El arquitecto del mundo
Ha dise?ado aeropuertos, rascacielos y museos en todo el mundo. Fue un ni?o pobre que luch¨® por cumplir su sue?o. Hoy dirige un estudio con m¨¢s de mil profesionales. Es el arquitecto m¨¢s influyente del planeta. Hemos viajado con ¨¦l de Pek¨ªn a Londres pasando por Madrid.
Contemplada desde la planta 50 del Capital Mansion, Pek¨ªn amanece esta ma?ana envuelta en una sucia bruma ocre. El rancio y exclusivo Capital Club a¨²n est¨¢ vac¨ªo de socios; un pu?ado de camareros se desliza entre las sombras. Norman Foster, hier¨¢tico y mudo, escaneando inquisitivo todo lo que ocurre alrededor, asume por fin el papel de lord Foster of Thames Bank: el se?or del T¨¢mesis, el arquitecto m¨¢s famoso del planeta. Va de uniforme: uno de sus cl¨¢sicos trajes de pana -el de hoy, color cereza, firmado por Ferr¨¦-, cuello alto negro y ligeros mocasines de ante; yergue el cr¨¢neo reluciente, adelanta elegante el tronco hacia el ventanal abierto al vac¨ªo, entorna los ojos, sorbe con delicadeza su caf¨¦ americano y susurra: "Es un hermoso terreno. ?Qu¨¦ quiere construir en ¨¦l?".
Acaba de tomar tierra en su Falcon 900 procedente de Suiza. Tres horas de bicicleta antes de despegar, 12 de vuelo. Apenas ha dormido. El tiempo es oro. Marcha a ritmo de atleta. Columna recta, espalda cuadrada y mano derecha sumergida en el bolsillo. Tiene 72 a?os. La cita es con el financiero Desmond Shum, de 39, un tipo alto y atractivo nacido en Hong Kong, educado en Am¨¦rica, vestido de Etro y calzado con unos Berluti de 1.000 euros, que rara vez sonr¨ªe.
Nadie sonr¨ªe. No asistimos a una reuni¨®n social. Cliente y arquitecto se acaban de conocer y est¨¢n tom¨¢ndose medidas. Desmond Shum es un representante de la nueva clase dirigente china, de los nuevos billonarios asi¨¢ticos que est¨¢n reinventando un pa¨ªs de 1.300 millones de consumidores. Discreto y refinado, es vicepresidente ejecutivo de ACL, la empresa que gestiona las promociones comerciales e inmobiliarias en torno a los aeropuertos chinos. Dispone de 500.000 metros cuadrados en pleno distrito de Chaoyang para construir el mayor complejo comercial de la ciudad. Dos torres de oficinas de 220 metros y un rascacielos de uso mixto de 370. Paseos, jardines y hoteles. Foster ha subido a este rascacielos para desentra?ar la magnitud del proyecto. Shum quer¨ªa ver a lord Foster. Foster, examinar al cliente. Dispara pocas pero certeras preguntas: "?Conoce nuestro trabajo? ?Le interesa el aspecto medioambiental? ?Qu¨¦ papel va a tener la cultura en el conjunto? ?A qu¨¦ sector van dirigidos los apartamentos?". Foster no es s¨®lo un arquitecto; es un hombre de negocios con 40 a?os de experiencia. Hipn¨®tico y persuasivo. Sabe vender su marca. "Para m¨ª es importante ver a los promotores, conocer su filosof¨ªa y sensibilidad. Y que encajen con la nuestra. Ellos quieren ver al arquitecto. Y t¨², que entiendan el proyecto que les propones. Adem¨¢s de ser un buen arquitecto, lo importante es adaptarte a otras formas de pensar. Es la ¨²nica forma de ser global. Mi punto de partida es 'vamos a entendernos'. Debes salir con esa idea al mundo. Cuando empezamos a trabajar en el Reichstag, en Berl¨ªn, en 1992, nuestra preocupaci¨®n era ponernos en el lugar de los alemanes y, desde ah¨ª, construir algo emblem¨¢tico para su pa¨ªs. En los primeros pasos de todo proyecto hay tres factores claves: capacidad de adaptaci¨®n, entendimiento y humildad. Y al contrario de otros presidentes que no se mueven de su sill¨®n, yo estoy donde se me necesita".
La reuni¨®n dura 15 minutos. La despedida es fr¨ªa. "Estamos en contacto". Lord Foster confesar¨¢ m¨¢s tarde que el cliente le ha gustado. "Es muy sofisticado".
