Televisi¨®n de alto riesgo
El morbo televisivo y la violencia machista resultan letales. Se impone la autorregulaci¨®n
Fue el asesinato de una mujer que hab¨ªa acudido a la televisi¨®n a denunciar la vida de vejaciones y malos tratos que le hab¨ªa dado su marido lo que hizo emerger en Espa?a el problema de la violencia de g¨¦nero. Ana Orantes muri¨® en 1997 despu¨¦s de que su marido la rociara con gasolina y la quemara viva. Svetlana, una joven rusa que intentaba construirse una vida digna con su hija en Espa?a, ha sido la ¨²ltima mujer que muere a manos de su compa?ero sentimental tras haber pasado por un plat¨® de televisi¨®n. Un buen motivo de reflexi¨®n para la jornada de lucha contra la violencia de g¨¦nero que se celebra el pr¨®ximo domingo.
Svetlana es la quinta mujer que muere en Espa?a despu¨¦s de que su tragedia se cruzase con una televisi¨®n. Con la diferencia de que Ana Orantes acudi¨® a Canal Sur para denunciar un problema que sufr¨ªan miles de mujeres y Svetlana acudi¨® al programa Diario de Patricia de Antena 3 sin saber que la persona con la que iba a encontrarse en el plat¨® para darle una sorpresa no era ning¨²n familiar ruso, sino la persona a la que hab¨ªa denunciado por malos tratos y que acababa de ser condenada a 11 meses de prisi¨®n por ello.
Svetlana ha sido v¨ªctima de la violencia de su asesino, pero tambi¨¦n del enga?o y las artima?as de un g¨¦nero televisivo que con frecuencia traspasa los l¨ªmites de la dignidad y de la ¨¦tica. ?Hubiera acudido Svetlana al programa de haber sabido que se iba a encontrar con su novio? ?sta es la pregunta que deben responder los responsables del programa. M¨¢s all¨¢ de la eventual responsabilidad civil en que hubiera podido incurrir la televisi¨®n por un posible da?o al derecho a la intimidad y al honor, es evidente que el caso plantea con crudeza la cuesti¨®n de hasta d¨®nde est¨¢n dispuestas a llegar las televisiones por la audiencia. La ley del "todo vale" est¨¢ llevando el g¨¦nero de los reality show por caminos cada vez m¨¢s cenagosos y es hora de plantearse si se ha de poner coto a un modo de hacer televisi¨®n basado en la instrumentalizaci¨®n descarada de la desgracia ajena.
Con este tipo de programas, los plat¨®s de la televisi¨®n se convierten en escenarios de riesgo. Es sabido que el despecho del maltratador se vuelve m¨¢s furioso cuando la humillaci¨®n se hace p¨²blica, y no la hay mayor que sentirse rechazado ante millones de personas. Pero son tambi¨¦n escenarios de riesgo porque degradan la imagen de sus protagonistas. Los responsables de estos programas pueden alegar que nadie va contra su voluntad a un plat¨® de televisi¨®n, y ser¨¢ cierto, pero tambi¨¦n lo es que hay muchas maneras de enga?ar.
Puestos a buscar protagonistas para el espect¨¢culo, siempre habr¨¢ alguien suficientemente vulnerable desde el punto de vista emocional, cultural o social a quien tentar, o alguien dispuesto a pagar con el rid¨ªculo el precio de tener cinco minutos de notoriedad. Los responsables de la televisi¨®n deben aclarar de una vez si est¨¢n dispuestos o no a autorregularse. Porque, de lo contrario, la sociedad tendr¨¢ que adoptar otras medidas para defenderse.
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