Maneras de nombrar el infinito
Cuando uno ha crecido leyendo El Mahabharata o El Ramayana, es posible que considere como algo normal, propio de su cultura, entregarse a escrituras oce¨¢nicas. Es quiz¨¢s eso lo que explique la frecuencia con la que se enfrentan a retos literarios que sobrenadan las mil p¨¢ginas muchos autores indios contempor¨¢neos: el Vikram Seth de Un buen partido, el Sashi Taroor de El Mahabharata o el Vikram Chandra de Juegos sagrados. Un vuelo ¨¦pico que asumen con naturalidad porque forma parte de una cosmovisi¨®n que se mantiene vigente en la mentalidad de la que provienen. El caso de Vikram Chandra es quiz¨¢s el m¨¢s claro, como se comprueba en sus tres libros publicados: en Tierra roja y lluvia torrencial las variadas historias que lo tejen, hilvanadas por un mono gram¨¢tico que hubiera hecho las delicias de Octavio Paz, buscan tanto entretener como anudar los flecos mitol¨®gicos o filos¨®ficos por los que podr¨ªa deshilacharse el universo; en Amor y a?oranza en Bombay, se convierten en cuentos los objetivos que las escrituras tradicionales de la India se?alan como propios del hombre (camino recto, recursos materiales, deseo y liberaci¨®n, este ¨²ltimo dividido por Chandra en energ¨ªa femenina y beatitud); en Juegos sagrados se traduce a lenguaje contempor¨¢neo (metralletas y coches blindados en vez de flechas y carruajes) una de las posibles lecturas del Bhagavad Gita, ese texto prodigioso en el que el dios Krishna, convertido en auriga (ahora ser¨ªa chofer), reflexiona sobre el deber antes de la gran guerra fratricida que se avecina. Libros que explican el infinito sin dejarse intimidar por ¨¦l porque quiz¨¢s ellos mismos lo sean, y no s¨®lo por el n¨²mero de p¨¢ginas.
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