?ltima baza en Irak

La Estaci¨®n Mixta de Seguridad Thrasher, situada en el barrio de Ghazaliya, en la zona oeste de Bagdad, est¨¢ alojada en una mansi¨®n de la ¨¦poca de Sadam con columnas de siete metros y una fuente, hoy seca, que parece una tarta de cemento y piedra caliza. Alrededor de la mansi¨®n y otras dos casas adyacentes se han levantado muros acorazados. La estaci¨®n Thrasher se estableci¨® el pasado mes de marzo y forma parte del refuerzo de tropas dise?ado por el general David Petraeus, el jefe supremo estadounidense en Irak. La decisi¨®n de sacar a las unidades de las bases de gran tama?o para trasladarlas a las estaciones mixtas de seguridad -peque?os puestos de avanzada, en las zonas m¨¢s peligrosas de Bagdad- es un elemento fundamental de la estrategia contra la insurgencia de Petraeus, y Thrasher alberga en la actualidad a 100 soldados estadounidenses y unos cuantos centenares de iraqu¨ªes.

En febrero se puso en marcha el refuerzo. El plan requer¨ªa 30.000 soldados m¨¢s, pero se calcula que son 50.000

El n¨²mero de cad¨¢veres abandonados en el barrio de bagdad¨ª de Ghazaliya ha bajado pr¨¢cticamente a cero

Con ayuda de EE UU, varios centenares de voluntarios armados empiezan a asumir funciones policiales

Seg¨²n el Pent¨¢gono, en febrero murieron 2.000 civiles, y en octubre, menos de mil. Tambi¨¦n caen menos americanos

Jeque Zaid¨¢n: "Les hemos hecho arrastrarse [a los americanos] y ahora les ayudamos a levantarse

Coronel Burton: "Combatir a Al Qaeda es relativamente f¨¢cil. Contra el Ej¨¦rcito del Mahdi es m¨¢s f¨¢cil"

Este oto?o, en la azotea de la mansi¨®n, entre sacos de arena, material de comunicaciones y aparatos de ejercicios protegidos por un toldo de francotirador, el capit¨¢n Jon Brooks, responsable de Thrasher, me se?al¨® algunos de los puntos locales m¨¢s importantes. "Se escogi¨® este emplazamiento porque era el lugar de Ghazaliya en el que m¨¢s cad¨¢veres aparec¨ªan", explic¨®, mientras indicaba una extensi¨®n de hierba cercana. "Hab¨ªa hasta 11 cuerpos cada semana. La mayor¨ªa, brutalmente mutilados".

La mezquita de la Madre de Todas las Batallas, con su inconfundible falange de minaretes con forma de misiles Scud, est¨¢ pr¨®xima. Sadam Husein se escondi¨® en Ghazaliya durante los bombardeos estadounidenses en la primera guerra del Golfo y construy¨® la mezquita para mostrar su gratitud al barrio. ("En Ghazaliya hab¨ªa -y sigue habiendo- muchos militares retirados de la ¨¦poca de Sadam", dice Brooks). En abril de 2004, unos hombres armados y heridos que participaban en la batalla de Faluya se refugiaron en la mezquita. Ghazaliya limita con el borde oriental de la provincia de Anbar, el centro de la insurgencia sun¨ª, y era una puerta estrat¨¦gica de entrada y salida en Bagdad para rebeldes y yihadistas extranjeros.

En una visita anterior a Ghazaliya, en diciembre de 2003, conoc¨ª a unos insurgentes en un piso franco del barrio. Me dijeron que su objetivo era matar estadounidenses. Desde entonces, con escasas excepciones, Ghazaliya hab¨ªa sido un ¨¢rea prohibida para los occidentales, incluidos los periodistas, que corr¨ªan el riesgo de ser secuestrados y asesinados. Las patrullas estadounidenses en la zona eran objeto habitual de emboscadas.

El capit¨¢n Brooks tiene 28 a?os, es de altura media y fornido, y lleva el pelo casta?o cortado a cepillo. Desde el tejado, me indicaba el lugar en el que el sargento Robert Thrasher, en cuyo honor se dio nombre a la estaci¨®n, muri¨® asesinado por un francotirador el pasado mes de febrero. En aquel entonces, la compa?¨ªa se encontraba estacionada en Camp Victory, la base estadounidense establecida a lo largo de una gran parte de Bagdad, incluido el aeropuerto. Thrasher ten¨ªa 23 a?os y hab¨ªa entrado en el ej¨¦rcito nada m¨¢s salir del instituto.

