Pa¨ªs de novela
All¨¢ donde el d¨ªa y la noche llegan siempre a la misma hora y las cuatro estaciones conviven a la vez, la paz no se ama?a. All¨¢ donde un dolor empuja al otro y sus gentes se empe?an en decir que es el mejor vividero del mundo, queda Colombia.
Ese pa¨ªs que no todos saben situar en el mapa pero que s¨ª saben que existe porque ha sido pintado por el resto del mundo con frases hechas e hiperb¨®licas que lo sit¨²an un segundo en el para¨ªso y al siguiente en el infierno: lo muestran como el pa¨ªs donde se habla el mejor espa?ol y lo imaginan envuelto en el aroma del caf¨¦ m¨¢s suave del mundo, pero tambi¨¦n como la tierra de donde salen los mayores alijos de coca¨ªna y que sirve de escondite a los narcotraficantes m¨¢s buscados; la tierra del Nobel de Literatura m¨¢s popular y global y que confunden con el territorio m¨ªtico de Macondo, pero tambi¨¦n donde conviven la guerrilla m¨¢s antigua del mundo y los paramilitares due?os de medio pa¨ªs, pero que aparcan odios a la hora de cuidar cultivos del narcotr¨¢fico; el ¨²nico lugar donde la gente llena varios d¨ªas un estadio para escuchar poes¨ªa, cualquier recinto donde hablen escritores y artistas, o desbordan durante una semana las calles con un festival de teatro. Fieles a uno de sus conjuros humor¨ªsticos: "El pa¨ªs se derrumba y nosotros de rumba".
William Ospina: "Es muy dif¨ªcil escribir sobre el presente. Colombia siempre se demora en llegar al presente"
Jaramillo: "Creo que no hay que hablar de la poes¨ªa colombiana, se debe hablar de la poes¨ªa en castellano"
Dar¨ªo Jaramillo: "Hay una circularidad del tiempo primitiva. ?ste es un territorio que no se acaba de ocupar"
Bonnett: "La di¨¢spora de escritores es muy interesante y con sus libros est¨¢n mostrando nuevas sensibilidades"
Piedad Bonnett: "?El v¨¦rtigo! Los colombianos vivimos en el v¨¦rtigo de que una cosa desplaza a la otra, y a la otra"
Dar¨ªo Jaramillo: "El nuestro es un v¨¦rtigo sin pasado. No tenemos a qu¨¦ agarrarnos a la hora de la ventisca"
Una suerte de enigma en un tiempo circular.
Y en esa Colombia de brumosa realidad se abren paso las voces de tres de sus escritores m¨¢s relevantes: William Ospina, Dar¨ªo Jaramillo y Piedad Bonnett. Los tres son poetas y narradores con el pa¨ªs en la cabeza. Ahora est¨¢n en la oto?al Bogot¨¢, en el barrio colonial de La Candelaria, despidiendo el d¨ªa y recibiendo la noche en el patio del complejo cultural conocido como La manzana cultural, mientras tratan de descifrar ese collar de alegr¨ªas y penas que se repite desde los mismos albores del pa¨ªs en tiempos de la Conquista y que ha rastreado con versos y prosas una sucesi¨®n de autores y obras que fueron pioneras en el nuevo mundo (El carnero), servido de gu¨ªa para la novela en la reci¨¦n estrenada Latinoam¨¦rica del XIX (Manuela), avanzado en el modernismo con la poes¨ªa de Jos¨¦ Asunci¨®n Silva, dado dos de los hitos de la literatura latinoamericana (Mar¨ªa, en lo rom¨¢ntico, y La vor¨¢gine, en el realismo), m¨¢s el hito mundial de Cien a?os de soledad; mientras una generaci¨®n de escritores repartidos por el mundo tratan de no dejarse intimidar por ese pasado, que a¨²n es presente.
PREGUNTA. Si hoy se escribiera la gran novela de la Colombia del siglo XXI, ?qu¨¦ elementos deber¨ªa tener esa obra para que un ciudadano de Pek¨ªn, por ejemplo, pudiera conocer y entender el pa¨ªs?
