira Onta?¨®n. "Era contraria a la memorizaci¨®n y a las formas de ense?anza al uso", agrega Onta?¨®n.
La rebeli¨®n militar de julio del 36 que, al no lograr su objetivo de acabar con la Rep¨²blica, desencaden¨® la Guerra Civil, trastoc¨® sus vidas. Tras la victoria franquista S¨¢nchez Arb¨®s fue denunciada y acusada de descristianizar las escuelas. Desde septiembre de 1939 hasta diciembre estuvo presa en la c¨¢rcel de Ventas. El abrazo que dio a Elvira al salir fue tan intenso que le peg¨® piojos y sarna. Expulsada del magisterio, se gan¨® la vida dando clases particulares.
Pasado el tiempo fue rehabilitada y tom¨® posesi¨®n primero en Daganzo (Madrid) y luego en el instituto Beatriz Galindo, en la capital. Para entonces, las maestras ya no eran las ¨²nicas mujeres de carrera. Tras la sangr¨ªa de la Guerra Civil, las facultades empezaron a llenarse de chicas. ?C¨®mo iban a quedarse en casa? Mar¨ªa de Maeztu, Carmen de Burgos o Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s les hab¨ªan despejado el camino muchos a?os antes.
Se?oras cient¨ªficas
A finales del XIX, las puertas de la ciencia eran herm¨¦ticas. La Sociedad Ginecol¨®gica espa?ola neg¨® su entrada a Martina Castells, primera doctora en Medicina (junto con Dolores Aleu). Hasta 1910 tampoco hubo igualdad en el acceso a la Universidad. En 1881 surgi¨® el debate: las Sociedades eran foros de trabajo u honores, s¨®lo en el segundo caso las mujeres ten¨ªan cabida.
El siglo XX trajo nuevos aires. En 1912 la Sociedad Espa?ola de F¨ªsica y Qu¨ªmica admiti¨® a Martina Casiano, y en 1926 sus actas felicitaron a "las se?oritas Carmen Pradel y Felisa Mart¨ªn Bravo", primeras doctoras en F¨ªsica.
En 1920, Mary Louise Foster, ligada al Instituto Internacional, cre¨® un laboratorio para las alumnas de la Residencia de Se?oritas. Carmen Magall¨®n, autora de Pioneras espa?olas en las ciencias, afirma que hacia 1930 hubo una eclosi¨®n visible en los equipos de Blas Cabrera y Miguel A. Catal¨¢n. Cita a Dorotea Barn¨¦s, Margarita Comas y Jimena Fern¨¢ndez de la Vega.
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