CHINA ES LA ?LTIMA PASI?N de Norman Foster. Ha aterrizado en este pa¨ªs una vez al mes durante los ¨²ltimos tres a?os. Tiene oficinas en Pek¨ªn y Hong Kong, y compite por construir tres edificios de 500 metros de altura en Shenzhen, Shanghai y Suzhou. Sin embargo, su afici¨®n por China no se basa en una mera toma de posici¨®n estrat¨¦gica en el apetitoso mercado asi¨¢tico. "Me impresiona la velocidad con la que est¨¢n cambiando las cosas, la escala de los proyectos: una altura y tama?o que ser¨ªan impensables en Europa. Su perfeccionismo, la rapidez en la toma de decisiones; su capacidad organizativa y de trabajo. La b¨²squeda de la calidad frente al estereotipo de fabricantes de baratijas que tenemos de ellos en Occidente. Cuando llegamos a Pek¨ªn hace cuatro a?os no hab¨ªa nada. La gente iba en bicicleta. Ahora tienen coches, autopistas y hoteles de lujo. Cada vez que vuelves ha surgido un nuevo barrio. En China tenemos la posibilidad de redise?ar el paisaje urbano. ?sta era una explanada aislada polvorienta y hemos construido en tres a?os el mayor aeropuerto del mundo. Han trabajado 50.000 personas. No me pregunte c¨®mo han logrado coordinarlos. La jerarqu¨ªa en China es invisible para un occidental. En una obra en Europa ves gente mejor vestida, con otro lenguaje corporal?, son los patrones; aqu¨ª no identificas al jefe. No hay parafernalia ni despachos, hay trabajo duro. China es otra escala".
Norman Foster enmudece, se cala el casco, salta del coche y se sumerge en el fantasmal aeropuerto de Pek¨ªn. Una opaca nube de polvo cubre la atm¨®sfera. La ligera celos¨ªa del techo filtra con delicadeza los rayos del sol iluminando todo el espacio. El uso de la luz natural es una de las se?as de identidad de Foster. Cientos de operarios cl¨®nicos se esmeran en la comprobaci¨®n de los sistemas y servicios de esta superficie de cerca de un mill¨®n de metros cuadrados. Suenan por los altavoces himnos patri¨®ticos. El aeropuerto ser¨¢, a partir del mes de agosto, con la inauguraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos, puerta de entrada y escaparate de la nueva China.
FOSTER ACELERA. Corretea tras su estela Chen Guoxing, el miembro del Partido Comunista responsable de llevar a cabo el aeropuerto, embutido en un anticuado terno gris de la era sovi¨¦tica. Chen ha vivido durante tres a?os aqu¨ª, en la obra, en un barrac¨®n junto a sus trabajadores. Nos ofrece un t¨¦ imbebible en vaso de pl¨¢stico. Est¨¢ feliz. El aeropuerto est¨¢ terminado. Cuesti¨®n de Estado. Para ¨¦l, de supervivencia. Recuerda Norman Foster: "Una de las primeras veces que visitamos la obra hab¨ªan colocado en la entrada dos pancartas rojas con consignas. Pregunt¨¦ qu¨¦ significaban. La primera dec¨ªa: 'En tiempos de guerra, el que tenga miedo de luchar no puede ser miembro del Partido Comunista".
-?Y la segunda?
-"En tiempos de paz, el que tenga miedo de trabajar no puede formar parte del equipo del aeropuerto". Me ech¨¦ a re¨ªr, porque me pareci¨® que estaba hecho a medida de Foster and Partners: "El que no trabaje duro, no vale". Y no es una broma. En los primeros meses del proyecto, los chinos despidieron a un centenar de ingenieros occidentales por bajo rendimiento. Ninguno era de nuestro estudio. Nosotros trabajamos 24 horas al d¨ªa, 365 d¨ªas al a?o. No cerramos. Es lo primero que aprenden los arquitectos j¨®venes.