PIEDAD BONNETT. Tendr¨ªa que tener b¨¢sicamente un lenguaje de car¨¢cter universal. Con una idea muy particular que d¨¦ suficientemente cuenta de la complejidad de lo narrado. Simplemente. No creo que deba tratar de nada en especial. Una gran novela es siempre una novela extraordinariamente escrita y que de alguna manera aporta desde el lenguaje y la visi¨®n del mundo algo a lo ya escrito. Que fue lo que hizo Garc¨ªa M¨¢rquez con Cien a?os de soledad. Entre otras cosas, tendr¨ªa que ser muy distinta de esa obra porque el pa¨ªs ha cambiado mucho en 40 a?os; los lenguajes literarios han buscado otros caminos.
P. Tem¨¢ticamente, siempre hay t¨®picos sobre pa¨ªses y Colombia no escapa a ello. Hay libros que reflejan la realidad violenta y de encrucijada del pa¨ªs. ?C¨®mo ven esa presencia literaria?
WILLIAM OSPINA. Es muy dif¨ªcil escribir sobre el presente. Una novela colombiana sobre el siglo XXI se escribir¨¢ por all¨¢ en el siglo XXIII. Colombia siempre se demora en llegar al presente. Ahora podemos escribir m¨¢s o menos sobre el siglo XIX o XX. Pero, de todas maneras, como aqu¨ª las cosas se repiten tanto, tal vez no se note la diferencia si estamos hablando del pasado o del futuro. Los temas suelen ser repetitivos y recurrentes. Hay algunos temas de la violencia modernos que van a estar cada vez m¨¢s presentes en nuestra realidad y en nuestra literatura y en el arte en general. Por ejemplo, el de los emigrantes, que es el tema de los cruces culturales y de tradiciones. Antes ten¨ªamos poca conciencia de ello, y, por supuesto, es un fen¨®meno que les est¨¢ ocurriendo a muchos pa¨ªses. A unos porque se est¨¢ yendo la gente y a otros porque les est¨¢ llegando. Miro a Europa y veo que va a empezar a redefinirse a s¨ª misma en la medida en que empiece a tener inmigrantes de todas partes.
DAR?O JARAMILLO. Aqu¨ª hay una circularidad en el tiempo muy curiosa, primitiva. Pero no es acertado pensar un pa¨ªs como objeto de una novela. Las novelas son historias particulares, y la realidad, no s¨®lo la de aqu¨ª sino la de muchas partes, es como una cebolla, con capas.
P. ?Por qu¨¦ esa circularidad del tiempo?
W. O. El hecho de que la literatura sea repetitiva en su tem¨¢tica me parece que se debe a que la realidad tambi¨¦n lo es. Ahora, por qu¨¦ en Colombia se repiten ciertos hechos es algo que vale la pena interrogarse. Pero si algo ha tenido la literatura colombiana es que ha obedecido siempre a b¨²squedas personales de los escritores que no le han dado nunca la espalda a lo que est¨¢ ocurriendo desde los tiempos de la Conquista. Siempre hubo una conexi¨®n muy grande entre lo que se hac¨ªa en la literatura y lo que estaba pasando en la Historia. La gran literatura de la violencia no es muy sobresaliente en su factura, pero s¨ª con unas b¨²squedas que ten¨ªan que terminar en grandes obras, y me parece que con lo del narcotr¨¢fico se ha dado tambi¨¦n. Es una realidad tan abrumadora, tan agobiante, tan omnipresente, que es imposible que los escritores no le hagan caso y no la traten; e incluso que a veces no se pierdan un poco en dar el testimonio de lo que est¨¢ pasando. Pero todo eso sirve para que tarde o temprano de ellos emerja una gran obra literaria, una que reciba el tributo de toda esa experiencia y madure en algo m¨¢s trascendente.
P. B. Vargas Llosa dijo una vez que los escritores somos los gallinazos que nos alimentamos de la carro?a y, si eso es as¨ª, Colombia entonces es por excelencia carro?era. Lo que pasa es que si algo tiene Colombia son incertidumbres y preguntas sin responder. Y lo que un escritor siempre hace es no tratar de contestar o resolver cuestiones, como hacen los soci¨®logos o los historiadores, sino presentar el conflicto, tratar de desentra?ar causas, s¨ª, pero nunca resolver finalmente los problemas. Sobre todo en un pa¨ªs como ¨¦ste donde hay una especie de cuesti¨®n recurrente en que volvemos una y otra vez a hundirnos en asuntos aterradores. Aqu¨ª se perdieron hace tiempo los l¨ªmites entre una cosa y otra. No sabemos d¨®nde empieza la delincuencia com¨²n, d¨®nde la guerrilla se volvi¨® delincuencia com¨²n.
