El escenario como cors¨¦
En el primer plano de Fados, la nueva incursi¨®n de Carlos Saura en el mundo de la m¨²sica tradicional, una frase sobreimpresionada informa al espectador de que "el fado naci¨® entre la marginalidad, en prost¨ªbulos y tabernas". Sin embargo, la secuencia inaugural muestra un enorme sal¨®n con suelo de moderna tarima flotante, punteado por paneles iluminados de color, que ejercen de paredes y, espor¨¢dicamente, de pantallas donde se proyectan im¨¢genes. En el escenario entra un grupo de m¨²sicos con tambores. Aire de jarana. Gritos festivos. Pero el contraste no funciona. El plat¨® enfr¨ªa cada nota, cada ritmo, cada sonrisa. La actuaci¨®n suena impostada. Incluso los m¨²sicos parecen peces fuera del agua. Los paneles iluminados y el tratamiento fotogr¨¢fico son la imagen de marca de Saura. De los ¨²ltimos musicales de Saura, de Flamenco, Tango, Salom¨¦ e Iberia, filmados entre 1995 y 2005. Pero en algunas de las actuaciones de Fados, sobre todo en la de NBC+SP&Wilson, una especie de hiphoperos fadistas, la f¨®rmula est¨¦tica de la pel¨ªcula lleva al espectador hasta la inevitable desconexi¨®n.
FADOS
Direcci¨®n: Carlos Saura.
Intervienen: Chico Buarque, Caman¨¦, Toni Garrido, Caetano Veloso.
G¨¦nero: musical. Portugal-Espa?a, 2007.
Duraci¨®n: 85 minutos.
Las canciones de figuras tan contrastadas como Chico Buarque, Caman¨¦, Miguel Poveda, Toni Garrido o Caetano Veloso se suceden. Cada una de ellas en una variante del fado. Seg¨²n el tipo de tonalidad, se ajustan en mayor o menor medida al escenario, mientras Saura filma las interpretaciones de forma m¨¢s acad¨¦mica que art¨ªstica, m¨¢s convencional que arriesgada. Al menos el director aragon¨¦s se ha dado cuenta de que la sistem¨¢tica narrativa utilizada en Tango (1998), donde se mezclaban las actuaciones con una trama de ficci¨®n cogida por los pelos, restaba m¨¢s que sumaba. En Fados s¨®lo hay m¨²sica. De la buena. Por eso las interpretaciones m¨¢s intimistas son las que mejor recogen la c¨¢lida luz de Jos¨¦ Luis L¨®pezLinares (que, a partir de Salom¨¦, recogi¨® el testigo fotogr¨¢fico de Vittorio Storaro). Aunque el momento m¨¢s llamativo, el m¨¢s logrado, surge cuando Saura decide ilustrar un par de temas con im¨¢genes documentales de la Revoluci¨®n de los Claveles, o con im¨¢genes callejeras de Lisboa (esta vez fotografiadas por Eduardo Serra). El fado sale a la calle, a su origen. Se hace menos elitista. Y ah¨ª s¨ª que convergen m¨²sica e imagen. Pasi¨®n y sentimiento.
Para el fin de fiesta, los ¨²ltimos minutos de su nuevo musical, el director ha preparado una actuaci¨®n con p¨²blico en una Casa del Fado. En principio, promete. La taberna parece el mejor escenario; ah¨ª s¨ª que deber¨ªa salir a flote la verdadera raigambre de la m¨²sica. Pero la pulcritud buscada en el sonido es el peor enemigo de la sucesi¨®n de tonadillas. Los aplausos enlatados son s¨®lo una prueba de que nadie del p¨²blico parece c¨®modo. La jarana invisible. La fiesta encorsetada. Saura, con no menos de siete obras maestras en el terreno de la ficci¨®n, todas de su primera ¨¦poca, ha basado la ¨²ltima parte de su carrera en el musical. Los fan¨¢ticos del tango o del fado se lo agradecer¨¢n. Los que amamos La caza, La prima Ang¨¦lica y Cr¨ªa cuervos, no tanto.El contraste no funciona. El plat¨® enfr¨ªa cada nota, cada ritmo, cada sonrisa
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