Ar¨¢ndanos para Mark Twain
Heidelberg, la ciudad alemana que inspir¨® al escritor
La universidad m¨¢s antigua de Alemania, un castillo, caf¨¦s y librer¨ªas. C¨®moda de descubrir, su nombre significa 'monta?a de bayas'. Una ciudad que invita al paseo junto al r¨ªo Necker y por los jardines del castillo.
Hay escritores que, cosas del destino, han quedado unidos a ciudades que no son su lugar de nacimiento, como Cort¨¢zar a Par¨ªs, Gerald Brenan a Granada, o Torrente Ballester a Salamanca; a Mark Twain se le asocia con Heidelberg, y, como ocurre en la mayor¨ªa de estos casos, lleg¨® all¨ª de pura casualidad. Era v¨ªctima de frecuentes bloqueos a la hora de escribir, y su m¨¦todo habitual consist¨ªa en empezar varios libros a la vez para que la inspiraci¨®n fluyera. Pues bien; en una de estas ocasiones, en marzo de 1878, decidi¨® emprender un segundo viaje a Europa y acab¨® instal¨¢ndose con su mujer y sus hijas en Heidelberg, una ciudad tranquila donde la gente no pudiera reconocerle. Su prop¨®sito era trabajar cinco o seis horas diarias para escribir un segundo libro de viajes (Vagabundo en Europa) y acabar con dos quebraderos de cabeza: Las aventuras de Huckleberry Finn y El pr¨ªncipe y el mendigo.
Para ello, se instal¨® primero en el hotel Schrieder (hoy, hotel Crowne Plaza), y luego, en el Schloss Hotel, que ya no existe. Un d¨ªa que hac¨ªa mucho calor decidi¨® escapar de sus horas de trabajo para hacer una peque?a excursi¨®n en barco por el Necker. Navegando r¨ªo abajo, visit¨® varios castillos medievales, como Hirschorn, Dilsberg, Hornberg y Bad Wimpfen. Este recorrido, que todav¨ªa hoy puede hacerse tal y como ¨¦l lo realiz¨® (www.mark-twain-tour.com), espole¨® su imaginaci¨®n. Concibi¨® el barco como aquella balsa con la que Huck y Jim recorr¨ªan el Misisipi. De vuelta en su habitaci¨®n escribi¨® todo un cap¨ªtulo de Huckleberry Finn, el n¨²mero 16, con el que puso fin a un bloqueo de tres a?os.
Una de las grandes ventajas de Heidelberg, de la que no suele hablarse en las gu¨ªas tur¨ªsticas y que es com¨²n a casi toda Alemania, es que es una ciudad incre¨ªblemente pr¨¢ctica. Tal vez esto fuera lo que le gustase a Twain, o tal vez el hecho de que fuera una ciudad culta y universitaria, o que ya hab¨ªa estado viviendo en otra ciudad llamada Heidelberg, en Misisipi. En todo caso, seg¨²n cuentan sus bi¨®grafos, sab¨ªa que el nombre de Heidelberg ven¨ªa de Heidelbeerenberg, que al igual que Huckleberry mountain, quiere decir monta?a de ar¨¢ndanos. Carriles para las bicicletas (aunque esto no es de extra?ar en Alemania), parquecitos en el interior de los comercios para entretener a los ni?os, tiques-familia o tarjetas v¨¢lidas para tres o cuatro d¨ªas que combinan autobuses y tranv¨ªas con entrada libre a los museos y al castillo, y la universidad m¨¢s antigua de Alemania en el coraz¨®n de la ciudad. Otra caracter¨ªstica que habla a favor de este pragmatismo es que es dif¨ªcil perderse en Heidelberg. Las visitas tur¨ªsticas, las compras, los paseos, se organizan en torno a la Hauptstrasse (calle Principal), una de las zonas peatonales m¨¢s bonitas de Europa, con callejuelas, boutiques, caf¨¦s y librer¨ªas (?cu¨¢ntas librer¨ªas habr¨¢ tan s¨®lo en la Hauptstrasse?), que va desde la Bismarckplatz hasta el pie del castillo en paralelo al r¨ªo Necker.