Al principio, pese a la influencia de los insurgentes, Ghazaliya sigui¨® siendo lo mismo que era desde hac¨ªa muchos a?os, un barrio de clase media de Bagdad en el que las tensiones sectarias estaban m¨¢s o menos controladas. La gran mayor¨ªa de los aproximadamente 100.000 residentes estaba formada por sun¨ªes, pero, explica Brooks, "hab¨ªa muchos profesionales, sun¨ªes con educaci¨®n universitaria, y tambi¨¦n chi¨ªes, y mezquitas para los dos grupos".

El barrio cambi¨® a partir de febrero de 2006, cuando unos militantes sun¨ªes hicieron estallar una bomba en Samarra, en el santuario de Askariya, un monumento del siglo IX y uno de los lugares m¨¢s sagrados para los chi¨ªes; la violencia entre facciones se extendi¨® a todo Irak. Las milicias chi¨ªes, sobre todo el Ej¨¦rcito de Mahdi, penetraron a¨²n m¨¢s en Ghazaliya desde Shula, un barrio pobre chi¨ª que est¨¢ justo al norte. La reacci¨®n de los sun¨ªes consisti¨® en recurrir a los rebeldes m¨¢s intransigentes y a los yihadistas extranjeros de Al Qaeda en Mesopotamia, lo que el Ej¨¦rcito de Estados Unidos llama Al Qaeda en Irak.

"Antes de Samarra hab¨ªa extremistas sun¨ªes en la zona. Sin embargo, despu¨¦s, empez¨® a predominar Al Qaeda en Irak", dice el capit¨¢n Brooks. "Ten¨ªan escuadrones de la muerte. Escog¨ªan sistem¨¢ticamente a personas en funci¨®n de la situaci¨®n de sus casas o sus relaciones. Les torturaban de forma brutal, les mataban y arrojaban sus cuerpos". Las familias chi¨ªes y muchas sun¨ªes -las que ten¨ªan el dinero necesario- huyeron del barrio. A comienzos de este a?o, el sur de Ghazaliya estaba, en la pr¨¢ctica, bajo el control de Al Qaeda en Mesopotamia, mientras que la parte norte sufr¨ªa el acoso de milicianos chi¨ªes. "Veinte d¨®lares y una tarjeta telef¨®nica pod¨ªan hacer que te colocaran un IED", cuenta el capit¨¢n Brooks; IED son las siglas en ingl¨¦s de Dispositivos Explosivos Improvisados, los causantes de la mayor¨ªa de las muertes de soldados estadounidenses en Irak. "La gente se dio cuenta de que hab¨ªa abierto las puertas a algo que no pod¨ªa controlar".

El presidente Bush, despu¨¦s de obtener la dimisi¨®n del secretario de Defensa Donald Rumsfeld en noviembre, dio a su nuevo equipo de guerra -el secretario de Defensa Robert Gates y el general Petraeus- la oportunidad de cambiar de estrategia en Irak, y en febrero se puso en marcha el refuerzo. El plan requer¨ªa 30.000 soldados m¨¢s; se calcula que, en realidad, esa cifra ha ascendido a unos 50.000. Se abrieron en Bagdad 34 estaciones mixtas de seguridad, tres de ellas en Ghazaliya: la primera, Casino, en el norte del barrio; la segunda, Thrasher, en el suroeste, y la ¨²ltima, Maverick, creada el pasado mes de mayo en el sureste.

Brooks me indica una gran casa con las ventanas rotas, enfrente de la base. Sus hombres la llaman la Casa de las Rondas de Botes de Metralla, porque, cuando estaban instal¨¢ndose, les dispararon unos francotiradores desde su interior, y ellos respondieron arrojando unos cuantos proyectiles de carro de combate. "Ya no nos disparan", dice. Los hombres de Brooks empezaron a patrullar de forma intensiva por el d¨ªa y a hacer incursiones agresivas de noche. William Bushnell, un sargento de su compa?¨ªa, muri¨® durante una de esas patrullas en el mes de abril. En ¨¦pocas anteriores, su unidad regresaba a Camp Victory, con todas sus defensas, despu¨¦s de recorrer Ghazaliya.

