El refugio de 'siempretodav¨ªa'
Recuerdo haber pasado una gran tarde con Paula de Parma y Gonzalo Herralde en la casa de la Huerta de San Vicente, a finales de los a?os setenta, cuando la antigua residencia de verano ya no estaba habitada, pero segu¨ªa perteneciendo a la familia. No se me olvida que Laura Garc¨ªa Lorca ten¨ªa las llaves y abri¨® la puerta, y recuerdo -toda la tarde parec¨ªa forjada para el recuerdo de una situaci¨®n irrepetible- dos ventanas abiertas al sol invernal, un jilguero que cantaba, y aquel incierto rumor de maizales y de agua. En la casa se hab¨ªa detenido el tiempo. El piano, la cocina, la cama, ya s¨®lo faltaba alguien planchando y la radio puesta. Todo parec¨ªa conservarse intacto, id¨¦ntico a como lo dejara el poeta en su ¨²ltima estancia. La Huerta hab¨ªa sido, explic¨® Laura, el santuario de la creaci¨®n de Federico. Y parec¨ªa haberse convertido, a escala familiar, en el santuario del recuerdo m¨¢s sagrado, aunque, al lado de tan grave sensaci¨®n, circulaba la frescura de la tarde invernal y la impresi¨®n de estar sencillamente en la casa de una amiga. Y tambi¨¦n recuerdo que terminamos enzarz¨¢ndonos en la imposible reconstrucci¨®n del sereno paisaje que en otra ¨¦poca hab¨ªa rodeado el lugar y que el horrible crecimiento de Granada hab¨ªa literalmente destrozado.
Ni siquiera se me ocurri¨® pensar que un d¨ªa volver¨ªa. Pero despu¨¦s lo he hecho en varias ocasiones, convertida ya la casa en un lugar que ha sabido conservar, en la energ¨ªa del ambiente, la frescura original de aquella tarde. S¨®lo que ahora es un museo y para m¨ª el recuerdo del recuerdo de una energ¨ªa. El viernes, en la Huerta, en el santuario de la creaci¨®n de Lorca, las circunstancias ser¨¢n bien distintas. Hay un comisario suizo llamado Hans Ulrich Obrist. Y un lance art¨ªstico titulado Everstill / Siempretodav¨ªa, que va a convertir temporalmente la casa en un museo vivo que acoger¨¢ los trabajos e intervenciones de creadores como Gilbert and George, Tacita Dean, Franz West o Cristina Iglesias y la pareja art¨ªstica formada por David Bestu¨¦ y Marc Vives, todos ellos invitados a esta primera fase de la exposici¨®n que tendr¨¢ su continuaci¨®n en el mes de mayo.
De mi intervenci¨®n en Everstill / Siempretodav¨ªa s¨®lo puedo decir que, si no he entendido mal, leo en el jard¨ªn, hacia el mediod¨ªa del s¨¢bado, un texto que habla de que siempre un verdadero artista es un solitario de s¨ª mismo. Debido a que viajo al santuario de la creaci¨®n de Lorca, he elegido para leer La gloria solitaria, que cierra Exploradores del abismo, mi ¨²ltimo libro. Hablo en esas p¨¢ginas del aislamiento, entre otras cosas tan necesario para crear. "El aislamiento es un componente indispensable de la felicidad humana", sol¨ªa comentar Glenn Gould. ?Y qu¨¦ decir de Thelonious Monk, que en los ¨²ltimos a?os dorm¨ªa en un club nocturno de Boston debajo del piano en el que tocaba? Un d¨ªa, mientras actuaba, se qued¨® inm¨®vil, presionando las teclas, sin sonido, durante tanto tiempo que, al final, sus seguidores abandonaron el escenario. Estaba oyendo algo que ellos no o¨ªan.
Debido a que invocar¨¦ a tan sublimes pianistas, quiz¨¢s el texto deber¨ªa leerse en el interior mismo del santuario, exactamente junto al piano de Lorca, pero lo har¨¦ en el jard¨ªn, desafiando el remordimiento que me sobrevendr¨¢ por no haberlo le¨ªdo inm¨®vil ante el piano, presionando las teclas, con sonido o sin ¨¦l, o con el sonido de campanas y respiraciones que me dicen que viaja con Enrique Morente a la Huerta y que recorrer¨¢ toda la casa y pasar¨¢ hasta por debajo de la cama del poeta, donde, como si fuera la de Monk en aquel club de Boston, han montado Bestu¨¦ y Vives un teatrito de insectos con robots que dialogar¨¢n sobre la vida y la muerte y muy especialmente sobre la sombra que le da a la casa el gran ¨¢rbol son¨¢mbulo.
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