Paradojas nucleares
La energ¨ªa nuclear produce extra?os fen¨®menos. Albert Einstein, pacifista durante la Primera Guerra Mundial, firm¨® en agosto de 1939 una carta dirigida al presidente Roosevelt, en la que al mismo tiempo que le alertaba de los peligros que significaba que el reciente descubrimiento de la fisi¨®n del uranio pudiese ser utilizado por Hitler para fabricar bombas at¨®micas, le animaba a que promoviese este tipo de investigaci¨®n en Estados Unidos. Por supuesto, ten¨ªa sus razones: sab¨ªa bien hasta d¨®nde pod¨ªan llegar los nazis.
M¨¢s oscuras son las razones que hacen decir un d¨ªa a alguien (el Sr. Rajoy) que no cree en el peligro de un calentamiento global, y al d¨ªa siguiente manifestar su apoyo a la construcci¨®n de centrales nucleares, que si muchos defienden ahora es porque en ellas apenas se emite di¨®xido de carbono, el principal gas de efecto invernadero. Pero tampoco es f¨¢cil de entender que al mismo tiempo que el Sr. Rodr¨ªguez Zapatero proclama su intenci¨®n de luchar firmemente contra el cambio clim¨¢tico, contin¨²e con su decisi¨®n de que Espa?a termine siendo un pa¨ªs desnuclearizado. Esta pol¨ªtica le est¨¢ enfrentando con otros pa¨ªses de la Uni¨®n Europea y con el panel sobre cambio clim¨¢tico de la ONU, que favorecen la opci¨®n nuclear y no entienden la actitud espa?ola, cuyas emisiones de di¨®xido de carbono aumentan por encima de lo permitido.
Disminuir el transporte privado quita votos; rechazar las nucleares, no
No hay mejor pol¨ªtica que el ejemplo para reducir las bombas at¨®micas
Al igual que a nuestro presidente del Gobierno, no me gusta la energ¨ªa nuclear. Yo no recurrir¨ªa a ella, sino a medidas radicales que hagan disminuir ese ubicuo manantial que representan los autom¨®viles, el sector de fuente de emisiones de di¨®xido de carbono que crece m¨¢s r¨¢pidamente. Si nuestro presidente quiere ser coherente con su pol¨ªtica clim¨¢tica, tiene en el transporte privado un magn¨ªfico flanco para actuar. Pero eso no es "popular", puede quitar votos, mientras que rechazar las centrales nucleares no. Al menos, pod¨ªa ser menos parcial, e incluir entre esos asesores que ha anunciado (que todos sean extranjeros es un detalle que revela la pobre idea que tiene sobre la asesor¨ªa cient¨ªfica) alguno no abiertamente antinuclear, con el fin de evaluar lo m¨¢s imparcialmente posible el futuro de esta fuente energ¨¦tica.
Querr¨ªa, con relaci¨®n a estos puntos, citar unos pasajes que James Lovelock, el cient¨ªfico m¨¢s conocido como el padre de la teor¨ªa de Gaia, ha escrito en su ¨²ltimo libro, La venganza de la Tierra: "Yo soy un verde... pero ante todo soy un cient¨ªfico; por eso es por lo que ruego a mis amigos ecologistas que reconsideren su ingenua fe en el desarrollo sostenible y las energ¨ªas renovables y que abandonen la creencia de que con ellas y con pol¨ªticas de ahorro de energ¨ªa basta para solucionar el problema al que nos enfrentamos. M¨¢s importante todav¨ªa es que abandonen su obstinado rechazo de la energ¨ªa nuclear. Incluso si tuvieran raz¨®n sus peligros -y no la tienen-, usarla como fuente de energ¨ªa segura y fiable representar¨ªa una amenaza insignificante comparada con las incomparables y letales olas de calor y la subida del nivel del mar que amenaza a todas las ciudades costeras del mundo. El concepto de energ¨ªas renovables suena bien, pero hasta ahora son poco eficaces y muy caras. Tienen futuro, pero no tenemos tiempo para experimentar con ellas... No estoy diciendo que la energ¨ªa de fisi¨®n nuclear sea lo ideal a largo plazo para nuestro planeta enfermo, o que vaya a solucionar todos nuestros problemas, pero hoy por hoy es la ¨²nica medicina eficaz de que disponemos".
