D¨ªas de m¨²sica y droga
En contraste con este desolador entorno, en junio de 1981 tenemos que grabar nuestro cuarto ¨¢lbum en los estudios AIR de la isla caribe?a de Montserrat. Como los Beatles. ?se es nuestro sue?o: un mito que nos alegra abrazar. Estamos seguros de que vamos a vender millones de copias de nuestro pr¨®ximo ¨¢lbum, por lo que podemos permitirnos el lujo de grabar en una isla caribe?a. Esta vez nos permitimos relajarnos, tomarnos nuestro tiempo y hacerlo bien. De hecho, estaremos grabando en la isla durante seis semanas, lo que comparado con la norma actual parece muy poco, aunque realmente nosotros nunca necesitemos m¨¢s de diez d¨ªas.
Tras dejar a Kate y Layla en Irlanda con una despedida que espero haya sido entra?able, me dirijo a Montserrat v¨ªa Nueva York. Llego a Manhattan alrededor de la una de la madrugada y llamo a Belushi [John, el actor y cantante protagonista de Granujas a todo ritmo]. Grita mi nombre al tel¨¦fono y pretende bajar al centro inmediatamente, pero acabo de llegar tras un largo vuelo; declino la oferta, le pregunto qu¨¦ tal si lo dejamos para la noche siguiente y me quedo frito. Casi a las seis de la ma?ana oigo golpes en la puerta y me levanto de la cama tambale¨¢ndome para ver qui¨¦n co?o es. Se trata de Belushi con una enorme sonrisa en el rostro.
"Venga, t¨ªo, v¨¢monos", dice John Belushi; luego se va hasta la c¨®moda, extiende doce rayas de coca y me sonr¨ªe
Sting se pone hecho una furia conmigo y me insulta con vehemencia, dej¨¢ndonos a todos l¨ªvidos, conmocionados
-Venga, t¨ªo, v¨¢monos -dice; luego se va hasta la c¨®moda, extiende doce rayas de coca y me sonr¨ªe mientras enrolla un billete.
-Venga, qu¨¦ cojones -respondo, y agachamos nuestras cabezas sobre polvo suficiente para tumbar a una llama peruana y nos lo metemos todo.
Como si fu¨¦ramos Speedy Gonz¨¢lez y su hermano gemelo, nos lanzamos a las calles de Manhattan a las seis de la madrugada en busca de fiesta. Armando jaleo, chillando y anestesiados, visitamos varios lugares dando golpes en las puertas mientras John insulta a la gente. Pero no hay ning¨²n plan interesante y, a pesar de la tormenta de nieve que asola nuestras cabezas, no hay nada que hacer, y sobre las nueve de la ma?ana, sinti¨¦ndonos destrozados, nos damos por vencidos y John dice:
-Tengo que dormir, t¨ªo. Nos vemos esta noche.
-S¨ª, vale -respondo con voz ronca.
Desaparece y duerme durante tres d¨ªas. Cuando despierta, yo ya estoy en Montserrat, una isla muy curiosa que, sin el habitual oropel de los turistas, tiene una belleza peculiar rematada por un volc¨¢n que finalmente convertir¨¢ en inhabitables dos terceras partes de su territorio. Nos presentamos en el estudio y nos asignan nuestros bungal¨®s privados. El calor, la exuberancia y la frondosa tropicalidad de la isla te dejan hecho polvo, en un estado de relajaci¨®n rutinaria, y, en menos de dos horas, te vuelves un nativo. Te sientes bien y cuesta no re¨ªrse en voz alta por la suerte que tenemos mientras nos dejamos llevar por esta lujosa nueva vida: nadar por las ma?anas, navegar por la isla y reunirnos en el estudio despu¨¦s de comer. Las dem¨¢s familias est¨¢n aqu¨ª, pero Kate ha decidido no venir. Siento la sombra de su ausencia bajo la brillante luz del Caribe. A medida que voy conociendo la isla, percibo con un fuerte sentido de la iron¨ªa que algunos de los lugares tienen nombres irlandeses. Un pueblo incluso se llama Kinsale.