No es un farol. En 1967, al estudio de Norman Foster llegaban los encargos con cuentagotas y no contaba con m¨¢s arquitectos en n¨®mina que su primera mujer, Wendy Cheesman, que fallecer¨ªa v¨ªctima de un c¨¢ncer en 1989. La oficina estaba situada en una habitaci¨®n contigua al hogar de la pareja, a las afueras de Londres. La intimidad familiar era complicada. Norman y Wendy ideaban edificios y tambi¨¦n abr¨ªan la puerta, preparaban el t¨¦ y visitaban las obras. "Nos encarg¨¢bamos de todo. Hay proyectos de los que todav¨ªa le puedo recitar de memoria la dimensi¨®n de cada pieza de acero". Cuatro d¨¦cadas m¨¢s tarde, el estudio de Norman Foster tiene 1.000 arquitectos, una veintena de oficinas y ha firmado proyectos en 250 ciudades de los cinco continentes. Dise?a rascacielos y aeropuertos, grifos y picaportes. Museos, Parlamentos, gasolineras y yates. Da lecciones de ecolog¨ªa. Ordena ciudades. Y modela las oficinas del futuro. Es el ¨²nico arquitecto realmente global. ?El secreto? "En esta profesi¨®n hay que tener nervios de acero. Nunca puedes perderlos. Le podr¨ªa hacer una lista de arquitectos famosos que se han ido a la bancarrota. Yo me la he jugado muchas veces. En cada concurso echas el resto. Me pas¨® a mitad de mi carrera, en 1992, con el aeropuerto de Hong Kong. A todo o nada. Un concurso supone movilizar recursos, tiempo y esfuerzo. Hay que pedir dinero al banco. Si no ganas, pierdes todo. Todo. Yo gan¨¦".
LA PRIMERA GENERACI?N de arquitectos que recal¨® a su lado a mediados de los setenta recuerda el esfuerzo de Foster en aquellos a?os. Su empuje y pasi¨®n. Su ambici¨®n por dise?ar y construir cada proyecto. "Ha sido su obsesi¨®n; no s¨®lo hacer el dise?o estructural de un edificio, sino construirlo, junto a los ingenieros, y con un di¨¢logo constante con la industria para desarrollar nuevas tecnolog¨ªas. El ejemplo m¨¢s claro es el Centro McLaren, donde hemos aprovechado la tecnolog¨ªa de la escuder¨ªa y la experiencia de sus ingenieros de f¨®rmula 1 para realizar el proyecto".
David Nelson, que trabaja con Foster desde 1976 y est¨¢ detr¨¢s de dise?os como el Reichstag, se aventura a dar alguna pista sobre la personalidad del patr¨®n: "Es impresionante su motivaci¨®n interna. Nunca cede ni abandona su posici¨®n. Nunca abandona los retos que se propone. Tiene una autoexigencia absoluta: desde el trabajo hasta el ejercicio f¨ªsico o la alimentaci¨®n. Y esa motivaci¨®n interior, esa autoexigencia, le hacen ser duro con la gente. A veces llega a ser irritante; puede mandar repetir una y mil veces un proyecto. Cuando quedan unos d¨ªas para presentarlo, lo cambia todo; llegamos con la lengua fuera. Pero al final tiene raz¨®n".
"Lo ¨²nico constante en mi vida es el cambio", confirma Foster. "No importa lo bueno que sea el proyecto que acabas de terminar, nunca ser¨¢ suficientemente bueno. Y si no piensas as¨ª, mejor que te vayas a casa".
-Dicen que usted nunca est¨¢ contento?
-A veces he estado feliz, pero nunca satisfecho. Siempre busco lo mejor. La m¨¢xima calidad, la perfecci¨®n. Y es una cultura que se da por sentada en la compa?¨ªa; somos una comunidad creativa en la que todo te impulsa en ese sentido. Esa forma de pensar se transmite a las nuevas generaciones. Mire, en mi casa de Londres tengo un mural de m¨¢s de 20 metros pintado por Richard Long. Un d¨ªa, un invitado me pregunt¨® cu¨¢nto hab¨ªa tardado Richard en realizarlo. Le contest¨¦ que 40 a?os, porque es el tiempo que lleva haciendo arte. En mi estudio es lo mismo: cada proyecto es el resultado de 40 a?os de trabajo".
