Un tren de derechos humanos para en la plaza de Espa?a
Los abogados muestran en contenedores denuncias sociales
La oscuridad es casi absoluta. Al silencio del cub¨ªculo situado en mitad de plaza de Espa?a le sucede una discusi¨®n. Golpes, gritos y llantos. Los gritos son de ¨¦l, los llantos de ella. "No sirves para nada", escupe ¨¦l. "No, a por los ni?os no", suplica ella. M¨¢s golpes. "?Te voy a denunciar!", titubea ella. Y ¨¦l: "Como te atrevas, te mato".
Tras dos minutos la luz negra parpadea, dejando hablar a los mensajes escritos en las paredes. Otra voz viril, ahora fr¨ªa y serena, recuerda que casi 60 a?os despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos ¨¦stos siguen lejos de respetarse.
La oscuridad es absoluta en el cub¨ªculo. Se oyen golpes y gritos
No todos llegan a escuchar esta voz serena. Las j¨®venes que se encargan de cerrar la cortina de entrada y de poner en marcha el equipo de sonido aseguran que muchos no aguantan la locuci¨®n entera y que se marchan. Que hay hombres que se dan por aludidos y mujeres que salen llorando. "Lo que hay en esta sala es la realidad" cuenta una de las j¨®venes, "esto pasa cada d¨ªa y no es un problema de algunos, es un problema de todos. Como no pongamos de nuestra parte, no se va a arreglar".
El Consejo General de la Abogac¨ªa Espa?ola ha aparcado su Caravana de los Derechos Humanos en mitad de la plaza de Espa?a para sensibilizar e informar. Un convoy blanco de cinco vagones met¨¢licos sin puertas, abiertos al p¨²blico hasta el pr¨®ximo viernes. "Debemos conocer cu¨¢l es la situaci¨®n de cientos de millones de personas para los que los derechos fundamentales no existen porque han tenido la desgracia de nacer unos kil¨®metros m¨¢s all¨¢", explican. En la exposici¨®n resuelven dudas y orientan hacia los procedimientos judiciales a aquellos que ven sus derechos pisoteados. Sobre todo a quienes no pueden pagar su defensa, a quienes recuerdan que muchos servicios de orientaci¨®n jur¨ªdica son gratuitos y que pueden acudir a abogados de oficio.
Los olvidados son los protagonistas de otra sala: los condenados a muerte y los 69 pa¨ªses de la ONU que mantienen esta pena. Los 800 millones de personas que sufren malnutrici¨®n. Las decenas de miles de ni?os que forman parte de ej¨¦rcitos en todo el mundo. El comercio con personas, que se revela como el tercer negocio m¨¢s lucrativo del mundo tras las armas y las drogas.
La proa encallada en la arena de medio cayuco hace las veces de patio de butacas en una nueva sala. Tres proyecciones sobre los viajes en patera de los inmigrantes hacia Espa?a recuerdan las muertes en el mar y la complicada realidad que encuentran al pisar la tierra deseada. "Espero que all¨ª donde est¨¦ sea mejor que aqu¨ª", declara Ware Fage desde la pantalla, hablando de su hijo. Sabe que no pudo llegar a Espa?a. Se enter¨® de su muerte semanas despu¨¦s de que ¨¦l saliese de casa. Tambi¨¦n los hay que no aguantan el dolor que les produce esta sala y se marchan. S¨®lo que ¨¦stos suelen tener la piel m¨¢s oscura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.