Con el refuerzo, los norteamericanos se convirtieron en una presencia permanente en el barrio. Despu¨¦s de su instalaci¨®n, el Ej¨¦rcito estadounidense construy¨® 30 kil¨®metros de muros de cemento en la zona, para separar a los residentes chi¨ªes y sun¨ªes y para establecer per¨ªmetros seguros. Brooks explica que todo lo que ha logrado hacer su unidad ha sido gracias a sus colegas de la estaci¨®n Casino, que consigui¨® mantener a los milicianos chi¨ªes de Shulla apartados del barrio.

A mediados de verano, la violencia se hab¨ªa apaciguado bastante en Ghazaliya. Este oto?o, cuando estaba de pie en el tejado de la estaci¨®n Thrasher, de noche, pod¨ªa ver alguna que otra explosi¨®n a lo lejos, bolas de fuego que iluminaban por un momento las calles. Pero, en general, las explosiones eran tan distantes que ni siquiera pod¨ªa o¨ªrlas. El n¨²mero de cad¨¢veres abandonados en el barrio ha disminuido dr¨¢sticamente, "pr¨¢cticamente a cero, a los niveles anteriores a Samarra", dice Brooks. Su compa?¨ªa no ha perdido a ning¨²n hombre m¨¢s. Cuando Petraeus habl¨® ante el Congreso en septiembre, cit¨® Ghazaliya como ejemplo de los avances que estaba haciendo el ej¨¦rcito en Irak.

La nueva estrategia pretende adem¨¢s preparar el terreno para que las fuerzas de seguridad iraqu¨ªes sustituyan a las norteamericanas, y en todas las Estaciones Mixtas de Seguridad, tal como sugiere el nombre, participan estadounidenses e iraqu¨ªes. No obstante, no todos los iraqu¨ªes pertenecen a las fuerzas oficiales y gubernamentales. Con la ayuda de Estados Unidos, varios centenares de voluntarios armados sun¨ªes est¨¢n empezando a asumir funciones de polic¨ªa, bajo el nombre de Guardianes de Ghazaliya. Este tipo de fuerzas sun¨ªes que cuentan con la aprobaci¨®n estadounidense ha empezado a surgir en todas partes. Muchos de sus miembros, para desolaci¨®n de algunos chi¨ªes, son antiguos rebeldes. Un oficial de uno de los principales partidos pol¨ªticos chi¨ªes me dec¨ªa: "Algunos de esos grupos armados eran, hasta ayer, fuerzas hostiles que atacaban al Gobierno iraqu¨ª, a las fuerzas de la Coalici¨®n y a cualquiera que tuviera algo que ver con el Gobierno. Se les consideraba terroristas. ?Qu¨¦ ha pasado?".

Es una pregunta que oigo muchas veces en Irak. El coronel J. B. Burton es un hombre grandull¨®n y bienhumorado que est¨¢ al mando de la Brigada Dagger del Primero de Infanter¨ªa, encargada de cubrir la mayor parte del noroeste de Bagdad, con 14 estaciones de seguridad, entre ellas, las tres de Ghazaliya. "Lo primero que hicimos fue preguntarnos: ?qu¨¦ es lo que est¨¢ facilitando la entrada de Al Qaeda en una zona habitada por ¨¢rabes laicos moderados?", se interroga. La respuesta, dice, era el miedo a las milicias chi¨ªes. "Creo que estamos en un momento en el que cada vez hay m¨¢s posibilidades de traer a gente deseosa de trabajar para encontrar una soluci¨®n. El secreto est¨¢ en hablar con la gente. Qu¨¦ demonios, no es tan distinto de Tullahoma, Tennessee, que es mi pueblo. Es cuesti¨®n de sentarse en el porche trasero a tomar t¨¦, o¨ªr a los grillos y hablar". Y prosigue: "?Hablamos con personas que han disparado contra soldados estadounidenses? ?Por supuesto que s¨ª! Porque todos luchamos contra un enemigo com¨²n: Al Qaeda".