Una de las primeras situaciones con las que debemos lidiar es el hecho de que Sting haya invitado a un teclista canadiense para unirse a nosotros en este ¨¢lbum. Stewart y yo estamos furiosos: nadie nos ha dicho nada. Me siento inflexible sobre la posibilidad de acabar convirtiendo nuestro tr¨ªo de guitarras en una banda con teclados sobreproducida y con demasiadas capas superpuestas. Pero al cabo de un d¨ªa aparece un tipo corpulento con un ego descomunal a juego con su volumen. Ha engatusado a Sting para que le traiga volando desde Canad¨¢ despu¨¦s de grabar juntos algunas maquetas en Montreal. Es un buen instrumentista, pero ha a?adido como unas doce capas de teclados y sintetizadores a una de las canciones de Sting, Every Little Thing She Does Is Magic. Es una situaci¨®n dif¨ªcil, y tanto a Stewart como a m¨ª nos cuesta disuadir a Sting de ello, as¨ª que entramos en el estudio con los teclados. Ser¨¢ aqu¨ª donde el intruso firme su propia sentencia de muerte, ya que ahoga todo lo que interpretamos bajo sus densas notas, con lo que acabamos sonando como los Yes en un mal d¨ªa. Se inclina sobre su sintetizador cada pocos minutos y nos toca uno de sus riffs mientras exclama: "Escucha eso, chaval; si yo oyera algo as¨ª, me encantar¨ªa que estuviera en mi ¨¢lbum", lo que acaba por agravar el problema. Resulta penoso. Dura tres d¨ªas, y entonces hasta Sting se cansa de ¨¦l y lo env¨ªa de vuelta a casa.
Tras este peque?o fiasco, entramos en materia para hacer un disco genuino de Police. Comenzamos el proceso de abrirnos paso por el nuevo ¨¢lbum reproduciendo con vacilaci¨®n las maquetas de nuestras canciones a los dem¨¢s, un instante dif¨ªcil y doloroso porque a todos nosotros nos gustar¨ªa grabar todas nuestras propias canciones. Pero Sting no quiere cantar nada a menos que sea ¨¦l quien lo haya escrito, as¨ª que la mayor parte de las canciones que compuse en Irlanda quedan en nada. Tengo algunos buenos temas que no ser¨¢n grabados, cosa que me ofende. Tengo que lidiar con mi propio rencor e intentar mostrarme positivo, pero no puedo evitar pensar que, en esta ocasi¨®n, una o dos de las canciones de Sting no son tan buenas como las m¨ªas. Quiz¨¢ mis composiciones sean demasiado parecidas a las suyas o demasiado cercanas a las de Police para que ¨¦l se sienta c¨®modo. Pero, en el inter¨¦s de mantener el barco a flote, lo acepto con resignaci¨®n. Sting le comenta a Vic Garbarini, un periodista amigo nuestro, que "Andy es bueno, quiz¨¢ demasiado bueno", y esto me duele. Acabamos por grabar algunas canciones que, seg¨²n mi parecer, son de relleno.