W. O. Donde la decencia se volvi¨® delincuencia com¨²n.
D. J. O la delincuencia se volvi¨® decencia. Se me ocurren hip¨®tesis en desorden. En una sociedad no normativa, no arm¨®nica y siendo circular, lo que significa es que no hay una memoria hist¨®rica, sino que siempre estamos tratando de volver a empezar. ?ste es un territorio que no se ha acabado de ocupar... Un gran sancocho que apenas comienza a reunir todas sus partes y no tiene ni siquiera el primer hervor, mientras tanto ?s¨¢lvense quien pueda! No hay una historia, hay una mitolog¨ªa de la cual nos agarramos cual clavo ardiendo. Entonces lo que queda es esperar a que se acabe de ocupar el territorio, porque incluso yo dudar¨ªa de que estuviese leg¨ªtimamente ocupado. Todav¨ªa hay movimientos de poblaci¨®n que se tienen que desplazar en busca de d¨®nde quedarse. Todo est¨¢ como en un primer d¨ªa de la creaci¨®n.
P. B. Hay otra cosa muy tremenda: ?el v¨¦rtigo! Los colombianos, sobre todo desde los a?os cincuenta, vivimos en el v¨¦rtigo de que una cosa desplaza a la otra, y a la otra. Entonces el tiempo para la reflexi¨®n del ciudadano com¨²n, incluso del periodista, es muy complicado. Aqu¨ª un escritor est¨¢ acosado de preguntas, de hechos. Nadie tiene aqu¨ª m¨¢s materia prima que los escritores, pero ?c¨®mo agarrar esa materia prima y c¨®mo darle una forma que comunique sentido? Hay gente como William que tiene una ambici¨®n macroc¨®smica y otros microc¨®smica porque es la ¨²nica manera en que sienten que se pueden mover en ese universo. O la iron¨ªa, el humor, el desd¨¦n. Hay tantas maneras de abordar esa realidad que nos desborda.
W. O. El v¨¦rtigo es el signo de la ¨¦tica en todas partes y cada pa¨ªs vive el v¨¦rtigo a su modo. Pero aqu¨ª se siente de un modo particularmente vertiginoso por el hecho de que no llegamos a construir una gran tradici¨®n antes de que comenzara el v¨¦rtigo. Pero similares descomposiciones de toda ¨ªndole se viven en el mundo y la literatura las refleja. Uno ve, por ejemplo, que se pueden establecer paralelos entre una literatura como la de Michel Houellebecq y la de Fernando Vallejo con respecto al nihilismo, a la inversi¨®n de muchos valores; pero, claro, cada uno est¨¢ luchando contra sus propios fantasmas y demonios. Y s¨ª, Am¨¦rica, Colombia particularmente, est¨¢ incorporada a la modernidad hace s¨®lo cinco siglos y ha corrido a unas velocidades a las que no ha tenido que hacerlo Europa.
P. Am¨¦rica juega con desventaja.
W. O. Y a veces con ventaja, en la medida en que esa intensidad de la vida nos ense?a a aprender de un modo abreviado y acelerado muchas cosas. Para nosotros ha sido afortunado el haber alcanzado a ver en nuestra infancia la cola de los dragones de la Edad Media, y estar viendo en otro extremo las fauces de los dragones del Apocalipsis porque nos permite contrastar mejor lo sucedido. Nosotros s¨ª sabemos qu¨¦ significa estar destruyendo la naturaleza, porque hasta hace poco estaba intacta. Estamos en condiciones de ver, como buenos orilleros, muchas cosas que no se ven desde el centro de la civilizaci¨®n.
D. J. Una nota distintiva es que el nuestro es un v¨¦rtigo sin pasado. No tenemos a qu¨¦ agarrarnos a la hora de la ventisca.
