Los pintores que am¨® Picasso
El museo del artista en Barcelona dedica una exposici¨®n a la que fue su colecci¨®n privada, con obras de Renoir, Mir¨® y Rousseau, entre otros
Pablo Picasso fue coleccionando arte a lo largo de toda su vida. Las obras de su colecci¨®n privada compart¨ªan su cotidianeidad, le rodeaban e invad¨ªan su espacio, apoyadas en las paredes y esparcidas por el suelo. Le encantaba ense?arlas y manosearlas, eran la prueba del v¨ªnculo que le un¨ªa a los artistas que m¨¢s admiraba, la prueba de su amistad.
Por primera vez en 10 a?os, esta colecci¨®n -heredada por el Estado franc¨¦s, que la expuso primero en el Louvre y despu¨¦s en el Museo Picasso de Par¨ªs- sale de Francia para mostrarse en el Museo Picasso de Barcelona hasta el 30 de marzo.
"Es singular, apasionada, sorprendente y a veces inexplicable. Es una colecci¨®n sin criterios de fondo, tan s¨®lo hay pasi¨®n", afirma Pepe Serra, director del museo barcelon¨¦s, que aporta una peque?a selecci¨®n de piezas al conjunto procedente de Par¨ªs. Las 120 piezas -que incluyen 43 pinturas de Renoir, C¨¦zanne, Matisse, Degas, Dal¨ª y Mir¨®, entre otros- se presentan en un montaje que subraya las afinidades y conexiones entre Picasso y las obras de sus artistas preferidos, y ofrece nuevas claves de lectura de la colecci¨®n permanente.
Una amplia selecci¨®n de im¨¢genes de fot¨®grafos como Brassa?, Capa y Cartier-Bresson explicita la relaci¨®n del maestro malague?o con unas piezas que le serv¨ªan como "casos de estudio y alimento para su imaginaci¨®n", seg¨²n el comisario Philippe Saunier, conservador del Museo Picasso de Par¨ªs. Algunas le acompa?aban en todos sus viajes, como un peque?o autorretrato del Aduanero Rousseau, cuyas aletas de la nariz se reencuentran en los personajes que Picasso pint¨® en la d¨¦cada de 1930. "Amaba todas sus obras por igual, pero el Aduanero era su pintor preferido. Admiraba su ingenuidad", explica Saunier.
El comisario destaca la coherencia de una colecci¨®n que, aunque irregular, diversa y ajena a los criterios tradicionales, revela como com¨²n denominador un cierto primitivismo que subyace a la mayor¨ªa de las piezas, desde la Cabeza de gamuza elevada al rango de retrato por Gustave Courbet, pasando por "la mirada sint¨¦tica y abreviadora" de Corot, hasta los paisajes de Gauguin, donde se mezclan los cultos arcaicos de los calvarios bretones y los ¨ªdolos del Pac¨ªfico.
Picasso y su colecci¨®n se centra en las obras cl¨¢sicas, prueba de "su v¨ªnculo indisoluble con la realidad y su capacidad de fagocitar y nutrirse del entorno", aunque incluye unas 20 piezas de la colecci¨®n de arte africano, la m¨¢s conocida, que pertenece a los herederos. Destacan por su encanto, entre m¨ªstico y na?f, unas diminutas estatuillas ib¨¦ricas, entre las que se encuentra el cl¨¢sico toro mediterr¨¢neo, destinado a convertirse en el Minotauro, el ¨¢lter ego del artista.
Es el triunfo del realismo, no hay ninguna obra abstracta. Hay diversas telas de Renoir, cuyos desnudos recuerdan las ba?istas que el malague?o pintaba en la d¨¦cada de 1920, y tambi¨¦n varios cez¨¢nnes. Cierran el recorrido unas obras regaladas a Picasso por Julio Gonz¨¢lez, Manolo Hugu¨¦, Marie Laurencin, Derain, Max Jacob y Cocteau que pertenecen al museo barcelon¨¦s.
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