La misi¨®n de su brigada, dice Burton, es "derrotar a Al Qaeda y llevar a cabo la transici¨®n a las autoridades iraqu¨ªes, y ¨¦sa es una operaci¨®n muy amplia, que incluye desde combatir el terrorismo hasta arreglar alcantarillas". Que se alcancen o no esos objetivos depender¨¢, en ¨²ltima instancia, de los avances pol¨ªticos hacia la reconciliaci¨®n nacional entre los iraqu¨ªes, asegura Burton. "Disponemos de una ventana muy estrecha y tenemos que tomar varias decisiones importantes. La direcci¨®n que emprenda Irak depender¨¢ de lo que hagamos".

En Thrasher, el capit¨¢n Brooks me dice: "La palabra que est¨¢ ahora de moda es sostenibilidad. Hemos aprendido de la experiencia; para tener un desarrollo sostenible necesitamos seguridad. Si conseguimos contar con una fuerza de seguridad local capaz de hacer el trabajo, podremos volver a casa".

Ghazaliya no es la ¨²nica zona de Irak en la que ha cambiado el panorama. En mi visita anterior al pa¨ªs, hace 10 meses, la violencia parec¨ªa incontrolable: secuestros en masa y asesinatos que se produc¨ªan a plena luz del d¨ªa. Casi todos los iraqu¨ªes a los que conoc¨ª contaban, resentidos, que los estadounidenses y los l¨ªderes pol¨ªticos iraqu¨ªes viv¨ªan a resguardo en la zona verde mientras el caos reinaba a su alrededor.

Seg¨²n el Pent¨¢gono, en febrero, la guerra cost¨® la vida a casi 2.000 civiles iraqu¨ªes; en octubre fueron menos de mil. Como ocurre con todas las estad¨ªsticas sobre el n¨²mero de muertes en Irak, son cifras discutidas, pero nadie niega que la violencia ha amainado de forma considerable en el pa¨ªs. Las muertes de soldados estadounidenses tambi¨¦n se han reducido enormemente, desde un m¨¢ximo de 126 en mayo, con la intensificaci¨®n del refuerzo, hasta 38 el mes pasado. Por ahora, al menos, parece que el refuerzo est¨¢ sirviendo de algo.

En cierto sentido, el refuerzo ha consistido en una selecci¨®n de emergencia hecha con retraso. Se han ocupado de algunos de los barrios sun¨ªes m¨¢s peligrosos de Bagdad, como Ghazaliya y Amiriya, mientras que gran parte de la provincia de Diyala, que se extiende desde el noreste de Bagdad hasta la frontera con Ir¨¢n, y Kirkuk, que ha pasado a ser un punto peligroso por las reivindicaciones kurdas sobre la ciudad y su petr¨®leo, siguen siendo horribles campos de batalla. El 29 de octubre, el mismo d¨ªa que se encontraron los cuerpos decapitados de 20 hombres en las afueras de Baquba, en Diyala, un terrorista suicida que iba en bicicleta mat¨® a 29 polic¨ªas en dicha ciudad.

Y no hay todav¨ªa ninguna presencia significativa de tropas estadounidenses en barriadas chi¨ªes de Bagdad como Ciudad S¨¢der y Shula, controladas por milicianos chi¨ªes. Muchos de ellos aseguran ser miembros del Ej¨¦rcito de Mahdi, dirigido por M¨²qtada al S¨¢der, que, con su pol¨ªtica suicida y su empleo t¨¢ctico de la violencia, ha mantenido constantemente desconcertados a los estrategas del Pent¨¢gono. En realidad, en buena medida, los analistas atribuyen la reciente disminuci¨®n de las bajas civiles en Irak, m¨¢s que al refuerzo, a la decisi¨®n que tom¨® Al S¨¢der en agosto de ordenar al Ej¨¦rcito de Mahdi -considerado responsable de gran parte de los asesinatos sectarios de sun¨ªes a manos de chi¨ªes en Bagdad y sus alrededores- que congelara sus actividades durante seis meses. El prop¨®sito de Al S¨¢der era evitar que hubiera una escalada tras un tiroteo de dos d¨ªas de duraci¨®n entre Mahdi y otra milicia chi¨ª y reafirmar el control sobre sus hombres.

