Ficciones
1. La crisis de los trenes de Cercan¨ªas de Barcelona da la raz¨®n a Pasqual Maragall en una de sus obsesiones permanentes: el ¨¢rea metropolitana. Probablemente, la red de trenes estar¨ªa en otro estado si el presidente Jordi Pujol en un arrebato de celos patri¨®ticos no se hubiera cargado el ¨®rgano que ten¨ªa que garantizar una estrategia de conjunto de la aglomeraci¨®n barcelonesa. Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona, hizo la defensa del ¨¢rea metropolitana a su modo: convencido de que tarde o temprano todo el mundo acabar¨ªa d¨¢ndole la raz¨®n, porque no pod¨ªa ser de otra manera, plant¨® la bandera -y no es una met¨¢fora- y esper¨® que la realidad hiciera el resto. Y fue la bandera, precisamente, la que provoc¨® la furia del presidente Pujol. Tem¨ªa que una estructura metropolitana fuerte vaciara de poder a la Generalitat. Pujol dispon¨ªa del bolet¨ªn oficial: gan¨® la partida.
Con tantos pensando que la naci¨®n es m¨¢s que la voluntad de los ciudadanos, estamos condenados al juego de las ficciones
Cuando Maragall alcanz¨® la presidencia de la Generalitat volvi¨® a la carga, pero se encontr¨® entonces los obst¨¢culos en su propia casa. En 20 a?os cristalizan muchas redes, muchas relaciones, muchos intereses. Y los ayuntamientos del entorno barcelon¨¦s no estaban por la labor de introducir un nuevo foco de poder. El diagn¨®stico de Maragall era certero. Pero ficticia era la bandera que Maragall plant¨®, ficticios eran los miedos de Pujol. Sin embargo, aquel hecho permiti¨® confrontar dos relatos sobre Catalu?a, que dieron, por un tiempo, una imagen de sana confrontaci¨®n pol¨ªtica, hasta que todo se subsumi¨® en el estado de confusi¨®n actual.
2. ?De d¨®nde nace la confusi¨®n? De que se ha instalado el h¨¢bito de decir una cosa y la contraria como lo m¨¢s natural del mundo. Y de que se ha impuesto una cultura que tiende a premiar al que ejerce de estadista de d¨ªa y de radical de noche. Ha sido ¨¦sta, durante muchos a?os, la manera de hacer del pujolismo. Discurso identitario a tope para el consumo interior, pactos sin fronteras a la hora de gobernar. Puesto que el saldo tend¨ªa a ser negativo, la s¨ªntesis s¨®lo la pod¨ªa hacer el victimismo. Este sistema funcionaba porque a las bases sociales de CiU les gusta la bandera pero no los riesgos. El discurso serv¨ªa para la autocomplacencia -nosotros somos los catalanes aut¨¦nticos- y los pactos para tener la tranquilidad de que nada alterar¨ªa el statu quo b¨¢sico. Cuando llegaron otros al poder este doble juego era ya casi un estado de naturaleza del pa¨ªs. Y en ¨¦l seguimos. El presidente Montilla hace una en¨¦rgica defensa de Catalu?a en Madrid y al regresar tiene que templar gaitas para no ampliar la fractura con el PSOE. Los l¨ªderes de CiU -Oriol Pujol, Felip Puig, el propio Artur Mas- se declaran independentistas, pero inmediatamente dicen que esto no tiene nada que ver con la estrategia de su partido. El sector llamado m¨¢s catalanista del PSC apuesta por tener un grupo parlamentario propio en Madrid, pero inmediatamente dice que en este momento no se re¨²nen las condiciones para pedirlo. Esquerra Republicana se muestra solidaria con el gobierno del que forma parte, pero crea unas comisiones de seguimiento de los departamentos que dirigen sus socios. Y as¨ª sucesivamente. Nada es lo que parece.
3. La ¨²ltima ficci¨®n en curso es la que est¨¢ poniendo en marcha Artur Mas. Mas hizo una apuesta por introducir la cultura liberal en su partido, en un ambicioso proyecto de construcci¨®n del pospujolismo, pero fracas¨® en el intento. El nacionalismo cultural y el catolicismo, las dos fuentes ideol¨®gicas de Converg¨¨ncia, quedan muy lejos de la tradici¨®n liberal. El partido no pod¨ªa estar por la labor. Ante el temor de que una consolidaci¨®n del Gobierno de izquierdas le siga teniendo lejos del poder por muchos a?os, Artur Mas ha decidido buscar la huida hacia delante con su proyecto de refundaci¨®n del catalanismo. Para ello toma cierta distancia de su partido -veremos hasta d¨®nde las llevar¨¢ el d¨ªa 20- en un intento de volver a empezar, es decir, de buscar en una transversalidad catalanista el retorno a un partido movimiento de amplio espectro. Pero la situaci¨®n suena tan ficticia dado el poder de los aparatos de partido realmente existentes que uno duda de si Mas est¨¢ lanzando un proyecto o una despedida. ?Piensa realmente que los que se est¨¢n haciendo con las riendas de CiU, con su propia colaboraci¨®n, le guardar¨¢n la silla cuando regrese de su aventura? ?O es que no piensa regresar porque no piensa irse, con lo cual su proyecto es un brindis al sol?
4. De todas las ficciones que pueblan el escenario pol¨ªtico hay una sola en la que casi todos los partidos est¨¢n de acuerdo. La ¨²ltima moda: la desafecci¨®n. No estoy seguro de que el manifiesto distanciamiento de los ciudadanos respecto de la pol¨ªtica sea una desafecci¨®n, puede ser una manera de expresarse, una manera de demostrar su descontento que no tiene por qu¨¦ ser incompatible con respuestas m¨¢s contundentes quiz¨¢ cuando los pol¨ªticos menos lo esperen. Por lo que hace a la desafecci¨®n respecto de Espa?a, es cierto que vivimos en un momento de descontento amplio, al que se est¨¢n sumando incluso sectores empresariales que saben perfectamente que hay correlaci¨®n entre infraestructuras y negocio. Pero s¨®lo hay una manera de evaluar objetivamente la desafecci¨®n. La que nadie quiere. Unos, los partidos espa?oles, porque la autodeterminaci¨®n es tab¨², porque dejar que los catalanes se contaran en relaci¨®n con Espa?a, aunque fuera a favor de ¨¦sta, ser¨ªa sentar un precedente y cuando se abre esta puerta ya no se cierra nunca. Y otros, los partidos nacionalistas, porque como ya han advertido algunos de sus ide¨®logos, contarse ahora ser¨ªa perder, con lo cual el v¨ªnculo con Espa?a quedar¨ªa reforzado democr¨¢ticamente.
As¨ª las cosas, con tanta gente pensando que la naci¨®n es m¨¢s que la voluntad de los ciudadanos que viven en un territorio en un momento determinado, estamos condenados al juego de las ficciones por los siglos de los siglos. O sea, no es que los pol¨ªticos actuales sean m¨¢s incompetentes que los que les precedieron. La gente est¨¢ m¨¢s resabiada, menos ideologizada y es m¨¢s dif¨ªcil de enga?ar. Por eso acepta con escepticismo la simple realidad de que en un Estado con dos naciones inscritas los pol¨ªticos de ayer, los de hoy y los de ma?ana caer¨¢n en el mismo juego de las ficciones. Y lo ¨²nico que se pide es que aprendan a optimizarlo en vez de convertirlo en coartada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.