Un cuento de Navidad
Impresionante. A las nueve de la ma?ana del jueves, la estad¨ªstica de consulta por Internet de este peri¨®dico registraba 19.866 entradas y tres env¨ªos por correo de la noticia Una multinacional despide a Matthias por querer ser Sara, firmada por ?ngels Pi?ol desde Barcelona. Despu¨¦s se ha publicado en otras ediciones impresas de la casa y aquel d¨ªa fue retomada por radios y otros altavoces. Y m¨¢s y m¨¢s y m¨¢s. Ya a las nueve de la ma?ana del jueves la noticia ostentaba el n¨²mero uno en el apartado dedicado a lo m¨¢s visto de la edici¨®n digital de este mismo peri¨®dico. M¨¢s que otras veces, advert¨ª que el mundo tiene forma de pantalla de ordenador.
Me dispon¨ªa a seguir escribiendo mi cr¨®nica prevista, una historia de calles que les contar¨¦ otro d¨ªa, pero me enganch¨¦ al mundo rectangular electr¨®nico. Deja el asfalto, me dije, sigue en la pantalla, este asunto de Matthias que quiere ser Sara para siempre tiene los ingredientes de un cuento de Navidad. Todo empez¨® cuando...
... Un d¨ªa de mayo, mes de las flores, Matthias Schulze, de 36 a?os, ingeniero industrial, jefe de departamento, un coco en f¨ªsica y matem¨¢ticas, se vio obligado a comunicar a su superior una decisi¨®n. En la vida adulta, pasan cosas as¨ª, queridos ni?os. Era preciso afrontar una exigencia m¨¦dica. Porque Matthias, que es ¨ªntimamente Sara, quiere ser legalmente Sara. Para ello, ha de vivir como mujer durante un a?o, as¨ª lo reclaman los protocolos preventivos de estas operaciones quir¨²rgicas y definitivas. Los m¨¦dicos del Cl¨ªnico hab¨ªan aceptado y Matthias deb¨ªa cumplir su parte. El cambio de sexo se har¨ªa al cabo de un a?o, en 2008. Matthias habl¨® y esper¨®.
La periodista recoge el impagable di¨¢logo que sigui¨®: "Se le cayeron las gafas", recuerda Sara. "Me dijo: '?C¨®mo es posible? ?Pero si no se nota!', y yo le repliqu¨¦: 'Yo he sido as¨ª toda mi vida". La escena tiene la m¨ªmica y el encanto de un gag de Chaplin, podr¨ªa estar en la exposici¨®n de Caixaf¨°rum. Y puesto que al directivo Bassas de la multinacional alemana T¨¹v Rheiland Group se le hab¨ªan ca¨ªdo las gafas y, claro, no ve¨ªa ni torta, decidi¨® no darse por enterado. Pero s¨ª despedir a aquella larga figura de 1,80 metros y cabellera cobriza recogida en coleta.
La cola de caballo del jefe de departamento hab¨ªa sido tolerada hasta entonces por el ejecutivo como muestra de talante y multiculturalidad, como corresponde a una multinacional dedicada a servicios de inspecci¨®n, control, auditor¨ªa t¨¦cnica y certificaci¨®n en todos los ¨¢mbitos: calidad, medio ambiente, prevenci¨®n de riesgos laborales, seguridad industrial, alimentaria, instalaciones y obra civil, incluida seguridad vial con el servicio de ITV, seg¨²n informa su web. Pero hasta aqu¨ª pod¨ªamos llegar. Despedido Matthias con cualquier raz¨®n, la empresa busc¨® a otro jefe del departamento de certificaci¨®n de productos. Podemos suponer que el primer producto que certificar fue el nuevo jefe de departamento: seguro que es un hombre hecho y derecho.
Las cosas del azar son enga?osas. Parecen casuales y son de causa y efecto. Citas convenidas sin saberlo. No es casual que la historia de Sara tenga su punto de inflexi¨®n en Navidad. Interpuso denuncia y al juicio le toc¨® la fecha del 17 de diciembre. La multinacional ha rechazado finalmente la vista. Hubiera sido demasiado llamativa, como lo es Sara y su melena, que ahora luce desplegada. Porque es Navidad, el cuento termina bien. Con una indemnizaci¨®n que permitir¨¢ a Sara pagarse el quir¨®fano de la mejor manera posible. Pues la cara y la voz, dice, son finalmente las ¨²nicas diferencias. Por eso al ejecutivo se le cayeron las gafas.
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