Adem¨¢s, el refuerzo coincidi¨® con el llamado despertar sun¨ª, la decisi¨®n de varias tribus Anbar de aliarse con los estadounidenses y luchar contra Al Qaeda en Mesopotamia; un paso que el plan de Petraeus no hab¨ªa previsto. Desde entonces se les han unido sun¨ªes de otras ¨¢reas, aunque tambi¨¦n hay muchos que no han querido; Al Qaeda en Mesopotamia sigue en activo, y todav¨ªa hay yihadistas extranjeros en el pa¨ªs.

El 13 de septiembre, Abu Risha, el dirigente tribal sun¨ª considerado catalizador de la alianza, y con el que el presidente George Bush se hab¨ªa entrevistado 10 d¨ªas antes en Anbar, muri¨® asesinado. Abu Risha era un personaje influyente y carism¨¢tico, y, aunque su hermano se apresur¨® a ocupar su puesto, casi todos los iraqu¨ªes con los que he hablado creen que su muerte ha sido una grave p¨¦rdida y se preguntan cu¨¢nto sobrevivir¨¢ el hermano. No obstante, existe la esperanza de que sea posible acabar neutralizando a Al Qaeda y, de esa forma, se elimine, por lo menos, un aspecto pernicioso de esta guerra de tantas facetas.

El refuerzo, el despertar sun¨ª y la paralizaci¨®n de Al S¨¢der, combinados, han contribuido a estabilizar las zonas m¨¢s problem¨¢ticas de la capital y Anbar; no est¨¢ claro si ser¨¢ posible ampliar -ni siquiera mantener- esa ventaja con menos tropas, pero s¨ª que el env¨ªo de m¨¢s soldados, por s¨ª solo, no va a servir para ganar la guerra. Y no est¨¢ previsto enviar m¨¢s tropas; al contrario, el presidente Bush ha prometido retirar, antes de julio, un n¨²mero de soldados casi igual al empleado en el refuerzo. El futuro de Irak, por el momento, est¨¢ en el aire. Lo mejor que se puede decir es, tal vez, que Estados Unidos ha comprado o ha tomado prestado cierto margen de maniobra. Pero eso ha tenido costes, algunos m¨¢s visibles que otros.

Unos d¨ªas antes de que el general Petraeus testificara ante el Congreso, me entrevist¨¦ con el jeque Zaidan al Awad, un destacado dirigente tribal sun¨ª de Anbar. La ¨²ltima vez que le hab¨ªa visto, en 2004, no hac¨ªa m¨¢s que vociferar palabras hostiles contra Estados Unidos, y no ocultaba en absoluto su identificaci¨®n con la "resistencia", como llamaba al n¨²cleo duro de los rebeldes sun¨ªes. El jeque Zaidan era un fugitivo, al que los estadounidenses consideraban sospechoso de patrocinar la insurgencia, y viv¨ªa un exilio voluntario en Jordania. Sin embargo, cuando habl¨¦ con ¨¦l de nuevo este oto?o, en un apartamento de Amm¨¢n, Zaidan me dijo que se hab¨ªa reunido hac¨ªa poco, de manera informal, con militares y miembros de los servicios de inteligencia norteamericanos, porque aprobaba lo que est¨¢n haciendo ahora: permitir que los miembros de las tribus sun¨ªes se encarguen de ser su propia polic¨ªa.

Le pregunt¨¦ qu¨¦ tipo de acuerdo era el que hab¨ªa desembocado en el despertar sun¨ª. "No es un acuerdo", me contest¨®, irritado. "La gente se ha dado cuenta de que nuestra suerte est¨¢ ligada a la de los americanos, y la suya, a la nuestra. Su ¨¦xito en Irak depender¨¢ de Anbar. Siempre lo hemos dicho. Se ha perdido tiempo. Estados Unidos estaba perdido, pero por fin se ha despertado; ahora sabe lo que hace. Por primera vez, est¨¢ haciendo lo que debe".

