Un local con detractores y defensores en el barrio
Jos¨¦ Garc¨ªa, de 28 a?os, participaba en las actividades del centro social Casas Viejas desde que lleg¨® a Sevilla hace tres a?os. "Es un referente cultural y social; durante cinco a?os ha sido una alternativa al botell¨®n y otras formas de ocio", cont¨®. Durante cinco a?os, el n¨²mero 23 de la calle Aniceto S¨¢ez -una antigua f¨¢brica que embotellaba aceite- ofreci¨® espect¨¢culos audiovisuales, pases de pel¨ªculas y conciertos, y diversos talleres de lectura o malabares.
El espacio contaba con el visto bueno y malo de los vecinos. Algunas actividades fueron rechazadas por organizaciones vecinales del barrio, al que muchos se refieren por el nombre de una de sus plazas: el Pumarejo. A veces las protestas derivaron en denuncias por las molestias que ocasionaban algunas actividades del centro.
Otros vecinos apoyaban su gesti¨®n, como Balb¨ª Parra, de 44 a?os, quien asegur¨® estar de acuerdo con lo que hab¨ªan hecho en el local. "Igual si fuera la due?a no pensar¨ªa as¨ª", matiz¨®. "Pero estaban perfectamente integrados, la convivencia era estupenda; lo que me parece indignante es ver a todos los antidisturbios aqu¨ª por esto, con la de problemas que tenemos en este barrio", a?adi¨® Parra.
La Comunidad de Bienes Hermanos Bordas Marrod¨¢n formul¨® el 1 de marzo de 2006 la denuncia contra la ocupaci¨®n de estos inmuebles, que son de de su propiedad. Entonces ya se intent¨® desalojar el edificio okupado pero, seg¨²n los portavoces de Casas Viejas, el intento fracas¨® por la gran cantidad de gente que se concentr¨® all¨ª.
Finalmente, el juez fall¨® a favor de los propietarios y la polic¨ªa asegur¨® que no se marchar¨¢n hasta que cumplan con el mandamiento judicial. Desde que se conoci¨® la sentencia, los miembros del centro aseguraron que opondr¨¢n resistencia, pero de forma "pac¨ªfica".
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