Los demonios de Camille Claudel
Una muestra reconstruye en Madrid la atormentada vida de la escultora francesa
Pas¨® los 30 ¨²ltimos a?os de su vida en el manicomio de Montdevergues. All¨ª muri¨® sola. Abandonada por todo el mundo, incluida su familia. Camille Claudel (1864-1943) cargaba a sus espaldas 79 a?os de una vida tan dram¨¢tica como fascinante. Y a¨²n tendr¨ªa que transcurrir mucho tiempo para que se reconociera su talento como escultora. Sobre todo, para que su personalidad art¨ªstica volara por encima de su relaci¨®n con Auguste Rodin. Su maestro. Su amante. Un genio d¨¦spota y ventajista, de la que Claudel fue v¨ªctima. Como lo fue de su familia ingrata y de la sociedad mis¨®gina y envidiosa de la ¨¦poca.
Fueron muchas las vejaciones a las que le someti¨® Rodin, maestro y amante
Se le diagnostic¨® man¨ªa persecutoria y delirios de grandeza
Una exposici¨®n en la Fundaci¨®n Mapfre de Madrid, con cerca de un centenar de obras, una de las mayores organizadas hasta la fecha sobre la artista, arroja luz acerca de la obra y la tortuosa personalidad de Claudel. De un paseo por sus salas se extraen muchas conclusiones sobre su obra y sobre su persona. En el imaginario colectivo, ella conserva las trazas sensuales de la actriz francesa Isabelle Adjani, quien la resucit¨® para el cine en La pasi¨®n de Clamille Claudel (1988), de Bruno Nuytten, con Gerard Depardieu como Rodin. Las fotograf¨ªas descubren una mujer de deslumbrantes ojos verdes con aura dorada y una infinita tristeza.
Hija de una familia peque?oburguesa, desde muy joven mostr¨® gran facilidad para crear formas con sus manos. Trabajar y moldear todo tipo de materiales. Pero el talento natural no fue suficiente y busc¨® la maestr¨ªa de la t¨¦cnica en un taller.
Pese a que la familia se opuso al sue?o de la hija de convertirse en artista, su hermano menor, Paul, escritor y ¨²nico amigo, consigui¨® que sus padres autorizasen la entrada de su hermana en un taller. Y que fuera nada menos que en el de Auguste Rodin.
En aquella ¨¦poca, Camille Claudel rondaba los 20 a?os y se encontraba en la plenitud de su belleza y de la fuerza creativa. Rodin y su alumna se hicieron amantes inmediatamente. Y los tormentos amorosos no tardaron en llegar. No es s¨®lo que ¨¦l fuese un hombre casado y promiscuo, sino que incluso ten¨ªa una "amante estable", Rose Beuret, que se convertir¨ªa en gran enemiga y pesadilla recurrente en la vida de Camille. La relaci¨®n dur¨® casi diez a?os. Y los ataques de celos y peleas fueron p¨²blicos y constantes.
Ella aprendi¨® r¨¢pidamente y Rodin le permiti¨® participar en muchas de sus grandes esculturas. Aunque, temeroso de su personalidad y talento arrasadores, intentaba rebajar su protagonismo en el estudio. Camille dej¨® escrita en su correspondencia de la ¨¦poca que ¨¦l se aprovechaba de ella, que las obras que presentaba como propias eran producto de su talento menospreciado.
Tambi¨¦n hubo lugar para otros reproches. Por ejemplo, las vejaciones y humillaciones a las que le someti¨® Rodin, que sol¨ªa exhibirse con otras mujeres delante de ella. Entre esta correspondencia hay una carta de Rodin, incluida en la exposici¨®n, en la que ¨¦l deja por escrito la promesa, mil veces rota, de que ella ser¨ªa la ¨²nica mujer en su vida.
Obsesionada por el amor, Camille fue convencida por Rodin de abortar cuando qued¨® embarazada. De nuevo, le prometi¨® que iba a abandonar a Rose Beuret. Todo fue mentira de nuevo y Camille, profundamente humillada, abandon¨® a Rodin. La artista, entonces, se encerr¨® en su propio estudio y esculpi¨® incansable cabezas de ni?os. La mayor parte de ¨¦stas fueron destrozadas inmediatamente. Los vecinos de su taller la o¨ªan aullar todo el d¨ªa. Camille perdi¨® su bellleza y su ¨²nica relaci¨®n fueron las decenas de gatos que vagabundeaban por el estudio.
Una tarde, tres enfermeros echaron la puerta abajo y le colocaron una camisa de fuerza. Por orden de su familia, fue ingresada en un sanatorio psiqui¨¢trico pr¨®ximo a Par¨ªs. Nunca m¨¢s volvi¨® a esculpir nada. Se le diagnostic¨® "una sistem¨¢tica man¨ªa persecutoria acompa?ada de delirios de grandeza". Al final de su vida recuper¨® la cordura. Nadie la reclam¨®.
Superviviente de su leyenda
No fue el primero ni ser¨¢ el ¨²ltimo caso de una leyenda que oscurece la obra de una artista. Si Frida Kahlo, por ejemplo, fue v¨ªctima del espect¨¢culo de su vida junto a Diego Rivera, la existencia de la escultora francesa Camille Claudel se asemej¨® tanto a un culebr¨®n, que durante muchos a?os el reconocimento de su obra no estuvo a la altura de de sus logros.
La exposici¨®n que a partir de hoy se puede ver en Madrid, ofrece un centenar de esculturas, pr¨¢cticamente toda la obra de la artista, adem¨¢s de un poco de justicia po¨¦tica, pues consigue demostrar que Camille Claudel brill¨® por s¨ª misma, fuera de la alargada sombra de Auguste Rodin.
Comisariada por Aline Magnien, jefa de colecciones del Museo Rodin, y Mar¨ªa L¨®pez Fern¨¢ndez, de la Fundaci¨®n Mapfre, la exposici¨®n se complementa con fotograf¨ªas, documentos, una selecci¨®n de las apasionadas cartas que se intercambiaron Claudel y Rodin. Con todo, las dos especialistas han querido que el peso art¨ªstico de la artista no se viera eclipsado por sus circunstancias personales. Casi toda la obra que se expone viene del Museo Rodin de Par¨ªs, de colecciones particulares y de los diferentes herederos de ambos artistas. Es una de las muestras m¨¢s grandes que se le han dedicado. De Madrid viajar¨¢ al Museo Rodin, en Par¨ªs.
Organizada en orden cronol¨®gico, la exposici¨®n arranca con una colecci¨®n de bustos familiares realizados en su primera juventud: padres, abuelos o hermanos eran entonces sus modelos. Despu¨¦s se muestra un grupo de obras realizado en colaboraci¨®n con Rodin, su maestro, hasta llegar a la espectacular Sakuntala, de la que hay siete versiones. El recorrido sigue con los estudios del natural que realiza en obras como Clotho, Les causeuses o La vague.
Pero la gran estrella es el grupo escult¨®rico que representa su ruptura con Rodin, L??ge m?r (La edad madura), iniciada hacia el final de su relaci¨®n. En la pieza se muestra a Rodin desnudo, retenido por Camille -arrodillada, tambi¨¦n desnuda y suplicante- y arrastrado por una vieja. La costurera y amante del artista, Rose Beuret.
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