Zaidan dijo que las tribus sun¨ªes de Anbar ya no sienten la necesidad de vengarse con sangre de las fuerzas estadounidenses. "Ya nos hemos vengado", afirm¨®. "Somos nosotros quienes les hemos hecho arrastrarse y ahora somos los que les ayudamos a levantarse". Y a?adi¨®: "Cuando Anbar est¨¦ tranquilo, debemos hacernos con el control de Bagdad, y lo haremos". Tendr¨¢ que haber mucha m¨¢s lucha antes de poder arrebatar la capital a los chi¨ªes, dijo. "Los anbar¨ªes se encargar¨¢n de la limpieza. Lo que el mundo entero no supo hacer en Anbar, nosotros lo hemos conseguido de la noche a la ma?ana. Bagdad ser¨¢ mucho m¨¢s f¨¢cil".

Da la impresi¨®n de que muchos de los actores en Irak est¨¢n, como Zaidan, tomando posiciones para la pr¨®xima batalla. Aunque los chi¨ªes han lanzado advertencias sobre las intenciones de los sun¨ªes, los estadounidenses hablan, sobre todo, del Ej¨¦rcito de Mahdi y su presunto patrocinador, Ir¨¢n, pa¨ªs al que Petraeus acusa de librar una "guerra por delegaci¨®n" en Irak; tambi¨¦n se hacen referencias despectivas a Al Qaeda como fuerza que ya est¨¢ agotada.

As¨ª habla el coronel Burton: "Combatir contra Al Qaeda es relativamente f¨¢cil. No hay m¨¢s que luchar contra ellos, impedirles el acceso". El Ej¨¦rcito de Mahdi, dice, "es m¨¢s dif¨ªcil". Seg¨²n todas las fuentes, el Ej¨¦rcito de Mahdi y otras milicias se han introducido en las fuerzas de seguridad iraqu¨ªes, y el partido de Al S¨¢der es socio ocasional en el Gobierno de coalici¨®n del primer ministro, Nuri al Maliki, de predominio chi¨ª. "Hemos empezado a investigar las fuerzas de seguridad iraqu¨ªes y a sus dirigentes, as¨ª como a miembros del Gobierno iraqu¨ª", explica Burton. (Un caso notable de participaci¨®n oficial en los asesinatos entre facciones es el del ex viceministro de sanidad y el jefe de seguridad del ministerio. En febrero, estos dos hombres, que son chi¨ªes y leales a M¨²qtada al S¨¢der, fueron detenidos por organizar el asesinato de cientos de sun¨ªes en los hospitales de Bagdad: pacientes, familiares y personal m¨¦dico).

El coronel Burton, que se refiere al Ej¨¦rcito de Mahdi con las siglas de su nombre en ¨¢rabe, Jaish al Mahdi, contin¨²a: "Yo hablo con algunos de esos tipos de JAM. Tengo contacto por correo electr¨®nico con algunos de ellos. Hace poco, un jeque de JAM en Jadamiya me dijo que, si dejaba en libertad a tres de sus hombres, no habr¨ªa m¨¢s agresiones contra soldados estadounidenses all¨ª". Burton levanta las cejas.

El hecho de que las autoridades chi¨ªes controlen numerosos servicios del Gobierno significa que hay una gran discriminaci¨®n institucional contra las comunidades sun¨ªes. Por ejemplo, cuando estaba en Ghazaliya, los residentes se quejaban de que recib¨ªan la mitad de luz que una zona chi¨ª vecina. Los estadounidenses hacen mucho politiqueo para calmar la situaci¨®n, pero no es f¨¢cil. "En el lado chi¨ª, hay un mont¨®n de dinero en circulaci¨®n y los servicios esenciales funcionan muy bien", dice Burton. "En el lado sun¨ª, las cosas no van tan bien".

La nueva estrategia, como la mayor¨ªa de las estrategias anteriores empleadas en Irak, tiene el inconveniente de que son los estadounidenses los que la han impuesto. Muchos pol¨ªticos chi¨ªes del Gobierno iraqu¨ª est¨¢n indignados por las decisiones norteamericanas de amurallar barrios de Bagdad y reclutar y armar, sin consultarles, a organizaciones de voluntarios sun¨ªes. Hay temores de que lo que est¨¢ haciendo Estados Unidos sea armar una nueva serie de milicias que van a debilitar la autoridad del fr¨¢gil Gobierno de coalici¨®n. Quiz¨¢ ¨¦se era uno de los objetivos. Irak, con 170.000 soldados estadounidenses en su suelo, no es un pa¨ªs soberano, y Estados Unidos utiliza su poder militar para determinar el panorama pol¨ªtico iraqu¨ª. Al reforzar a los sun¨ªes, Estados Unidos ha obligado al Gobierno de Maliki a incorporar a m¨¢s sun¨ªes a las fuerzas de seguridad, un paso hacia la reconciliaci¨®n nacional.