P. B. Y como no sabemos a qu¨¦ hora construimos de verdad una memoria s¨®lida de las cosas tenemos la misma memoria reiterada. Es lo maravilloso que encontr¨® Garc¨ªa M¨¢rquez. Miramos hacia atr¨¢s y todo es id¨¦ntico con una lista innumerable de ca¨ªdos.
W. O. Es que tratamos de conquistar lo que los otros ya est¨¢n perdiendo.
D. J. Es un territorio ocup¨¢ndose.
A la vez que se expanden por fuera t¨®picos y preguntas de una Colombia a la que a todos les da miedo ir pero los que logran visitarla, aparte de que tienen encargos de alguna chispita de esmeralda, luego quieren quedarse o volver; sin importar que un d¨ªa fuerzas agazapadas acabaron pr¨¢cticamente con un partido pol¨ªtico o han matado a m¨¢s candidatos a la presidencia que en ning¨²n otro pa¨ªs; donde el calendario no alcanza para tantas fiestas, festivales y reinados que celebran recursos naturales, santos o diablos, mientras sus valles y monta?as viven la mayor tragedia de desplazados de Occidente por culpa del Estado y el no Estado; un pa¨ªs que tuvo una selecci¨®n mundial de f¨²tbol por la que a¨²n preguntan en medio mundo a la vez que protestan por esa orfandad de juego bonito y alegre en que dej¨® el f¨²tbol reciente. Y donde nunca falta la m¨²sica y hasta un conflicto se resuelve bailando y cantando "porque hay que cantar al sufrimiento / cuando el amor sufrir no deja". Tragedias que los colombianos buscan exorcizar con alegr¨ªa, como lo refleja entre acordeones la letra de un vallenato, uno de sus g¨¦neros musicales m¨¢s aut¨®ctonos: "Como Dios en la tierra no tiene amigos / como no tiene amigos anda en el aire / tanto le pido y le pido, ?ay, hombre! Siempre me manda mis males".
P. Despu¨¦s de esta inmersi¨®n en la realidad del pa¨ªs, y volviendo a los niveles de la literatura como una cebolla, de la que hablaba Jaramillo, ?qu¨¦ realidades se est¨¢n reflejando en la literatura contempor¨¢nea colombiana?
P. B. Como un escritor lo que realmente oye es la voz de su propio imperativo personal, entonces en un pa¨ªs donde la literatura est¨¢ viva tiene que haber registros muy variados. Nosotros podemos constatarlo. Tenemos gente muy interesada en el tema hist¨®rico que se remonta como hace William a los or¨ªgenes, o Juan Gabriel V¨¢squez en Historia secreta de Costaguana, con la cuesti¨®n de Panam¨¢, y hay otros como Burgos Cantor que acaba de escribir sobre la esclavitud.
D. J. Yo mencionar¨ªa otras dos novelas: Tanta sangre vista, de Rafael Baena, que es una novela excepcional sobre la problem¨¢tica presente, y Donde no te conozcan, de Enrique Serrano, sobre los or¨ªgenes jud¨ªos en estos lados.
P. B. Hay una manera de aludir a lo propio de manera aparentemente remota. A su manera cada autor puede hablar de cosas contempor¨¢neas que nos ata?en a todos. Hay gente que est¨¢ muy metida con el tema sicarial o la novela negra; mientras hay otra que habla de historias muy ¨ªntimas. Un escritor como Julio Paredes que en su ¨²ltima novela habla de la vida de un hombre que vivi¨® mucho tiempo en el exterior y que llega derrotado, desencantado y desubicado y afronta un desasosiego existencial. Es el problema de las metas, los sue?os, la juventud. Hay visiones optimistas como la de Laura Restrepo y William. Son de esas personas que apuestan por una salida que termine de salvarnos de la cat¨¢strofe. Hay otros c¨ªnicos como Fernando Vallejo, digamos que su postura ¨¦tica o moral, que la tiene en profundidad, adopta un tono muy distinto, una aparente frialdad ante un mont¨®n de cosas, pero eso es s¨®lo en apariencia. Hay mucha gente joven que est¨¢ trabajando en esas historias particulares muy influidos por la m¨²sica, el cine o que hacen una literatura muy comercial para un gran p¨²blico.
