'Alguno me ha dicho'
As¨ª se llama el disco que prefiero de Carla Bruni: Alguno me ha dicho. A m¨ª tambi¨¦n me han contado cosas de ella. Confieso que me gustan muchas de sus m¨²sicas y de sus letras. En varias lenguas, pero se lo hace mejor en franc¨¦s. Tiene toque para el susurro, entre la caricia y el ara?azo. Un disco entre melancol¨ªas y rebeld¨ªas. Me encanta. Es decir, me encantaba. Ya me gusta menos. ?Ser¨¢n los celos?
No es por nada, Nicolas, adem¨¢s de otras cosas que me callo, le tengo que decir que miente, al menos cuando canta. S¨¦ que no le importa. Que cuando ella canta al o¨ªdo eso de "el cielo en una habitaci¨®n", no hay patria, ni patriota, que se resista. O cuando se pone po¨¦tica y susurra eso de "t¨² eres el Laurel de mi Hardy... t¨² eres el bigote de mi Trotski... t¨² eres el nunca de mi siempre". Pues eso, que le entiendo. S¨¦ que tiran m¨¢s dos poes¨ªas que dos carretas. Aunque el afrancesado que llevo dentro, el admirador del Abate Marchena que soy, me impulsa a prevenirle, monsieur le president, y escuche con cuidado. Recuerde esas canciones de Carla cantando al amor fugaz, al amor de los amantes, al que est¨¢ de paso. Del otro dec¨ªa no: "mais l'amour... pas vraiment". Bien claro. Quiz¨¢ sea eso lo que le pone, con perd¨®n. Que no es mujer para el altar o lo que sea que usen las derechas en Francia. Le entiendo. No se deben tener prisas. Hay que meditar. Ya lo dec¨ªa J. Joubert, el admirable pensador querido por Chateaubriand, Paul Auster o Sciascia, e ignorado por nosotros, que escribi¨® taca?amente -y no s¨®lo "sobre arte y literatura", como con acierto acaban de publicar aqu¨ª esos queridos editores "perif¨¦ricos"-, pero que cuando lo hac¨ªa, acertaba: "Como esposa hay que escoger ¨²nicamente a la mujer que uno escoger¨ªa como amigo, si ella fuera un hombre".
Conoc¨ª a su ex, gracias a Rosa Torres Pardo, que giraba con su Iberia -antes de llevar su piano y su talento a las f¨¢bricas y casas del pueblo- por tierras francesas de Cambo-les-Bains, el pueblo donde muri¨® el abuelo de C¨¦cilia, aquel genio llamado Alb¨¦niz. La mujer del entonces conflictivo ministro del Interior nos pareci¨®, adem¨¢s de guapa, inteligente y elegante, mujer de alturas musicales. Y de alturas en general. Muy diferente a la Bruni. Nada de susurros. Otras notas, otras m¨²sicas, otras letras. Cada una en su tono.
Mi amigo Sabina, que se desnuda por cartas, anda zascandileando, cantando y contando por las Am¨¦ricas, pretende que le confiese cu¨¢l de las dos me gusta m¨¢s. De verdad, entre las dos, me quedo con Jimena. Te lo apuntes en tu agenda del dos mil ocho. Y gracias por tu epistolario. Lo prefiero al escapulario de anta?o. Y ni Carla, ni C¨¦cilia. T¨², a tus m¨²sicas, tus letras y tus... eso. -
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