Kafka revisitado
El m¨¢s asombroso milagro que ha tenido lugar en Praga en los ¨²ltimos tiempos es que Kafka, su ciudadano m¨¢s universal, no ha muerto. Ni siquiera los censores consiguieron que muriera al prohibir sus libros durante buena parte de la larga y negra dictadura comunista. ?Por qu¨¦? Porque su esp¨ªritu andaba por all¨ª, por las calles que hab¨ªa pisado mucho antes de que ellos existieran y vinieran a echar todos los cerrojos del mundo sobre las creaciones libres de los escritores incompatibles con sus dogmas. No muere quien ha besado su ciudad con su aliento hasta en los d¨ªas m¨¢s oscuros de su vida. Y quien la ha pisado con su calzado animado por el af¨¢n de vivir, tampoco muere. Y quien muere y resulta que deja una obra monumental y grandiosa, aun en su m¨¢s estricta pudibundez y discreci¨®n, tampoco muere, porque una de las funciones de las obras principales, como sabemos, es abolir la muerte.
Hoy Praga se rinde al hijo superlativo que en su d¨ªa fue valorado s¨®lo por unos pocos
Sin embargo, la cosa m¨¢s asombrosa en relaci¨®n con este praguense insondable es que apenas se refiri¨® a su ciudad en sus escritos de ficci¨®n. Una ciudad tan embrujadora no se cuela por las entretelas de sus novelas y cuentos tan fant¨¢sticos y tan realistas a la vez. Es casi inevitable preguntarse el porqu¨¦ de esa ausencia, y m¨¢s si tenemos en cuenta que el escritor pocas veces se alej¨® de esa ciudad -para morir s¨ª-, por m¨¢s que so?ara con frecuencia con vivir muy lejos de ella (hasta so?¨® con Latinoam¨¦rica para cumplir ese sue?o). Lo m¨¢s probable es que la ciudad que era su amor fuera tambi¨¦n, y tal vez sobre todo, su prisi¨®n. Por tanto, el acto de inventar historias ser¨ªa una forma de simbolizar la prisi¨®n pero sin necesidad de mencionar los nombres concretos de las cancelas de hierro que aherrojaban sus moradas. Y, sin embargo, la ciudad se rinde hoy d¨ªa expl¨ªcitamente al hijo superlativo que en su d¨ªa tan s¨®lo fue valorado por unos pocos. Incluso se ha llegado a abrir recientemente un museo dedicado expresamente al escritor, situado en la isla de Kampa, junto al so?ador r¨ªo Moldava, con todo el universo kafkiano convertido en laber¨ªntica galer¨ªa que nos ofrece el itinerario de su vida, sus azares editoriales y la simbolog¨ªa m¨¢s claustrof¨®bica y sombr¨ªa de sus escritos.
Misterio y zozobra totales, por lo tanto, anejos muchas veces a la m¨¢s genuina creaci¨®n literaria. El escritor m¨¢s esencialmente vocacional pugna en vida por abrir un espacio suficiente a su actividad creativa al mismo tiempo que se gana la vida como abogado en una oficina dedicada a la cobertura legal de los accidentes laborales. Se amontonan los papeles en la mesa de la oficina y es un hombre muy riguroso en el ejercicio de su labor profesional. Es adem¨¢s afable y conserva su empleo cuando en Praga la minor¨ªa de lengua alemana cae en desgracia y los jud¨ªos son presa de todas las sospechas y relegaciones. Detesta a su padre por fr¨ªo e incapaz de comprender el sentido de su vocaci¨®n art¨ªstica. Se ba?a en el r¨ªo cuando hace bueno y le encanta remar en pl¨¢cidas barcas. Publica sus primeras narraciones con el editor Kurt Wolff, hace algunas lecturas p¨²blicas de sus obras, mantiene relaciones sentimentales bastante insatisfactorias y muere pronto, v¨ªctima de la tuberculosis que hab¨ªa contra¨ªdo a?os antes. Y pide a su amigo, el gran Max Brod, que queme todos sus escritos in¨¦ditos (y, por suerte para todos, no le obedeci¨®). A su entierro acudieron unas cien personas y sus padres publicaron enseguida una esquela en el peri¨®dico local en la que se reconoc¨ªa su condici¨®n de abogado pero ??no la de escritor!!
Misterio y zozobra: la obra escondida de ese hombre en cierto modo escondido es una de las m¨¢s grandes escritas jam¨¢s y no s¨®lo en el siglo XX. Praga se rinde a su estela pero el viajero y amante de sus libros persigue su aliento antes de que fuera tan universal. Aquel d¨ªa en que -tal como relata en su Diarios- fue a recoger a su hermana peque?a al colegio y se asombr¨® por el atardecer oto?al que ca¨ªa sobre el r¨ªo Moldova o aquel d¨ªa en que fue al caf¨¦ Louvre a conversar con sus amigos e hizo gala de uno de sus grandes talentos: saber escuchar. O aquel otro en que se dej¨® retratar en la Plaza Vieja casi como si fuera un dandi (?y no lo era en el fondo?). Aquel hombre silencioso y afable, aquel genio oculto, aquel insondable escritor necesita que lo rescatemos de los tur¨ªsticos itinerarios de las gu¨ªas sin alma para situarlo en la encrucijada de su existencia m¨¢s misteriosa, la que se ensanchaba cuando escrib¨ªa de espaldas al mundo, rob¨¢ndole horas al sue?o, enfrent¨¢ndose con portentosa vocaci¨®n a la indiferencia e incomprensi¨®n de su padre, sin saber que lo que tiene el mundo de inaccesible sinsentido ser¨ªa simbolizado para siempre por sus inmortales narraciones.
?ngel Rup¨¦rez es escritor y profesor de Teor¨ªa de la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid.
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