P. Como en todas partes. No es un hecho excepcional.
P. B. Y motivados por muchas cosas externas y con presi¨®n de las editoriales.
D. J. O internas. Si una persona toma la decisi¨®n de "yo quiero ser escritor profesional", pues eso es entrar en el mercado antes que en un oficio o en una idea idealista de la literatura. Entonces las leyes son las del mercado.
P. Se desdibuja la intenci¨®n creadora.
D. J. ?Cambia! Creo que tambi¨¦n es honesto. No podemos ser maniqueos en el sentido de que nosotros somos puros porque escribimos versos y estos muchachos j¨®venes est¨¢n pensando en el anticipo y la traducci¨®n. Simplemente es que yo vivo de ser empleado, esta se?ora vive de ser profesora y ellos quieren vivir de ser escritores.
W. O. Son dos campos que cada vez hay que mirar m¨¢s independientemente: la literatura y el mercado. A veces coinciden, pero es posible que vayan por lados distintos. Ser¨ªa un error pensar que hay que exigirle a los libros para ser v¨¢lidos en t¨¦rminos literarios tener ¨¦xito comercial, porque eso s¨ª ser¨ªa perder completamente el sentido de la realidad y de la profundidad de las cosas. Esta ¨¦poca tiende a crear esa ilusi¨®n: si un escritor no se vende mucho entonces no es bueno.
D. J. Tambi¨¦n puede ocurrir lo contrario.
P. En los ¨²ltimos a?os se tiende a pensar que el escritor debe estar comprometido con el entorno y plasmarlo en sus obras. ?C¨®mo se vive esto en Colombia?
P. B. Son posturas anacr¨®nicas. En el encuentro de Bogot¨¢ 39, el pasado agosto, se vio que la gente se siente comprometida con sus propias necesidades. Como siempre han sido los buenos escritores. Es posible que haya prejuicios que funcionen colectivamente y que la prensa de alguna manera se encarga de hacer cuajar con: "Lo importante ahora ser¨ªa hablar de...".
P. Y que se convierten en moda.
P. B. En realidades muy inmediatas, y ah¨ª es donde a veces pienso que el periodismo unido con la literatura da malos resultados. Un periodista que haga muy buenas cr¨®nicas es algo admirable que un pa¨ªs necesita. Pero, a veces, el periodista capta el tema que est¨¢ en el aire y hace literatura un poco a la r¨¢pida, sin conciencia de lo que es el fen¨®meno literario. Sin embargo, son libros que se venden mucho. Me preocupa la confusi¨®n entre la buena y la mala literatura que propicia mucho la prensa.
P. ?Y de qu¨¦ se est¨¢n nutriendo m¨¢s los escritores colombianos ahora?
W. O. El presente de la literatura colombiana se caracteriza por la gran cantidad de b¨²squedas. Nadie se siente sujeto a un solo precepto o a una sola doctrina, sino que cada quien desde su percepci¨®n de la realidad, y de sus propias necesidades, trata de crear una literatura con mucha libertad. Tenemos suficiente acceso a la informaci¨®n literaria del pasado y del presente, no somos un pa¨ªs en absoluto aislado. En Colombia se lee lo que se est¨¢ leyendo en el mundo y lo que se va a producir. La curiosidad es otra gran caracter¨ªstica, con gente ¨¢vida de experiencias, de conocimiento, de relaciones y de aventuras originales que empiezan a notarse en la literatura.
P. Aunque hay variedad de temas no se ve mucha experimentaci¨®n.
P. B. El experimentalismo a ultranza que se dio hace un tiempo no es propio de estas tierras. Estamos de regreso de lo que hicieron los del boom, que fueron quienes buscaron los recursos formales, extravagantes, que hac¨ªan a las novelas impenetrables. Me di cuenta leyendo a los escritores seleccionados para Bogot¨¢ 39. Por supuesto, ciertas formas experimentales que uno ve en Piglia o en Vila-Matas, o cosas as¨ª, no se ven aqu¨ª de manera clara. Pero tambi¨¦n es muy dif¨ªcil en la inmediatez medir eso. Lo que yo digo de la inserci¨®n o de la influencia de los medios, del cine y de la m¨²sica; eso s¨ª est¨¢ influyendo en los lenguajes de la literatura m¨¢s joven. Tambi¨¦n la exploraci¨®n de los bajos mundos, pero eso ha existido toda la vida. Un escritor es siempre una persona con una inmensa conciencia del lenguaje y de los recursos estil¨ªsticos que est¨¢ manejando; si no es as¨ª no es un escritor. Y primero que todo tiene que ser un gran lector. Y ¨¦l es producto de todo eso y de tratar de innovar. Hay gente a la que no le interesa innovar, y eso es respetable.