"DURO" Y "DESPIADADO son dos adjetivos que la prensa brit¨¢nica lleva tres d¨¦cadas aplicando a Norman Foster. Tambi¨¦n se repite en los tabloides el t¨¦rmino "macho". Un reportaje de la BBC le denomin¨® Tormenta Norman. No exageran. Lord Foster es un hueso duro de roer, un enfermo del control. Vive en su mundo, fren¨¦tico; con sus ritos, reglas y horarios. Y es dif¨ªcil seguir el ritmo que impone. Las im¨¢genes de los comienzos de su estrellato medi¨¢tico muestran un individuo atl¨¦tico e incansable. Un feo / guapo. De barba cerrada, cabellera azabache con profundas entradas, patillas de minero, ojos febriles y una mand¨ªbula de escualo tallada en piedra. El conjunto recuerda al primer Sean Connery. Si adem¨¢s ese personaje pilota reactores y helic¨®pteros, esqu¨ªa durante horas, es un experto en artes marciales y trabaja al servicio de su majestad, tenemos al James Bond de la arquitectura. Hoy, sin embargo, a los 72 a?os, el tiempo ha ido limando las aristas. El rostro, m¨¢s c¨¢lido y suave, es el de un sabio venerable; la prominente mand¨ªbula se ha ido fundiendo en el conjunto, la breve sonrisa desarma. Sus modales son exquisitos. Lord Foster personifica al patricio ingl¨¦s. S¨®lo las manos, grandes, de obrero, y la mirada de halc¨®n dan pistas sobre el alma del personaje.
Los que le conocen aseguran que detr¨¢s del fr¨ªo hombre de negocios hay un alma de artista. Artistas son sus amigos. Con los que mejor se entiende. Los que frecuentan y tienen obra en sus casas de Londres, Saint Moritz o la Costa Azul. Desde los Bacon, Giacometti y Warhol, con los que quemaba las noches del Soho, a Sol Lewitt, Lucien Freud y Anthony Caro, hasta llegar en la actualidad al fot¨®grafo Andreas Gursky o el n¨²mero uno del arte chino, Cai Guo-Qiang. Algunos juran que Foster es un rom¨¢ntico. Describen c¨®mo qued¨® desarbolado tras la muerte de Wendy Cheesman, su primera mujer. "Lo primero que hizo fue encargar a su amigo Richard Long una serie de fotograf¨ªas de los rincones y paisajes m¨¢s queridos por Wendy, que edit¨® y reparti¨® entre sus amigos como un homenaje p¨®stumo". Veinte a?os despu¨¦s, cuando se le pregunta por ella, carraspea, mira al infinito y balbucea una escueta descripci¨®n: "Intuici¨®n extraordinaria, apoyo incondicional, creatividad y compromiso".
El Mercedes 600 zigzaguea entre el endiablado tr¨¢fico del extrarradio de la capital china. Lord Foster no se inmuta. Va a lo suyo. Como siempre. Tiene mucho que contar, pero se cansa pronto. Es un inquieto cr¨®nico. No desperdicia ni un segundo. Le agotan las conversaciones largas. S¨®lo las soporta cuando se trata de un t¨ºte-¨¤-t¨ºte con su viejo amigo el escultor estadounidense Richard Serra. O con su hija Paola, de nueve a?os, de la que est¨¢ totalmente enganchado. En el coche, apenas levanta la cabeza del papel en que garabatea sin pausa. Es un dibujante compulsivo. Desde ni?o. Perfila bosquejos entre los que se adivinan piezas, cerramientos, edificios, el firmamento. ?No para nunca? Levanta la mirada, se sonroja como un ni?o pillado en plena travesura y gira su ¨ªndice en torno a la sien: "Lo siento, nunca dejo de darle vueltas a la cabeza".
Norman Foster suele explicar su visi¨®n del mundo a trav¨¦s de unos cuantos trazos r¨¢pidos y certeros. Croquis, muchas veces abstractos, que son reinterpretados por su equipo y vuelven otra vez a sus manos en un viaje de ida y vuelta creativo. Alguien a¨²n recuerda el primer apunte del aeropuerto de Pek¨ªn que perfil¨® una madrugada en Hong Kong sobre el reverso de un sobre. Despu¨¦s vendr¨ªan miles de dibujos y horas de trabajo; decenas de arquitectos explorando posibilidades: colores, cubiertas y soluciones distintas. Pero con aquella idea inicial esbozada en un papel, Foster hab¨ªa dado el primer paso. En cuatro a?os, el aeropuerto se ha convertido en la mayor obra de su carrera: un conjunto de dos kil¨®metros de longitud que recuerda a un drag¨®n. Cuando nos alejamos, Foster se emociona al ver su sue?o hecho realidad. S¨®lo por unos segundos.
