La pol¨ªtica pierde al Bar?a
Cuesti¨®n de principios: Schuster se matricul¨® en un cl¨¢sico como entrenador; Rijkaard oposit¨® de nuevo sin ¨¦xito al cuerpo diplom¨¢tico. Como consecuencia, el Real Madrid fue el Real Madrid, con todas sus se?as de identidad, fiel al ideario que le distingue como un l¨ªder intachable, fuera del angular de sus perseguidores. Schuster ha enhebrado un colectivo sin grietas, s¨®lido, convencido de su descomunal pegada, fortalecido por un esp¨ªritu gremial elogiable y en el que nadie tiene privilegios. Hoy, Baptista se siente entronizado, mientras Guti espera su regreso; Robben, el fichaje estrella del verano, no tiene otro remedio que admitir su retraso por cuestiones m¨¦dicas. Todos se sienten tan respaldados por las innegociables convicciones de su t¨¦cnico. Ah¨ª est¨¢ el caso de Van Nistelrooy, el pu?al del equipo, el mejor tit¨¢n en Barcelona, a destajo toda la noche, de ¨¢rea a ¨¢rea, sabedor de que no hay prebendas en este grupo. Enfrente, a Rijkaard le dio un ataque de nostalgia y rescat¨® a Deco y Ronaldinho, dos anclas con el pasado. Una jugada pol¨ªtica que lastr¨® al Bar?a, contaminado por dos futbolistas de otra ¨¦poca y por el diab¨®lico mensaje de su entrenador, que tirita cuando el equipo se examina en casa y hace un falsete cuando viaja al exterior. Rijkaard tuvo una ocasi¨®n de oro para pilotar la transici¨®n hacia Bojan o Giovani, o incluso para mandar un mensaje solidario a la plantilla con un envite por Gudjohnsen, capital ante el Stuttgart y el Valencia. No fue as¨ª y se entreg¨® a las etiquetas de sus antiguos pretorianos, abandonados a s¨ª mismos desde hace tiempo. El Bar?a se colg¨® de su pasado mientras el Madrid se aferraba a su presente, preludio de un futuro soleado.
A Rijkaard le dio un ataque de nostalgia y rescat¨® a Deco y Ronaldinho, dos anclas con el pasado
Con su teor¨ªa piramidal de este circo, Rijkaard enterr¨® a los azulgrana, mucho m¨¢s lejos de su adversario de lo que finalmente delat¨® el marcador. La diferencia entre uno y otro equipo la marcaron Pepe y Cannavaro, que anularon por completo a Eto'o, Ronaldinho y compa?¨ªa. Tan melanc¨®lico y conservador se volvi¨® el m¨ªster holand¨¦s que en un ataque de p¨¢nico hacia su pol¨ªtico presidente alist¨® en el equipo titular a dos jugadores que acaban de dejar la enfermer¨ªa (Eto'o y Deco) y a otro que lleva curso y medio de caprichoso absentismo (Ronaldinho). Tan condicionado electoralmente, el Bar?a cambi¨® de geometr¨ªa, se la jug¨® sin extremos, uno de sus mejores credos desde los tiempos de Johan Cruyff, con el gaucho e Iniesta de postizos por las orillas, incapaces de ensanchar el campo de acci¨®n a la defensa madridista. La impotencia blaugrana fue total, con el equipo desnaturalizado, dictado desde los despachos, no desde la raz¨®n deportiva. El Madrid le ofreci¨® la mejor respuesta posible: un esp¨ªritu por encima de sus apellidos. Fue el Madrid m¨¢s gen¨¦tico, ese conjunto que, ef¨ªmeras galaxias al margen, casi siempre se ha destacado por su envite sindicado, sinf¨®nico, de este juego. A lo largo de su historia, para bien y para mal, el Bar?a ha sido una entidad al servicio de un solista. Esta vez, los tiempos de Ronaldinho han pasado. Rijkaard y Laporta lo saben tan bien como Begiristain y el resto de consejeros, pero la pol¨ªtica nunca ha sido la fuerte de este club, por mucho que socialmente se haya sentido, y quiz¨¢ lo sea, m¨¢s que un club. El f¨²tbol tiene sus leyes. Schuster parece conocerlas; Rijkaard, seguramente tambi¨¦n, pero se resiste arrollado por las entra?as de una instituci¨®n incapaz de jubilar a tiempo y honor¨ªficamente a sus h¨¦roes. O se les condena de mala manera o perduran m¨¢s de la cuenta. Ronaldinho, y lo que supone su puesta de escena en un cl¨¢sico como el de ayer, lo simboliza como nadie. Con ¨¦l, el Bar?a pierde el tiempo mientras la arquitectura del Madrid progresa cada jornada. Una transici¨®n y otra nada tienen que ver. Cuesti¨®n de pol¨ªtica, cuesti¨®n de f¨²tbol.
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