Ra¨ªces modernas
Oigo en la radio la entrevista a un compositor pop de Miami que visita Colombia. Declara que est¨¢ muy contento desde que aterriz¨® porque quiere descubrir la tierra que gest¨® m¨²sicos como Shakira y Juanes. Acaso sin saberlo, el compositor repite un estereotipo: cree que los dos artistas colombianos de mayor proyecci¨®n internacional son lo ¨²nico o lo mejor que ha dado musicalmente esta tierra.
Shakira podr¨ªa no ser colombiana. Salvo una alusi¨®n a la ciudad de Barranquilla en la canci¨®n Hips don't lie, no hay en su m¨²sica elementos r¨ªtmicos de Colombia. Con Juanes sucede casi lo mismo, aunque en los momentos en que escapa del pop m¨¢s edulcorado nos regala canciones como La paga y La camisa negra, que se basan en un ritmo popular de la zona cafetera colombiana llamado guasca.
Iv¨¢n Benavides: "Hay que ir a los pueblos y tener encuentros con los verdaderos m¨²sicos"
Buscan, como escribi¨® alguna vez Alejo Carpentier, encontrar "lo universal en las entra?as de lo local"
Hace poco la edici¨®n local de la revista Rolling Stone public¨® un reportaje con el compositor Iv¨¢n Benavides, que declaraba: "Hay que ir a los pueblos y tener encuentros con los verdaderos m¨²sicos". Benavides sabe de lo que est¨¢ hablando: fue el talentoso compositor y coproductor del disco La tierra del olvido, de Carlos Vives, y tambi¨¦n particip¨® del proyecto Sidestepper con su afortunada mezcla entre cumbia y m¨²sica electr¨®nica. Su m¨¦todo de trabajo consiste en hacer investigaci¨®n de campo. Viaja a los pueblos costeros, se convierte en disc¨ªpulo de olvidados maestros y termina asimilando los ritmos y la l¨ªrica de las culturas rec¨®nditas de Colombia. Su m¨¢s reciente empresa como productor fue el disco Un fuego de sangre pura, del conjunto folcl¨®rico Los Gaiteros de San Jacinto.
Esa metodolog¨ªa del viaje en busca de la ra¨ªz ha sido seguida por las nuevas generaciones de m¨²sicos independientes. Buscan nuevos golpes de tambor, melod¨ªas olvidadas o una poes¨ªa primigenia. Se trata de instrumentistas, compositores y cantantes que no pertenecen a ninguno de los grandes sellos disqueros, sino que publican sus grabaciones en ediciones peque?as (un promedio de mil ejemplares) de circulaci¨®n local. Al no confinarse a las reglas del mercado, tienen libertad creativa y pueden tomarse todo el tiempo que sea necesario para investigar, componer, grabar y publicar.
Quiz¨¢ el primer disco importante de esta onda fue Palante Patr¨¢, del grupo Curupira. Editado en marzo de 2000, el ¨¢lbum era una verdadera sinfon¨ªa selv¨¢tica con sonidos de tambores, maracas y gaitas. El nombre del grupo ha sido tomado de un duende mitol¨®gico que tiene los pies al rev¨¦s, por lo cual camina palante dejando la huella patr¨¢. En las notas de aquel disco, los integrantes de Curupira anunciaban: "Estamos caminando hacia un lenguaje propio y actual bas¨¢ndonos en las ra¨ªces".
Para los m¨²sicos j¨®venes, est¨¢ claro que no se puede avanzar art¨ªsticamente qued¨¢ndose en la ciudad. Pero el usufructo de estas traves¨ªas es siempre distinto. El grupo de rock Aterciopelados, por ejemplo, forj¨® su estilo a partir del contacto con tribus ind¨ªgenas del sur de Colombia: su disco La pipa de la paz puede entenderse como un llamado a la conciencia de diversidad de etnias y culturas dentro de un mismo territorio.
En 2004 un grupo de amigos de Medell¨ªn viaj¨® a Talaigua, un pueblo pesquero de 20.000 habitantes sobre el cual lo ¨²nico que sab¨ªan era que all¨ª hab¨ªa nacido la legendaria cantante Tot¨® la Momposina. Se imaginaban, como el ingenuo compositor pop, que pisando esa tierra descubrir¨ªan el secreto de la musicalidad. Encontraron, en cambio, a una banda borracha de vientos que no se distingu¨ªan precisamente por su afinaci¨®n. Pero la experiencia les cambi¨® el o¨ªdo. Decidieron evocar en su m¨²sica aquellas disonancias, aquel desparpajo, y hoy son quiz¨¢ la banda de jazz m¨¢s importante de Colombia. Su nombre es Puerto Candelaria.
Casos como ¨¦stos hay muchos en la escena actual de la m¨²sica colombiana. Buscan, como escribi¨® alguna vez Alejo Carpentier, encontrar "lo universal en las entra?as de lo local". Algunos no pasan del experimento y del primer disco. Otros son ya instituciones y se les puede o¨ªr casi todos los fines de semana en veladas de rumba que casi llegan hasta el amanecer. La Mojarra El¨¦ctrica pone a bailar con ritmos de la costa Pac¨ªfica, pero agregando guitarra y bajo el¨¦ctrico. La 33 ha inventado algo llamado "salsa bogotana", donde pueden o¨ªrse ecos de los discos del sello Fania con un acento regional. Choc Quib Town presenta un rap alegre sin olvidar las referencias a la situaci¨®n, no siempre f¨¢cil, de las ¨¢reas rurales de Colombia. Porque definitivamente algo tiene la m¨²sica de paliativo. Bien lo dice aquel ¨²nico vallenato que ha grabado Serrat: "Cuando estoy en la parranda no me acuerdo de la muerte". -
Juan Carlos Garay es periodista y cr¨ªtico musical.
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