En Foster and Partners, el principal instrumento de trabajo a¨²n es el l¨¢piz. Unos portaminas amarillos de los que ning¨²n arquitecto del estudio se desprende un segundo. Todos los mi¨¦rcoles por la noche se imparten clases de dibujo en el estudio de Londres, como forma de revitalizar un medio de expresi¨®n que se est¨¢ perdiendo entre los arquitectos. Los socios coinciden en definir a Foster como un gran dibujante (s¨®lo hay que adentrarse en los croquis a tinta china de su ¨¦poca de estudiante) que ha contagiado su amor por el dibujo a mano libre a todos sus colaboradores "como una forma fundamental de expresar un concepto en pocas l¨ªneas".
Pedro Haberbosch, socio del estudio desde hace 20 a?os, recita el primer mandamiento de la factor¨ªa Foster: "Si un arquitecto no es capaz de representar el concepto de un edificio en una u?a es que esa idea no es s¨®lida. La obsesi¨®n de Norman es explicar de forma clara y sencilla los aspectos m¨¢s complejos de la arquitectura. Hacer sencillo lo complejo. Ama esta profesi¨®n, y exige que la explicaci¨®n que sus arquitectos propongan de un concepto sea perfecta. ?l es capaz de procesar r¨¢pidamente mucha informaci¨®n y dar una soluci¨®n al cliente en segundos. Norman piensa claramente y lo expresa claramente. Y ¨¦se es un aprendizaje fundamental en este estudio". Otro socio del estudio, el colombiano Juan Vieira, incide en esa idea: "Norman no quiere que sus edificios se contemplen como algo extra?o y milagroso; le gusta que la gente entienda c¨®mo est¨¢n hechos, c¨®mo funcionan, su estructura; son espacios para ser usados, no joyas abstractas. Tienen emociones y sentimientos".
FOSTER RECHAZA LOS FOGONAZOS de intuici¨®n, los chispazos de genialidad. Es, ante todo, un trabajador. Fomenta en el estudio la controversia, el debate. Sobre todo con los reci¨¦n llegados, con los que se re¨²ne dos veces al a?o para repasar sus proyectos. "Le encanta el di¨¢logo, el desaf¨ªo, aunque hay que tener huevos para rebatirle", explica uno de los j¨®venes arquitectos. Foster tambi¨¦n cree en la evoluci¨®n de sus especies. Habla de semillas que florecen. Sus reflexiones arquitect¨®nicas, funcionales, est¨¦ticas y medioambientales de hace 40 a?os est¨¢n presentes en sus edificios de este siglo. "Lo que no quiere decir que sea una simple repetici¨®n", aclara. "Nunca hemos repetido; hay una continuidad, no una copia. Y cada vez a escala m¨¢s grande. En nuestra arquitectura no hay nada preconcebido. No hay condiciones generales. Todo se dise?a en funci¨®n del d¨®nde, cu¨¢ndo y para qui¨¦n. El esp¨ªritu del sitio est¨¢ siempre presente. Cada una de nuestras obras no podr¨ªa estar en otro sitio".
Cada proyecto comienza con una hoja en blanco. Se trata de analizar qu¨¦ funciones se van a desarrollar en ese edificio y c¨®mo se pueden resolver las necesidades del cliente. Una pr¨¢ctica que inici¨® en 1980, cuando se desplaz¨® tres semanas a Hong Kong, con Wendy y el arquitecto Spencer de Grey, para capturar el esp¨ªritu de la ciudad y comprender c¨®mo funcionaba el banco HSBC, al que aspiraba a construir su cuartel general. Gan¨® el concurso. Algo similar ocurri¨® 10 a?os m¨¢s tarde con el Reichstag: "Tuvimos que aprender c¨®mo funciona un Parlamento". Hoy, los arquitectos del estudio siguen esa norma. Por ejemplo, Pedro Haberbosch: antes de dise?ar las bodegas Portia, en Ribera del Duero, tuvo una profunda inmersi¨®n en el mundo de la viticultura. Tambi¨¦n Narinder Sagoo trabaj¨® en el zoo de Copenhague, buce¨® en los horarios y las costumbres de los animales antes de iniciar el dise?o del nuevo zoo, el rompedor Elephant House de la ciudad.
