Del periodismo necesario
El periodismo es un arte que funciona como un negocio y constituye un poder en s¨ª mismo. Es tambi¨¦n un g¨¦nero literario; y un humanismo en el sentido que Mara?¨®n lo entiende: un di¨¢logo permanente con las cosas, recogiendo en el c¨¢ntaro de nuestra experiencia esa gota de sabidur¨ªa que destila la vida en cada jornada. O¨ªr, ver y contar son los verbos esenciales de este arte. Para Ortega, el arte de las emociones sociales o de la espontaneidad robusta y graciosa, que nunca debe perder las vociferaciones que le han dado car¨¢cter.
El periodismo se hace en la empresa period¨ªstica, la cual funciona, como las dem¨¢s empresas mercantiles, sometida a las leyes del mercado, bajo los est¨ªmulos de la competencia y la ganancia. O prospera o languidece o muere. La nota diferencial de esta empresa radica en el valor ¨¦tico, pol¨ªtico y cultural de su objeto, que es dar informaci¨®n veraz, conectar al ciudadano con los problemas de la actualidad y animar el debate de las ideas con el que se amasa el pan de la convivencia. Por ello las Constituciones liberales la protegen especialmente, garantizando la libertad de expresi¨®n, de la que el periodismo es ejercicio profesional.
La libertad de prensa depende del temple de los periodistas y de sus editores
La aplicaci¨®n del management moderno al periodismo propici¨® la formaci¨®n y el desarrollo de los grandes grupos o conglomerados de prensa. Han crecido mediante fusiones y absorciones, persiguiendo las ventajas de las sinergias y de la econom¨ªa de escala. Han diversificado sus actividades extendi¨¦ndolas a la prensa escrita y digital, la radio, la televisi¨®n, las posibilidades de Internet y las nuevas tecnolog¨ªas, haciendo suyos los campos del libro, la m¨²sica, el cine, la publicidad, el v¨ªdeo, el teletexto y las plantas impresoras.
"He ah¨ª el cuarto poder" dijo, prof¨¦tico, Edmund Burke en el Parlamento brit¨¢nico, se?alando a la tribuna de la prensa. Dos siglos m¨¢s tarde, a?o 2000, ocurri¨® el mayor negocio de fusi¨®n que se conoce entre las compa?¨ªas AOL y Times Warner, de la que result¨® el gigante empresarial que est¨¢ hoy a la cabeza de los negocios de comunicaci¨®n. Gerald Levin, m¨¢ximo ejecutivo del nuevo imperio medi¨¢tico, recalc¨® p¨²blicamente que esta fusi¨®n no era un problema o asunto de dinero sino el principio de una era nueva con el objetivo de hacer un mundo mejor, ahora que tenemos las tecnolog¨ªas y los cauces para conseguirlo. A?adi¨®: "Los medios globales ser¨¢n, ya est¨¢n siendo, el negocio predominante del siglo".
Acierte o no el visionario y adalid period¨ªstico Gerald Levin (que dur¨® muy poco en su puesto), lo cierto es que la prensa influye hoy m¨¢s que otrora lo hicieran las iglesias y las universidades en la configuraci¨®n y marcha de las sociedades modernas. Tal crecimiento de poder e influencia ha venido acompa?ado de severas cr¨ªticas sobre la p¨¦rdida de independencia de los medios y su apartamiento del servicio a la verdad y al bien com¨²n. La doctrina Agnew (defendida por el propio vicepresidente de los EE UU durante el mandato de Nixon) denunci¨® el poder sin control de los medios de comunicaci¨®n, del que resultaba que unos pocos periodistas dictaban con su influencia la pol¨ªtica de los Estados Unidos.
Hoy el acento de la cr¨ªtica se pone en las presiones del mercado y en la potencialidad perversa de lo grande. Al tiempo que se le exige, a la prensa escrita principalmente, el m¨¢ximo rigor cient¨ªfico y moral en su misi¨®n de indagar el porqu¨¦ de las cosas que suceden y dar luz y gu¨ªa a las conciencias en el problem¨¢tico vivir de cada d¨ªa.
Admitido que la libertad de prensa es la pieza clave de todo sistema de libertades, conviene no olvidar que es de naturaleza inestable y conflictiva. Su cabal entendimiento incluye la idea de lucha, la voluntad inquebrantable de conquistarla cada d¨ªa y resta?ar sus heridas.
La mejor defensa de esta libertad reside en el sistema de creencias de la profesi¨®n period¨ªstica. Principalmente, en la fortaleza de sus actores: el periodista y el editor. Necesitamos periodistas comprometidos con el servicio a la verdad. Que sean cultos, laboriosos, equilibrados para hacer un periodismo a la altura del tiempo; pero se necesitan tambi¨¦n periodistas con los atributos con que Nietzsche caracteriza al hombre superior: valerosos, despreocupados, ir¨®nicos, violentos para denunciar las fechor¨ªas de los poderosos. El Instituto Internacional de Prensa ya ha creado el t¨ªtulo de "H¨¦roe de la Libertad de Prensa" para premiar a los mejores. Necesitamos empresarios capaces de arrastrar audiencias y periodistas que sepan llevar bien sus negocios y que, en caso de conflicto entre el negocio y los deberes informativos, den preferencia a estos. Ejemplo glorioso es Katharine Graham, la m¨ªtica propietaria de The Washington Post, quien contra toda conveniencia del negocio, apoy¨® valerosamente el trabajo de su peri¨®dico, en el caso del Watergate, frente al hombre m¨¢s poderoso del mundo, el presidente Richard Nixon de los Estados Unidos, hasta hacerle dimitir.
Aparte de las circunstancias sociopol¨ªticas, que influyen siempre, y en algunas ocasiones hasta el l¨ªmite de anularla, el grado de libertad de prensa y su calidad depender¨¢n del temple humano y profesional de los periodistas y de sus editores. Ambos, inseparablemente unidos.
Pedro Crespo de Lara es abogado y periodista.
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