La guarder¨ªa de ?frica

Jawad K. abre los ojos a las siete de la ma?ana. En el cabecero de su cama -una de las cuatro que ocupan la habitaci¨®n 22- hay un peque?o tabl¨®n de corcho con algunas fotos suyas recientes, unas etiquetas de Cola Cola y de Fanta naranja y una bandera bereber. Un monitor levanta y al ni?o, que se dirige al ba?o. Hoy en Icod, a las faldas del Teide, hace calor, pero la ducha est¨¢ helada porque la caldera se ha averiado.

Jawad dice que en Marruecos ten¨ªa 14 a?os, pero la radiograf¨ªa de los huesos de su mu?eca indica que s¨®lo tiene nueve. Es, por tanto, el m¨¢s peque?o entre los 47 ni?os africanos de entre 9 y 14 a?os que viven del centro Deamenac-5 (Dispositivo de emergencia para atenci¨®n a menores extranjeros no acompa?ados n¨²mero cinco). Hay otros cuatro centros Deamenac, pero son para los chicos mayores de 14 a?os.

El Deamenac-5 est¨¢ situado en una antigua residencia escolar del municipio de Icod de Los Vinos (al noroeste de Tenerife). All¨ª son acogidos los chicos menores de 14 a?os que llegan desde ?frica sin familiares. A medida que cumplan 15 a?os, pasar¨¢n a otros centros de la red de emergencia o ser¨¢n trasladados a la Pen¨ªnsula. Se trata de evitar que en contacto con los mayores pueda malearlos.

Jawad K. viste una camiseta y unas bermudas que dejan ver sus piernas como palillos. Luce un morat¨®n en el p¨®mulo izquierdo, cerca del ojo. Es un recuerdo de su ¨²ltima ri?a. Al parecer, un compa?ero le quit¨® un boli y ¨¦l le mordi¨®. Dice: "Vine de Marruecos hace tres meses; me dorm¨ª, no me mare¨¦". Muchos ni?os magreb¨ªes discuten entre ellos antes de responder si han zarpado de Marruecos o del S¨¢hara Occidental, como si temieran las consecuencias que tendr¨¢ para ellos la informaci¨®n que suministran. Pero ¨¦l precisa que vino "desde Rabat" para "trabajar".

La mayor¨ªa de los ni?os alojados en Deamenac-5 son magreb¨ªes, aunque tambi¨¦n est¨¢n el guineano Sanoussy C., Friday T. (el ni?o nigeriano de 13 a?os que viaj¨® durante dos semanas en el hueco del eje del tim¨®n de un petrolero) y una docena m¨¢s de subsaharianos. La directora de la residencia, Jacqueline Casta?eda Padr¨®n, explica que muchos de los chicos aseguran haberse fugado de casa, "pero hay algunos que nos han confesado entre l¨¢grimas que sus padres los metieron en la barca y, aun cuando ya est¨¢n aqu¨ª, siguen sin entender por qu¨¦".

En el ala opuesta a la habitaci¨®n de Jawad, otro monitor ha despertado a la misma hora a los cuatro ni?os de la habitaci¨®n 18, entre los que duerme Yuns Ch., de 14 a?os, el mayor de los muchachos del centro. Dice que naci¨® en Guleim¨ªn, al sur de Marruecos y que su padre es polic¨ªa. "Sal¨ª desde Tarfaya, llegu¨¦ a Lanzarote y he estado en centros de all¨ª, hasta llegar a la guarder¨ªa".

Cinco ni?os que comparten una habitaci¨®n son los responsables de la cocina y del comedor. Ayudan a servir la mesa, recoger y limpiar, "como cuando nuestros ni?os ayudan en las tareas de casa". Al d¨ªa siguiente, lo har¨¢n los ni?os de otra habitaci¨®n. El objetivo es que, cuando abandonen el centro, "puedan defenderse bien en su nueva vida".

En los tres meses que lleva funcionando, el cat¨¢logo de an¨¦cdotas del centro es ya nutrido. Jacqueline Casta?eda recuerda que uno de los chicos se pas¨® una tarde entera jugando con el interruptor de la luz. "Nos cont¨® que en su casa de las monta?as de Marruecos no hab¨ªa electricidad". Otro se qued¨® largo rato en el ba?o, hasta que entendi¨® el mecanismo de un grifo. En la residencia "aprenden lo que todos los ni?os en sus casas, desde a hacer su cama hasta los h¨¢bitos b¨¢sicos de higiene y comportamiento. Esto tiene que ser su hogar, aqu¨ª los criamos y queremos como si fueran nuestros hijos", asegura la directora.