Pornocoraz¨®n, con pareja real
Estos d¨ªas me siento m¨¢s extraterrestre de lo que ya es costumbre. Mi tendencia a navegar intelectualmente, m¨¢s all¨¢ de los caminos trazados por la marea mayoritaria, me ha viciado el sentido de la interrogaci¨®n. Ni me apunto a la marea, ni huyo de ella, s¨®lo me tomo el tiempo necesario para encontrar mi lugar al sol. Es decir, rebusco en los rincones del cerebro esos espacios donde las preguntas a¨²n no han sido inundadas por respuestas prefabricadas, generalmente m¨¢s previsibles que sutiles. La heterodoxia tiene eso, algo de alien¨ªgena.
El largo pre¨¢mbulo viene a colaci¨®n del divorcio de la hija del Rey, ¨²ltimo episodio del particular annus horribilis que ha vivido la Monarqu¨ªa. Me dicen, en casi todos los lugares que tengo el atrevimiento de visitar: "?qu¨¦ opinas del divorcio?". Y cuando aseguro que no opino nada, que no me interesa nada de nada y que no entiendo los motivos de este subid¨®n porteril que le ha dado al personal, me miran con ese aire condescendiente que reservamos para los tipos raros. O peor a¨²n, con una cierta mirada reprobadora, en plan, "t¨², ?de qu¨¦ vas!".
"El 'todo vale' del coraz¨®n ha llegado a unos extremos que me parecen realmente serios"
Lo cierto es que no voy de nada, y que realmente no me interesan los asuntos de alcoba y mesita de noche, m¨¢s all¨¢ del sano -y siempre controlado- ejercicio de la virtud de la chafarder¨ªa. Regodearme en los matices de un conflicto privado, del que s¨®lo conozco cuatro t¨®picos, y cuyos entresijos no me aportar¨¢n nada m¨¢s que una buena dosis de bober¨ªa me parece un ejercicio tremendamente t¨®xico. Como dice el amigo -y sin par- I?aki Anasagasti, de este affaire s¨®lo me interesa si el divorcio le costar¨¢ algo al erario p¨²blico.
Sin embargo, estoy francamente interesada en el inter¨¦s que ponen determinados espacios de la corte rosa. Y lo estoy, no tanto por lo que dicen, sino por los l¨ªmites que quiebran, diariamente, en su voracidad por devorar un puntito de share televisivo. El todo vale del coraz¨®n ha llegado a unos extremos que me parecen realmente serios, y lo digo, no desde la perspectiva moral o incluso ¨¦tica, sino desde la perspectiva democr¨¢tica. En este pa¨ªs extra?o y bastante neur¨®tico, unos jueces han secuestrado una revista por practicar el sano ejercicio del humor grueso y, sin embargo, han mirado hacia otro lado, mientras los plat¨®s rosas se llenaban de intimidades violadas, de amantes de personas ya fallecidas, de maltratos mercadeados en la tribuna p¨²blica, de hijos de famosos perseguidos hasta el delirio, de h¨¢bitos privados regodeados histri¨®nicamente y, en definitiva, de todo el diccionario de la pornograf¨ªa del morbo ¨ªntimo.
El divorcio de Jaime de Marichalar y la infanta Elena no s¨®lo no ha escapado a esta trituradora p¨²blica, sino que es la munici¨®n estelar de los ¨²ltimos d¨ªas y, probablemente, de las pr¨®ximas semanas televisivas. Hablemos, pues, del divorcio, pero dando la vuelta a la c¨¢mara, situando el debate en el punto de mira de los que hablan de ¨¦l. Dicen que el periodismo del coraz¨®n ha "popularizado" a la realeza, en el sentido en que la ha situado en el mismo territorio donde habitan Bel¨¦n Esteban y Nuria Berm¨²dez.
Una amiga de la cosa me dec¨ªa: "es un gesto republicano". ?Fant¨¢stico! O sea que la rep¨²blica, hoy, se basa en situar en la misma l¨ªnea de mierda a los reyes con el resto de humanos. Por supuesto, es un argumento poderoso, tanto como es falaz y tramposo. Porque el tema no es rebajar a los miembros de la familia real al suelo de los simples mortales. El tema es subir el list¨®n del respeto a todos, y frenar esta despiadada locura del mercadeo con la intimidad ajena. En el caso de esta pareja regia, la cosa es especialmente cruel. Primero, porque el diente lo hincan en el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil, que, sin duda es, Jaime de Marichalar. Segundo, porque la org¨ªa de insinuaciones, especulaciones y todo tipo de rumores ha llegado hasta el punto de insinuar homosexualidades no reconocidas o abusos de alegr¨ªas incorrectas. En alg¨²n v¨ªdeo se llegaron a interpretar los gestos del guardaespaldas hacia Marichalar, para poder sacar punta a cada frame, no fuera caso que fuera algo m¨¢s que un guardaespaldas. Me dir¨¢n, con raz¨®n, que esta derivada hacia el infierno no es nueva en este tipo de periodismo, pero alg¨²n d¨ªa tendr¨¢ que tener un l¨ªmite.
Y lo digo desde la simpat¨ªa que siempre le tuve al g¨¦nero, cuando era cr¨®nica social sin m¨¢s ambici¨®n que el retrato alambicado de los "posibles" de cada momento. Pero ahora estamos ante un periodismo de sexo duro, y a pesar de haber sido mucho m¨¢s condescendiente con el nuevo formato, en sus inicios, hoy lo considero letal. Algunas persecuciones de hijos de famosos, de sus noches, sus primeras novias, de sus fracasos publicitados hasta el paroxismo me entristecen especialmente. No s¨¦, pero creo que asistimos, como espectadores encantados, a un panor¨¢mico acto de crueldad sistem¨¢tica. Puro sadismo, si no fuera puro negocio.
Acabo este art¨ªculo con un pos. Los caminos de la vida me incitan a asumir nuevos retos y a abandonar los antiguos. Densa piel, la dejada en este espacio bello y amado. Gracias por estar ah¨ª durante tantos a?os, cr¨ªticos y c¨®mplices.
www.pilarrahola.com
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