Un riesgo soberano
Los fondos nacionales salvan las cuentas de los bancos en crisis, pero inquietan a los accionistas
Los fondos soberanos, instituciones que gestionan los excedentes financieros o las rentas producidas por materias primas estrat¨¦gicas como el petr¨®leo o el gas, han irrumpido con una fuerza inusitada en las instituciones financieras internacionales. La mec¨¢nica de esta irrupci¨®n es la compra de importantes participaciones accionariales en bancos o instituciones financieras afectadas por la crisis crediticia. El dinero fresco procedente de China, de los emiratos ¨¢rabes o del sureste asi¨¢tico est¨¢ compensando el terrible da?o que causan los fallidos de los activos hipotecarios en las grandes entidades de cr¨¦dito. El ¨²ltimo anuncio de esta marea de rescates financieros fue el de Morgan Stanley, en cuyo capital participar¨¢ el fondo China Investment Corporation. Situaciones similares se han vivido en Barclays o Bear Stearns; y una entidad mundial de primera l¨ªnea, como Uni¨®n de Bancos Suizos (UBS), acosada por las turbulencias derivadas de las hipotecas basura, padece una revuelta accionarial en contra de la entrada de fondos asi¨¢ticos y de Oriente Medio en su capital.
Est¨¢ claro que en condiciones de bonanza econ¨®mica las instituciones financieras no hubieran recurrido al dinero de los fondos soberanos para reforzar su capital. Es inevitable, por tanto, que la aparici¨®n de capitales chinos o de Abu Dabi en los bancos occidentales genere tensiones. Una primera fuente de conflicto es que la entrada de capital compensa las p¨¦rdidas o el crecimiento de las provisiones, pero diluye la participaci¨®n de los accionistas tradicionales. El dinero de los soberanos salva la cabeza de ejecutivos apurados, pero molesta a los accionistas.
La inquietud m¨¢s acusada proviene de la opacidad pol¨ªtica y corporativa de las inversiones. Es verdad que hay fondos transparentes, como el noruego, el chileno o los asi¨¢ticos de Singapur o Hong Kong. Sus reglas de inversi¨®n, sus criterios de rentabilidad y sus objetivos financieros son p¨²blicos y se conocen adem¨¢s los estrictos controles que ejercen sobre ellos sus gobiernos o sus depositantes. No es el caso de otras instituciones, como las agencias chinas o las de los pa¨ªses del Golfo, cuyos objetivos son desconocidos y pueden confundirse con los intereses pol¨ªticos o estrat¨¦gicos de sus pa¨ªses respectivos. Por ejemplo, el 10% del capital de Morgan Stanley puede ser un arma poderosa de presi¨®n en manos de un inversor cuyas apetencias vayan m¨¢s all¨¢ de la obtenci¨®n de rentabilidad.
Hay precedentes del caos generado por la gesti¨®n corrupta y poco democr¨¢tica de un fondo soberano. KIO, sin ir m¨¢s lejos. Hoy el riesgo es mayor, porque las agencias de inversi¨®n son m¨¢s poderosas y los gobiernos que las respaldan tienen mayor influencia. Por esa raz¨®n, los gobiernos deber¨ªan exigir transparencia democr¨¢tica a los fondos nacionales que pretendan participar en instituciones financieras o estrat¨¦gicas; y debieran tambi¨¦n buscar f¨®rmulas m¨¢s sofisticadas que la cl¨¢sica acci¨®n de oro.
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