No obstante, Spirits in the Material World, Invisible Sun, Secret Journey y Every Little Thing She Does Is Magic son canciones sobresalientes y empezamos a trabajar en ellas. Every Little Thing She Does Is Magic resulta problem¨¢tica porque acabamos usando la costosa maqueta de Sting como el tema real; Stewart y yo debemos intentar encajar en ella. Curiosamente y a pesar del hecho de que se trate de una gran canci¨®n, nunca llega a sonarme como un verdadero tema de Police y, tras la grabaci¨®n, raramente la tocamos en directo. Spirits in the Material World es una sensacional canci¨®n nueva y original inspirada en George Harrison. (...) Sting se queja de que resulta algo complicado de reproducir con la guitarra, pero le hago notar que, de hecho, puedo tocar toda la pieza haciendo el pino si es necesario: sin ning¨²n problema. Pero no cambiar¨¢ de opini¨®n y terminamos con una especie de sonido gen¨¦rico, una mezcla de guitarras y teclados. Una vez m¨¢s, de alg¨²n modo, carece del aut¨¦ntico sonido Police. Demolition Man es una contundente canci¨®n rock que tambi¨¦n nos hace pasar por una peque?a demostraci¨®n de poder. Me saco un estupendo solo al final de la pieza que deber¨ªa sonar alto y claro, pero a la hora de la mezcla acaba sonando demasiado bajo y, muy a mi pesar, termina por perderse. Claramente, las cosas est¨¢n empezando a moverse en una direcci¨®n cada vez m¨¢s extra?a y se est¨¢ convirtiendo en un gran esfuerzo mantener el compa?erismo. Pero a pesar de estas fricciones internas, lo cierto es que Stewart y yo hemos de reconocer en privado que, sin el talento para componer canciones de Sting, nada de esto estar¨ªa ocurriendo: es lo que le da poder sobre nosotros. Por otra parte, ?d¨®nde estar¨ªa ¨¦l sin nosotros dos? Todo acaba por reducirse a la suma indivisible y, en la omnipresente vida de grupo, l¨ªneas como ¨¦sta se convierten en un mon¨®logo interior. Aunque, en ese momento y hablando en plata, o se hace a la manera de Sting o no se hace. Casi todas las ideas se desarrollan a partir de la confrontaci¨®n, y la idea de una democracia en el grupo se desvanece. Sin embargo, una de mis canciones s¨ª que consigue entrar en el ¨¢lbum. Se titula Omega Man, y al final Sting acepta cantarla de mala gana, porque est¨¢ claro que en realidad no quiere hacerlo. Posteriormente, Miles [manager] la reproduce en la primera reuni¨®n con A&M sobre Ghost in the machine [t¨ªtulo del ¨¢lbum]; quieren lanzarla como el primer sencillo, pero Sting se mantendr¨¢ firme, impidiendo que ocurra. As¨ª que no ocurre. Cuando me entero, lo percibo como una pu?alada por la espalda.
Esta vez, el estudio se parece m¨¢s a una lona de lucha sucia. Han subido las apuestas y, en lugar de regocijarnos por el incre¨ªble ¨¦xito que hemos cosechado juntos, perdemos de vista la visi¨®n general y continuamos con trastornos emocionales, cada uno peleando por su propio territorio. En los recovecos de nuestra alma colectiva existe un v¨ªnculo entre nosotros, aunque cada vez m¨¢s velado por los pulsos, las ri?as y las luchas intestinas, la agresiva masculinidad de todo ello. Hay discusiones en el estudio en las que cada uno de nosotros quiere que su instrumento suene ligeramente m¨¢s alto que los otros, quiere que sus canciones sean grabadas y no est¨¢ dispuesto a ser menos que el resto. Se trata de una situaci¨®n conflictiva para el pobre productor, que intenta mediar mientras tres pares de manos tocan los controles.
Para esta grabaci¨®n, tras la triste despedida de Nigel Gray a causa del fracaso de Zenyatta Mondatta [el disco previo], tenemos a un nuevo ingeniero y coproductor en la persona de Hugh Padgham, un tipo de clase media y voz suave que se ve enfrentado a tres egos rabiosos. Est¨¢ grabando nuestras bater¨ªas, bajos y guitarras, pero su voz es apenas perceptible en medio de nuestras disputas. Un d¨ªa, en el estudio, como resultado de toda esta tensi¨®n y p¨¦rdida de perspectiva, ocurre un episodio humillante; Sting se pone hecho una furia conmigo y me insulta con vehemencia dej¨¢ndonos a todos l¨ªvidos y conmocionados. Es un momento terrible. No s¨¦ si siento m¨¢s mi dolor o el suyo, pero se trata de una herida profunda, una manifestaci¨®n externa de la frustraci¨®n que Sting debe de sentir en su interior.