D. J. Sin vanguardias.
W. O. A m¨ª me gusta que haya sido as¨ª. Digamos que hubo cierta superstici¨®n en Am¨¦rica Latina con respecto a las vanguardias. Aqu¨ª buena parte de los vanguardismos eran bastantes imitativos, o era una tradici¨®n de Am¨¦rica Latina imitar a Europa. El modernismo hab¨ªa sido nuestra normalizaci¨®n literaria, acab¨¢bamos de adquirir esa normalidad, esa tradici¨®n. Y no est¨¢bamos en una necesidad imperiosa de lanzarnos al v¨¦rtigo del sinsentido buscando huir de nada. En Colombia hubo mucho respeto por la tradici¨®n. Los poetas colombianos posteriores al modernismo estuvieron continuamente en di¨¢logo con la tradici¨®n, eso era una necesidad tambi¨¦n de nuestra sociedad, y tuvieron siempre un gran apego al sentido. Nadie, por muy experimental que fuera, renunci¨® al sentido, ni Le¨®n de Greiff, ni Aurelio Arturo. Y, sin embargo, no podemos decir que no fuera una literatura contempor¨¢nea. Barba Jacob era m¨¢s latinoamericano que colombiano. Seguimos nuestro propio camino, y no me parece que haya sido un camino equivocado. Colombia ha producido una literatura muy rica, y el que las grandes novelas colombianas hayan sido las grandes novelas de la historia de Am¨¦rica Latina: el hito del romanticismo (Mar¨ªa), el hito del realismo (La vor¨¢gine), el hito de la segunda mitad del siglo XX (Cien a?os de soledad), muestra cierta normalidad en nuestra literatura. Las vanguardias fueron quiz¨¢ una necesidad donde se dieron pero aqu¨ª no.
P. Y en un pa¨ªs de gran tradici¨®n de poetas, ?qu¨¦ hay de nuevo?
D. J. Creo que no hay que hablar de la poes¨ªa colombiana, se debe hablar de la poes¨ªa en castellano. Hay que hablar de la perspectiva del idioma, mirar el universo de la poes¨ªa, que vive un buen momento.
P. B. S¨ª, hay una tradici¨®n total en Am¨¦rica Latina.
D. J. Que se aprovecha de la tradici¨®n espa?ola. El pasado tuyo es Jorge Manrique, entonces ah¨ª hay una continuidad, la que da el idioma.
P. B. La tradici¨®n es muy fuerte. Hay nombres muy importantes y pa¨ªses con poes¨ªa vigoros¨ªsima. En Colombia hay poetas excelentes, gente joven haciendo muy buena poes¨ªa y voces muy diversas. No hay alinderamientos, ni tendencias. Eso ya definitivamente est¨¢ muerto.
D. J. Hay voces individuales. Estamos en ¨¢tomos volando...
P. ?Por qu¨¦ Dar¨ªo Jaramillo insiste en la poes¨ªa castellana y no s¨®lo de colombianos?
D. J. Porque uno siente como su hermano de sangre, y voy a decir nombres al azar: a Eugenio Montejo, Jos¨¦ Emilio Pacheco, Luis Garc¨ªa Montero... Estoy diciendo tres pa¨ªses. Es todo lo mismo. Adem¨¢s, uno va descubriendo primero que los ve nombrando cosas de uno que uno quisiera haber podido nombrar tambi¨¦n, pero ya lo hicieron magistralmente; y segundo, uno ve un idioma que se hermana a trav¨¦s de la poes¨ªa m¨¢s que a trav¨¦s del lenguaje cotidiano; a lo mejor siempre ha sido as¨ª, una lengua culta que se va quedando aut¨®noma. Es maravilloso que exista ese internacionalismo de la poes¨ªa.