De la teor¨ªa a la pr¨¢ctica. Cai Guo-Qiang, el artista chino de moda, est¨¢ decidido a construir un centro de arte contempor¨¢neo encajado en la ladera de una monta?a de su ciudad, la selv¨¢tica y rec¨®ndita Quanzhou. Lord Foster, que visit¨® el lugar hace unos meses, se re¨²ne con ¨¦l en Pek¨ªn para mostrarle el proyecto. Cai es su amigo, pero el discurso de Foster es profesional. Muestra su mejor faceta de vendedor: "Este dise?o se puede entender como un reverso del Guggenheim de Nueva York. Aqu¨¦l fluye hacia arriba, y aqu¨ª se va descendiendo hacia las entra?as del museo. Este dise?o no podr¨ªa estar en otro sitio que en esas monta?as que pis¨® Marco Polo". Cai escucha embelesado.
Cuando se pregunta a un veterano socio del estudio su opini¨®n de Foster como arquitecto, su respuesta es autom¨¢tica: "No s¨®lo ha creado hitos arquitect¨®nicos, lo m¨¢s importante ha sido su pasi¨®n por atraer arquitectos j¨®venes al estudio y fomentarles el amor por el medio ambiente. Y meterles en la cabeza que la arquitectura est¨¢ hecha para las personas; para el oficinista, el viajero, el usuario del transporte p¨²blico. Es importante para la gente. ?se es su legado".
NORMA FOSTER FUE el ¨²nico hijo de una familia pobre de Levenshulme, un deprimido suburbio de Manchester. De ni?o se empachaba de arquitectura, de Lloyd Wright y Le Corbusier, en la biblioteca p¨²blica del barrio; amaba el dibujo y los mecanos, pero pronto tuvo que abandonar los estudios: la ense?anza superior no estaba hecha para su clase social. "Decir en Manchester que quer¨ªas ir la universidad era como afirmar que ibas a ser el pr¨®ximo papa". Hizo la mili en el Ej¨¦rcito del Aire. All¨ª se enamorar¨ªa de la aviaci¨®n. Al licenciarse se rebel¨® contra su destino manifiesto, decidi¨® luchar y se coste¨® la carrera de arquitectura a base de peque?os empleos: panadero, vendedor de muebles, portero de discoteca. Dorm¨ªa poco y trabajaba mucho. Despu¨¦s llegar¨ªa una beca para ampliar estudios en la Universidad de Yale (Estados Unidos), donde descubrir¨ªa a los grandes arquitectos modernos. Y una forma distinta de entender la arquitectura, donde los edificios no luchaban contra la naturaleza, sino que se aliaban con ella. Y tambi¨¦n se descubri¨® a s¨ª mismo.
A su vuelta al Reino Unido, Foster iniciaba la formulaci¨®n de una filosof¨ªa arquitect¨®nica cuya vigencia defiende: "La calidad de lo que nos rodea, de nuestro lugar de trabajo, nuestro hogar, los espacios p¨²?blicos, influye en nuestra calidad de vida. Y la arquitectura se debe generar para dar respuesta a esas necesidades materiales y espirituales". A mediados de los sesenta, Foster iniciaba una guerra de guerrillas contra el orden arquitect¨®nico establecido. Su primer reto fue democratizar el puesto de trabajo; romper la separaci¨®n entre jefes y empleados, entre trabajadores de corbata y de mono azul; crear espacios mixtos, flexibles, di¨¢fanos, sin barreras, bien ventilados, iluminados con luz natural, con posibilidades de ocio. ?La reacci¨®n de un socialista contra el cerrado esquema social victoriano? "Mi idea era humanista, no pol¨ªtica. Todos necesitamos buenos espacios. Y aquellos proyectos estaban destinados a los lugares de trabajo, a las f¨¢bricas; eran para los m¨¢s pobres. Hab¨ªa un celo misionero: favorecer a la gente".
Con esa idea de ruptura silenciosa, Norman Foster iba a desafiar en las d¨¦cadas siguientes todos los esquemas en el dise?o de oficinas, rascacielos, museos, medios de transporte y espacios p¨²blicos. Al mismo tiempo, y a partir de la crisis del petr¨®leo de 1973, comenzaba a elaborar un nuevo concepto de edificio verde: integrado en el medio, eficiente energ¨¦ticamente y que devuelve al medio ambiente tanto como le arrebata.
?De qu¨¦ edificio de su carrera se siente hoy m¨¢s orgulloso? Foster simula lanzar una moneda al aire y contesta sonriente: "Quiz¨¢ el aeropuerto de Stansted, con el que dimos la vuelta al concepto de aeropuerto; la Royal Academy, en Londres, que cambi¨® la forma de trabajar con edificios antiguos, y la sede del HSBC, con el que reinventamos el rascacielos y nos convirti¨® en internacionales".