Cuando Mark Twain estuvo de visita por Heidelberg, el funicular que pasa por el castillo y llega hasta el "sill¨®n del rey" (K?nigstuhl) no estaba inaugurado todav¨ªa. Pero en Un vagabundo en el extranjero s¨ª hay comentarios sobre el castillo. La mitad del mismo, desde donde se divisa la ciudad y el r¨ªo, est¨¢ en ruinas, pero ah¨ª radica su encanto: se trata de una mezcla de distintos estilos arquitect¨®nicos que van desde el siglo XIII hasta el XVII, siendo la parte principal una muestra del renacimiento alem¨¢n. Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n son los destrozos hechos por las minas francesas que en 1693 dinamitaron el enclave sin que nadie se haya molestado en reconstruirlo posteriormente. Tambi¨¦n son dignos de menci¨®n la Gran Torre, de inicios del XVI, y la puerta Isabel, de 1615. Cuentan que Federico V, uno de los electores palatinos que habitaron el castillo, la mand¨® construir para sorprender a su esposa, Isabel Estuardo, que le dar¨ªa 13 hijos. Se dice que fue construida en una noche y que cuando ella sali¨® al jard¨ªn por la ma?ana, la puerta ya estaba ah¨ª. Otra curiosidad es el gran tonel de cerveza, de 220.000 litros de capacidad ("grande como una caba?a", dijo Mark Twain al verlo), del que una bomba extra¨ªa el l¨ªquido desde la sala Real.
Pero de todo este entorno, lo m¨¢s recomendable es pasear por los jardines del castillo. El Hortus Palatinus, originalmente dise?ado por el paisajista franc¨¦s Salomon de Caus, fue denominado como octava maravilla del mundo. Hay ahora precisamente un dif¨ªcil debate entre los ciudadanos de Heidelberg a este respecto. Unos est¨¢n a favor de reconstruirlo tal y como estaba en el siglo XVII, es decir, volviendo a las fuentes octogonales, a las figuras estrelladas, a los grutescos, a la estatuaria mitol¨®gica, a un jard¨ªn de flores circular, a grutas fabulosas y a los laberintos, mientras que otros prefieren dejarlo tal y como est¨¢: la belleza de lo salvaje.
Pastel de cebolla
Mark Twain no menciona en su libro de viajes el delicioso Zwiebelkuchen (pastel de cebolla) acompa?ado de neuer Wein (algo parecido a la sidra), t¨ªpico de la estaci¨®n, pero no me cabe duda de que lo prob¨®. Y para bajar el almuerzo, otra excursi¨®n a pie muy recomendable es el llamado Philosophenweg (paseo de los Fil¨®sofos). Est¨¢ situado en la falda de uno de los montes, el Heiligenberg, al cual se accede de distintas formas, una de ellas, desde el puente Viejo. Se trata de un peque?o enclave con un microclima casi mediterr¨¢neo, con vistas al r¨ªo, al puente, al casco antiguo y el castillo, por donde personajes como Hegel, Goethe, Schumann o K?nigsberger rumiaron sus ideas. Gracias a este clima, el paseo est¨¢ plagado de peque?as huertas particulares con flores silvestres, vegetaci¨®n exuberante y frutos ex¨®ticos como limones, pomelos o pi?as, que tienen una maduraci¨®n m¨¢s temprana. No muy lejos de todo esto y cerca de donde Twain encontrar¨ªa su inspiraci¨®n est¨¢ la Neckerwiese, una pradera que se extiende junto al r¨ªo donde, cuando hace buen tiempo, la gente prepara barbacoas o incluso alg¨²n loco se ba?a. Es tambi¨¦n el punto donde los estudiantes celebran el fin de su examen de selectividad ("?Abiiiiiiiiii!", de "Abitur", se oye a kil¨®metros a la redonda), as¨ª que, una vez al a?o, por el mes de junio, la orilla del Necker amanece como un r¨ªo paralelo de cristal.
Cristina S¨¢nchez-Andrade es escritora. Su ¨²ltimo libro publicado es Coco (RBA)
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos- Situaci¨®n: Heidelberg se encuentra a 90 kil¨®metros al surde Francfort y pertenece al landde Baden-Wurttemberg.- Prefijo telef¨®nico: 0049 62 21.- Poblaci¨®n: Heidelberg tiene143.900 habitantes.Visitas- Castillo de Heidelberg (65 44 29; www.heidelberg-schloss.de).Durante los meses de invierno abre de 10.00 a 17.00. Entrada, 3 euros.- Funicular de Heidelberg (www.bergbahn-heidelberg.de).Este a?o ha cumplido 100 desdesu puesta en marcha, en 1907.Informaci¨®n- Oficina de turismo de Heidelberg (www.heidelberg-marketing.de; 194 33).La Heidelberg Card incluye transporte p¨²blico, entrada al castillo y descuentos; cuesta 10 euros para un d¨ªa, 14 para dos d¨ªas y 20 para cuatro d¨ªas. La oficina de turismo tiene central de reservas hoteleras y ofrece paquetes de estancia. Por ejemplo, Wintertraum, v¨¢lido hasta marzo del a?o que viene: incluye tres noches con desayuno, folletos de informaci¨®n y la Heidelberg Card, a partir de 110 euros por persona.- P¨¢gina de la ciudad de Heidelberg: www.heidelberg.de.- www.baden-wuerttemberg.de.- Oficina de turismo de Alemania en Espa?a (www.alemania-turismo.com; 914 29 35 51).
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