Una magn¨ªfica manifestaci¨®n de que los tiempos han cambiado con respecto a nuestra percepci¨®n de los peligros de la energ¨ªa nuclear es el n¨²mero de enero y febrero de 2007 de la revista Bulletin of the Atomic Scientists. Fundada por un grupo de f¨ªsicos at¨®micos en 1947, una caracter¨ªstica de esta publicaci¨®n es un reloj que aparece en su cabecera, que marca los minutos que seg¨²n sus responsables nos separan de un cataclismo nuclear, que corresponder¨ªa a la medianoche. Al aparecer, la distancia estimada a esas 12 de la noche era de 7 minutos. Desde entonces, el minutero ha cambiado de posici¨®n 17 veces, con un m¨ªnimo de 2 minutos en 1953, cuando Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica realizaron sus primeras pruebas con bombas de hidr¨®geno, y un m¨¢ximo de 17 minutos en 1997. En el n¨²mero de enero-febrero de este a?o, el reloj, que marcaba 7 minutos desde 2002, se adelant¨® dejando la distancia a la medianoche en 5 minutos. La novedad es que se trata de la primera vez que el desplazamiento horario tiene lugar en relaci¨®n con un suceso no nuclear: "Las armas nucleares", se lee en uno de los titulares, "todav¨ªa plantean la amenaza a la humanidad m¨¢s poderosa, pero el cambio clim¨¢tico y las tecnolog¨ªas emergentes han acelerado nuestra capacidad de autodestrucci¨®n". Visto desde esta perspectiva, la utilizaci¨®n de la energ¨ªa nuclear de fisi¨®n adquiere un car¨¢cter nuevo, que afecta incluso a su aspecto m¨¢s controvertido, y peligroso: la larga vida de los residuos. En efecto, si el cambio clim¨¢tico llegase a producirse, la duraci¨®n de ¨¦ste ser¨ªa tambi¨¦n muy larga, comparable acaso a la de los residuos en cuesti¨®n.
Otra paradoja relacionada con la energ¨ªa nuclear, ¨¦sta dentro del ¨¢mbito internacional, es la del acceso a la tecnolog¨ªa nuclear. Desde que en 1945 Estados Unidos fabric¨® bombas at¨®micas, muy pocos pa¨ªses han podido acceder a la tecnolog¨ªa necesaria para producirlas. Primero Corea del Norte y ahora Ir¨¢n han establecido programas de desarrollo nuclear que han provocado una fuerte reacci¨®n en, sobre todo, Estados Unidos y la Uni¨®n Europea.
No ser¨¦ yo quien se declare partidario de las ideolog¨ªas y reg¨ªmenes como el coreano o el iran¨ª. Sin embargo, cuando observo los argumentos que se utilizan para impedir que profundicen en sus programas nucleares, siento verg¨¹enza. ?Por qu¨¦ algunos s¨ª y otros no? Y, ?por qu¨¦ nadie clama contra Israel, que desde hace ya mucho posee, aunque no lo reconozca, armamento nuclear? Nos esforzamos por evitar que Ir¨¢n pueda construir bombas at¨®micas (lo que har¨ªa, yo tambi¨¦n lo creo, el mundo m¨¢s seguro), pero recordemos, por ejemplo, que en diciembre de 2006 se hizo p¨²blico que el Gobierno brit¨¢nico hab¨ªa aprobado un programa para construir una nueva generaci¨®n de submarinos nucleares. "Constituir¨ªa un error y ser¨ªa peligroso", manifest¨® el entonces primer ministro Tony Blair, que disminuyese la capacidad nuclear de Gran Breta?a y de las dem¨¢s naciones nucleares. Con el nuevo programa, el Reino Unido podr¨¢ continuar siendo miembro del club nuclear al menos hasta el 2050. Al hilo de esta noticia, The Times (5 de diciembre de 2006) estimaba el arsenal nuclear de Estados Unidos en 5.521 cabezas nucleares, con Rusia, 5.682; Francia, 348; Gran Breta?a, 185; Israel, entre 100 y 200; China, 130; e India y Pakist¨¢n, entre 50 y 60.
Naturalmente, conozco las razones de geopol¨ªtica internacional que se utilizan para intentar evitar que haya m¨¢s pa¨ªses con armamento nuclear, pero aunque los ejemplos en contra abunden, la pol¨ªtica no puede ser ajena a la moralidad. No es de recibo el argumento: "Yo s¨ª, pero t¨² no, porque yo soy m¨¢s de fiar, o m¨¢s poderoso, y t¨² no eres ni lo uno ni lo otro". Igual que hace ya m¨¢s de medio siglo, tenemos la obligaci¨®n de dejar a nuestros hijos un mundo m¨¢s seguro, con menos bombas at¨®micas, pero para ello no hay mejor pol¨ªtica que el ejemplo.
Leo que Javier Solana, alto representante de la pol¨ªtica exterior europea, acaba de declarar que "se siente decepcionado" con el nuevo interlocutor iran¨ª en el "contencioso nuclear". Entiendo muy bien su decepci¨®n. Yo tambi¨¦n me sent¨ª decepcionado con su comportamiento -sobre todo con sus silencios, que ahora no ha prodigado- en 1995, cuando Francia realiz¨® pruebas nucleares en Mururoa. Era entonces ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, que presid¨ªa la Uni¨®n Europea, y como tal ¨¦l y su presidente ten¨ªan la responsabilidad y la oportunidad de luchar contra la proliferaci¨®n nuclear y sentar un precedente que tal vez podr¨ªa haber servido hoy.
Jos¨¦ M. S¨¢nchez Ron es miembro de la Real Academia Espa?ola y catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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