Despu¨¦s lo superamos con un "lo siento, t¨ªo" y un "te quiero, lo siento, colega", porque, por debajo de las capas de tensi¨®n, hay un afecto sincero. Pero siento dolor porque... ?Por qu¨¦? ?Por qu¨¦ co?o me lo pregunto? ?Hasta cu¨¢ndo? S¨ª, ?hasta cu¨¢ndo?
A la ma?ana siguiente recibo una llamada de Kate: me dice sin apenas un respiro que quiere el divorcio. Las moscas que zumban y las palmeras ondeantes se convierten en un rugido en mis o¨ªdos mientras me vengo abajo. Discuto con ella por tel¨¦fono, pero no sirve de nada. Est¨¢ intratable. Ya ha tomado su decisi¨®n y no hay nada que hacer. Salgo hacia la luz blanca sinti¨¦ndome paralizado. ?Se ha acabado? ?Para siempre? No puedo imaginar no poder volver a levantarme a su lado; su cascada de cabellos dorados, su esbelta cintura, su voz suave, su sutil sentido del humor, su inteligencia incisiva, nuestra relaci¨®n, nuestra ni?a. El aroma del para¨ªso me invade como un agrio perfume; los matorrales, unos metros m¨¢s all¨¢ del c¨¦sped reci¨¦n cortado, me devuelven la mirada como una visi¨®n infernal; me siento como si un precioso objeto se me hubiera escurrido entre los dedos y se hubiera roto. Siento la necesidad de regresar de inmediato a Irlanda para intentar salvar la situaci¨®n, pero ella no quiere que vuelva, dice que ya nos veremos en Canad¨¢ para arreglar las cosas. Elevo la mirada hacia el ardiente disco solar y tiemblo; me entran ganas de vomitar.
Ese d¨ªa regreso al estudio como de costumbre, pero con la sensaci¨®n de habitar en un mundo distinto. No me siento libre, sino, sencillamente, jodido. No quiero esto. No lo quiero. El amor es la m¨¢xima crueldad.
Seguimos trabajando con el resto de las canciones nuevas: Invisible Sun, Hungry for You, Too Much Information, Rehumanize Yourself y One World. En el estudio, Sting est¨¢ atravesando una fase en la que toca el saxo alto y a?ade, en muchas de estas canciones, peque?as frases de saxo que otorgan al ¨¢lbum un ritmo m¨¢s borrascoso y un aire m¨¢s bluesero del que hab¨ªamos tenido en el pasado. (...) En medio de todas las bromas, las tonter¨ªas y la brutalidad, que son la norma, lucho contra la aflicci¨®n que hay en mi interior con una fachada de cordialidad y compa?erismo, pero parece poco convincente y me resulta dif¨ªcil concentrarme, como si intentara ignorar un mal sue?o. S¨¦ que al final tendr¨¦ que decir algo. S¨®lo puedo pensar en la conversaci¨®n telef¨®nica con Kate y sigo d¨¢ndole vueltas a la cabeza. Las noches son sofocantes, y ahora insomnes mientras mi cerebro corre de la canci¨®n que acabamos de grabar a la voz de Kate y el zumbido del bombardeo en picado de los mosquitos en el opresivo y bochornoso calor.
Alej¨¢ndonos finalmente de la jerga Police de nuestros tres primeros ¨¢lbumes, decidimos que ¨¦ste llevar¨¢ por t¨ªtulo Ghost in the machine [Fantasma en la m¨¢quina], inspirado por la lectura de Sting del libro del mismo t¨ªtulo de Arthur Koestler, un ensayo sobre el impulso autodestructivo que encaja como un guante con mi flamante vida.
Terminamos el ¨¢lbum con la sensaci¨®n de que quiz¨¢ sea bueno, aunque no estemos plenamente seguros. A todo el mundo parece gustarle, pero ahora la gente nos dice lo que queremos o¨ªr. Personalmente, me gusta aproximadamente la mitad del ¨¢lbum y detesto toda la mierda del saxof¨®n ajena al estilo Police. -
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