PERO SI HAY UN DISE?O de Foster que realmente encierre todas sus claves arquitect¨®nicas, es su propio estudio, en Londres. Un espacio di¨¢fano de 1.500 metros cuadrados y m¨¢s de seis de altura, abierto al T¨¢mesis mediante un ventanal de 60 metros, en el que centenares de arquitectos dibujan con luz natural en mesas corridas de 13 metros. No hay barreras, puertas ni jerarqu¨ªas. Todo transcurre con transparencia. El mismo lord Foster carece de despacho. Lo m¨¢s parecido a su espacio de trabajo es la mesa redonda, situada en el v¨¦rtice sureste del estudio, donde se desarrollan las reuniones con sus socios principales. Donde se discuten los proyectos. Nos sentamos con algunos de ellos para analizar el futuro de la firma.
Son sus compa?eros de viaje. Y hoy, 47 de ellos, copropietarios de Foster and Partners. En mayo de este a?o, Foster, due?o del 90% del estudio, dio entrada en el accionariado a un fondo de capital riesgo (que adquiri¨® en torno a un tercio de las acciones) y a un grupo de arquitectos de la firma. De una tacada consegu¨ªa financiaci¨®n para la expansi¨®n internacional y se aseguraba la fidelidad al estudio de los mejores profesionales con miras al d¨ªa que ¨¦l falte. El c¨ªrculo se cerraba con la creaci¨®n de un comit¨¦ de dise?o, presidido por ¨¦l junto a sus m¨¢s antiguos colaboradores, que act¨²a como guardi¨¢n de las esencias, la filosof¨ªa y el estilo Foster de cada proyecto que sale del estudio. Y para terminar su bosquejo del futuro nombraba un consejero delegado, Mouzhan Majidi, de 41 a?os, que ha desarrollado toda su carrera en Foster y tiene cuatro ventajas para afrontar los nuevos tiempos: es joven, no pertenece al n¨²cleo duro de fundadores, es de origen iran¨ª -lo que refuerza el aire global del estudio- y conoce bien China, donde se dirigi¨® el proyecto del aeropuerto de Hong Kong.
Mouzhan Majidi dirige a los m¨²sicos, pero es lord Foster el que sigue escribiendo la sinfon¨ªa. ?l es la marca, la leyenda, el rostro que el cliente quiere ver al otro lado de la mesa. Pero hoy es m¨¢s libre que nunca en su carrera para hacer lo que m¨¢s ama: dise?ar. "Como decimos los ingleses, he logrado en estos a?os tener la tarta y com¨¦rmela; hacer dos cosas al tiempo: ser un hombre de negocios y un arquitecto apasionado por mi profesi¨®n. Pero hoy, por fin, puedo centrarme en proyectar edificios sin pensar continuamente en la cuenta de resultados". Y tambi¨¦n acometer esas peque?as ideas que le hacen feliz, como el dise?o de una escuela en Sierra Leona, luminosa, amplia, bien ventilada, construida con t¨¦cnicas y materiales del pa¨ªs, con la que quiere revolucionar el concepto de educaci¨®n en ?frica. Y tambi¨¦n dedicar tiempo a su familia: a su tercera mujer, Elena Ochoa -psic¨®loga y editora de ¨¦xito-, y los hijos de ambos, Paola y Eduardo.
El Alimak, un ascensor de obra que se asemeja a una desnuda jaula para las fieras, asciende por la fachada sur de la Torre Caja Madrid hacia el piso 34, a 250 metros del suelo. El sonido de la maquinaria es ensordecedor. El fr¨ªo, intenso. Lord Foster, casco y calzado de obrero y chaleco reflectante, no se inmuta. Est¨¢ exultante. En su h¨¢bitat natural. "Muchos arquitectos famosos se olvidan de que ¨¦ste es su trabajo. Es muy f¨¢cil olvidarse que esto consiste en hacer edificios. Que es algo material. Con riesgos. Yo lo tengo presente. Hay que estar aqu¨ª. Recordar c¨®mo empezaste. Me emociono en las obras; hay trama, teatro. Han pasado m¨¢s de 40 a?os, pero al final siempre es lo mismo: las botas se siguen manchando de barro".
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