Trabajadores del conocimiento
La inserci¨®n en la econom¨ªa del conocimiento no es s¨®lo sin¨®nimo de modernizaci¨®n, sino de capacidad para sobrevivir competitivamente en la escena global. Para cualquier econom¨ªa avanzada, la generaci¨®n de ganancias de productividad exige la disposici¨®n de dotaciones suficientes de capital humano y capital tecnol¨®gico que puedan garantizar una diferenciaci¨®n exitosa, en particular de aquellas otras que siguen basando su competitividad en la disposici¨®n de ventajas en costes. La evidencia es cada d¨ªa m¨¢s expl¨ªcita.
Los resultados que incorpora la ¨²ltima edici¨®n del World Competitiveness Index del World Economic Forum dejan poco lugar a las dudas. De los factores que condicionan la movilidad en esos rankings, asimilables a la liga competitiva de las naciones, las que mejor defienden las posiciones de cabeza o avanzan de forma significativa son aquellas econom¨ªas que m¨¢s decididamente invierten en esos ¨¢mbitos, adem¨¢s, por supuesto, de garantizar la calidad de sus instituciones y una flexibilidad de sus mercados.
La generaci¨®n de ganancias de productividad exige la disposici¨®n de dotaciones suficientes de capital humano y capital tecnol¨®gico
No menos importante es la capacidad de sus empresarios para adaptarse a unas exigencias del entorno cada d¨ªa m¨¢s complejas, demandantes de una mejor y m¨¢s moderna gesti¨®n, de una mayor innovaci¨®n y, consecuentemente, de organizaciones m¨¢s flexibles y menos jerarquizadas. Estos dos ¨²ltimos aspectos son rasgos igualmente importantes de la econom¨ªa del conocimiento, complementarios con las habilidades de los trabajadores del conocimiento, potenciadoras del trabajo en equipo, pero absolutamente compatibles con la flexibilidad funcional y la autonom¨ªa.
La disponibilidad y calidad del capital humano, las habilidades de los que trabajan (no s¨®lo la educaci¨®n formal, sino tambi¨¦n el aprendizaje durante la vida laboral), se sit¨²an con raz¨®n en el lugar m¨¢s destacado de las prioridades de las econom¨ªas m¨¢s competitivas. Es la condici¨®n necesaria para un uso eficiente de la inversi¨®n en intangibles, en I+D, en particular, y de un mayor dinamismo de los mercados. Constituye tambi¨¦n uno de los fundamentos para que coexistan objetivos como el necesario aumento de la competitividad con la preservaci¨®n de la cohesi¨®n social; para aproximarse a aquella aspiraci¨®n definida en la Estrategia de Lisboa destinada a hacer de Europa "la m¨¢s din¨¢mica y competitiva econom¨ªa del conocimiento": la consecuci¨®n de "m¨¢s y mejores puestos de trabajo".
El an¨¢lisis de esa dimensi¨®n de la calidad del trabajo es el objeto de un interesante informe que ha difundido The Work Foundation (Exploiting Europe's Knowledge Potential: 'Good work' or 'Could do Better'. Knowledge Work and Knowledge Workers in Europe). Analizando las caracter¨ªsticas de los trabajadores del conocimiento han creado un ¨ªndice del "buen trabajo" basado en casi una veintena de indicadores de condiciones de trabajo, desde la capacidad para la soluci¨®n de problemas a la correspondiente para aprender nuevas cosas, o el grado de autonom¨ªa. El objetivo es analizar c¨®mo influyen diferentes pol¨ªticas en las condiciones de trabajo de los trabajadores del conocimiento y c¨®mo ¨¦stas se encuentran vinculadas a la calidad del capital humano.
Los resultados del ¨ªndice son absolutamente consistentes con los que arrojan otros muchos indicadores expresivos de la competitividad de las naciones: los pa¨ªses n¨®rdicos, a la cabeza, disponen de una proporci¨®n de trabajadores del conocimiento mucho m¨¢s elevada que el resto de Europa y tambi¨¦n de mayor calidad del trabajo. Ello no es incompatible con la necesaria flexibilidad de los correspondientes mercados de trabajo: en realidad, son ellos los que en mayor medida aplican ese principio de flexicurity de resultados tan expl¨ªcitos en Dinamarca. Las posiciones m¨¢s rezagadas en ese ¨ªndice las ocupan, tambi¨¦n de forma consistente con otras clasificaciones, las econom¨ªas del sur de Europa: pocos trabajadores del conocimiento y las empresas no obtienen de ellos todo su potencial. Mientras que en el conjunto de Europa, el este incluido, un 45% de todos los trabajadores europeos lo son del conocimiento, en el sur no llega al 34%.
No hace falta decir que la calidad (remuneraci¨®n, ausencia de todo tipo de discriminaci¨®n, seguridad, flexibilidad, autonom¨ªa y control sobre el ritmo de trabajo...) de los trabajadores del conocimiento es significativamente m¨¢s elevada que la del resto. Tambi¨¦n, no menos significativo, la satisfacci¨®n e identificaci¨®n con lo que hacen, esencial para que afloren las deseadas ganancias de productividad.
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