Los partidos pol¨ªticos y las milicias chi¨ªes est¨¢n tan relacionados entre s¨ª que no parece probable un equivalente al despertar sun¨ª; seguramente har¨ªa falta una escisi¨®n en la comunidad chi¨ª, una guerra civil dentro de la guerra civil. Ir¨¢n tambi¨¦n ser¨ªa un factor importante. Dados los supuestos v¨ªnculos de Al S¨¢der con los partidarios de la l¨ªnea dura en Ir¨¢n, y dada la creciente hostilidad entre Ir¨¢n y Estados Unidos, es pr¨¢cticamente imposible prever los pr¨®ximos pasos que vaya a dar el cl¨¦rigo. Ya existe un conflicto encubierto entre iran¨ªes y estadounidenses. Ir¨¢n ha intervenido en Irak mediante la ayuda econ¨®mica y militar a las milicias chi¨ªes y, de forma m¨¢s directa, con el env¨ªo de agentes y funcionarios. Los l¨ªderes chi¨ªes de Irak tienen desde hace mucho tiempo estrechos lazos con Ir¨¢n, pa¨ªs en el que vivieron exiliados en la ¨¦poca de Sadam, y tanto ellos como los kurdos han intentado, sin ning¨²n ¨¦xito visible, que haya una mayor cooperaci¨®n entre Ir¨¢n y Estados Unidos en materia de seguridad en Irak. Mientras tanto, muchos sun¨ªes desconf¨ªan de cualquier trato con Ir¨¢n y muestran su hostilidad sin reservas.

El jeque Zaidan ofrece su visi¨®n de una posible escalada del conflicto en Irak que beneficiar¨ªa a los sun¨ªes: "Creo que Estados Unidos podr¨ªa iniciar una guerra civil entre chi¨ªes en el sur, en el que los norteamericanos apoyar¨ªan a los chi¨ªes ¨¢rabes, las tribus, e Ir¨¢n, a los chi¨ªes persas". Dice que ser¨ªa la oportunidad para los estadounidenses de "descabezar el Gobierno de Ir¨¢n y sus milicias en Irak". Los sun¨ªes, sugiere, podr¨ªan contribuir a esta lucha.

La probabilidad de lo que apunta Zaidan depende, en gran medida, de c¨®mo decidan abordar los iran¨ªes, los estadounidenses y los chi¨ªes de Irak la disputa que mantienen por la hegemon¨ªa. Los moderados quiz¨¢ puedan hacer de intermediarios para lograr un acuerdo. Pero las opiniones de Zaidan las comparten muchos en la comunidad sun¨ª, donde las posiciones extremistas todav¨ªa tienen mucha fuerza.

En un control policial de Ghazaliya, hablo con un guardi¨¢n de Ghazaliya, un sun¨ª de 26 a?os que se identifica como oficial Ahmed. Me dice que, en su opini¨®n, una purga de chi¨ªes para expulsarles del poder en Bagdad, tal como propone Zaidan, es una buena idea. Cuando le pregunto c¨®mo es posible que su barrio haya pasado de ser un basti¨®n de la insurgencia a ser un modelo de cooperaci¨®n, su respuesta es vaga. "Cuando empezaron a actuar los Guardianes de Ghazaliya, los terroristas desaparecieron", afirma. "Ahora no sabemos d¨®nde est¨¢n". Cuenta que durante los combates estuvo en otro sitio, y cuando volvi¨® ya hab¨ªa terminado todo.

La versi¨®n del pasado reciente que me da el joven guardi¨¢n -que ¨¦l se limit¨® a mantenerse a cubierto hasta que pasaran las cosas- me parece poco convincente. En la mayor¨ªa de las conversaciones que he tenido con los iraqu¨ªes que colaboran con los estadounidenses, me resulta imposible averiguar sus motivos. Los norteamericanos, sin duda por la acuciante necesidad de implantar una seguridad mayor, de poder retirar tropas, parecen demasiado dispuestos a creerse lo que les cuentan sus nuevos aliados. -