P. B. Tambi¨¦n es porque hay m¨¢s canales. ?Por fin! A pesar de que la poes¨ªa se sigue publicando tan poquito con libros que no salen de sus pa¨ªses. Sin embargo, hay una especie de hermandad que ha propiciado el encuentro de los poetas a lo largo del continente y con Espa?a.
P. ?C¨®mo ven a los nuevos escritores?
P. B. La di¨¢spora es muy interesante. Hay cantidad de gente que est¨¢ fuera escribiendo muy bien. Eso est¨¢ cambiando en silencio las sensibilidades y las formas de abordar la literatura, porque cuentan otros descensos a los infiernos, y dramas conmovedores.
W. O. Ahora que hablas de ca¨ªdas, acabo de leer uno de los mejores cuentos en mi vida. Es 'Verdor', de un autor colombiano, Tom¨¢s Gonz¨¢lez, del libro El rey del Honka Monka. Es un cuento escrito con mucha lucidez y v¨¦rtigo. Terrible y sublime a la vez, sobre la vida de un hombre que ha perdido a alguien y la manera como va descendiendo. Es un amor perdido el que produce todo esto. No es s¨®lo nihilismo, es dolor.
P. ?Cu¨¢l es el estado de salud del humor literariamente?
W. O. El m¨¢s divertido de los escritores colombianos es Fernando Vallejo.
D. J. Tiene mucho morbo.
W. O. No dir¨ªa un humorista porque parecer¨ªa estar renunciado el alcance de su literatura, pero me parece que tiene humor.
P. B. En la poes¨ªa hay cierto humor.
W. O. Hubo quiz¨¢ mucho, desde Silva. Los poetas siempre nos dejaban una imagen melanc¨®lica y un mont¨®n de an¨¦cdotas divertid¨ªsimas. Para que haya humor se necesita tener una preocupaci¨®n muy profunda por el sentido. Donde no hay sentido no hay humor. Hay un costado de la poes¨ªa moderna en la que se tiende a perder el sentido y el humor no es f¨¢cil de encontrar.
D. J. Hay una tendencia del humor del humorista, de quien escribe para hacer re¨ªr, que es un trabajo dificil¨ªsimo. Un tipo como Daniel Samper lo ha logrado excelentemente. ?l es un periodista, tal vez no sea un cl¨¢sico de la literatura pero sus libros sobre historia de Colombia son divertidos.
W. O. ?No les parece que en otra ¨¦poca los pol¨ªticos hac¨ªan re¨ªr, pero ya no?
P. Ahora uno no sabe si re¨ªr o llorar.
D. J. Eso depende del llanto...
Todo eso sucede all¨¢, en tierras colombianas en cuya literatura suele rondar la tragedia, al estar siempre muy conectada con la realidad, la denuncia social y los abusos. En contrapartida, sus 42 millones de habitantes procuran enfrentar con humor su vor¨¢gine de tiempo, felicidad y penas. Es lo que les permite contar en plan mamagall¨ªstico que cuando san Pedro vio que durante la creaci¨®n Dios pon¨ªa con mimo tanta belleza y recursos naturales en esa esquina norte de Suram¨¦rica, no se mordi¨® la lengua y le pregunt¨® el porqu¨¦ de ese favoritismo, a lo que Dios respondi¨®: "?Aaahhh!, pero no vea la clase de gente que voy a poner all¨ª".
Tres miradas sobre el presente
William Ospina (Padua, Tolima, 1954). Es considerado uno de los escritores e intelectuales m¨¢s destacados de Colombia por la lucidez de sus reflexiones sobre la realidad del pa¨ªs y sus conexiones con el pasado, y una escritura llena de lirismo. Ospina estudi¨® derecho y ciencias pol¨ªticas pero abandon¨® la carrera para dedicarse a la literatura y al periodismo. Poeta, narrador y ensayista, con t¨ªtulos como ?D¨®nde est¨¢ la franja amarilla? y Es tarde para el hombre, y ensayos literarios como Aurelio Arturo y Las auroras de sangre. Entre su obra po¨¦tica figuran Hilo de arena, La Luna del drag¨®n, El pa¨ªs del viento y ?Con qui¨¦n habla Virginia caminando hacia el agua? El a?o pasado debut¨® en la narrativa con la novela Urs¨²a, primera parte de una trilog¨ªa sobre el encuentro entre los dos mundos.
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