El refugio del oficial argentino
?scar Carral est¨¢ asilado en Barcelona por denunciar supuesta corrupci¨®n policial
?scar Luis Carral Arrigucci ha cumplido los 35 a?os lejos de su tierra y de los suyos. Naci¨® en la provincia argentina de Mendoza, donde trabajaba como oficial de los servicios de inteligencia de la polic¨ªa. En Barcelona es un obrero m¨¢s: todas las ma?anas se levanta temprano y se cuelga la mochila al hombro para ir a la f¨¢brica que el gigante japon¨¦s Sony tiene en Viladecavalls (Vall¨¨s Occidental). Env¨ªa buena parte del salario a su mujer, Daniela, y a su hijo, que siguen en Am¨¦rica.
Hasta aqu¨ª, la historia de Carral es como la de cualquier otro inmigrante que llega a Europa para labrarse una vida mejor. Pero su biograf¨ªa esconde situaciones m¨¢s complejas. Este hombre robusto, atl¨¦tico, de mirada infatigable y ojos negros como de potro, se encuentra refugiado en Espa?a. El oficial Carral, ahora inactivo por razones obvias, ha denunciado p¨²blicamente la existencia de una red de corrupci¨®n en el seno de la polic¨ªa de Mendoza. Escuchas ilegales, connivencia con bandas delictivas y abuso de autoridad son algunas acusaciones que el refugiado ha llevado ante la justicia de su pa¨ªs.
"Aquello estaba podrido. Y yo no quise participar en ninguna ilegalidad"
El oficial acusa a mandos policiales de connivencia con bandas delictivas Carral decidi¨® huir de Mendoza tras sufrir un intento de atentado en casa
"Aquello estaba podrido. Y yo no quise meterme en ninguna ilegalidad", advierte Carral, que se neg¨® a tapar -y mucho menos a participar- en los presuntos trapicheos de sus superiores, y ha pagado con el exilio su actitud recta. "Recib¨ª presiones, persecuciones y amenazas", dice. Hasta que un d¨ªa, unos individuos intentaron atentar con una bombona de butano en su casa. Nadie result¨® herido. Pero se dio cuenta de que ten¨ªa que poner tierra de por medio. Y hasta un oc¨¦ano.
El pasado agosto, Carral pidi¨® el documento que le acredita como solicitante de asilo. La Comisar¨ªa General de Extranjer¨ªa y Documentaci¨®n del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa se lo concedi¨®. Ahora reside en Sabadell, con la amargura de "no poder regresar". Daniela, que tambi¨¦n es polic¨ªa, vive a 300 kil¨®metros de casa. Teme por su seguridad.
Carral ingres¨® en la polic¨ªa de Mendoza en 1995. Hace cuatro a?os le destinaron a los Servicios de Inteligencia Criminal. All¨ª empez¨® su calvario. Le encargaron que realizara escuchas telef¨®nicas a presos de la penitenciar¨ªa de la provincia. Analiz¨® 616 cintas y, fruto de las conversaciones, encontr¨® numerosos indicios de delitos: "Narcotr¨¢fico, secuestros expr¨¦s...". Redact¨® los informes correspondientes y los entreg¨®, esperando que alguien se hiciera cargo de la investigaci¨®n. Pero la cosa no avanz¨®.
"Me enter¨¦, poco despu¨¦s, de que mis informes hab¨ªan sido quemados por accidente y que hab¨ªan llevado las casetes al dep¨®sito judicial". Adem¨¢s del desinter¨¦s policial por investigar los casos, ?scar sostiene que algunas escuchas no estuvieron precedidas por una orden judicial, y en dos casos se pincharon l¨ªneas de particulares. "Todo esto es ilegal, y no estoy dispuesto a ir contra el Estado de derecho", insiste.
El oficial no denunci¨® el caso ante sus superiores. ?Por qu¨¦? "Es que las cosas ya estaban mal". A la saz¨®n, ?scar investigaba la supuesta relaci¨®n de un agente con una banda de atracadores que se preparaba para dar un gran golpe. Como en el filme Infiltrados, el Matt Damon de Mendoza fue cazado. Al verse descubierto, el agente denunci¨® la desaparici¨®n de un sobre con dinero de la banda. "Se lo hab¨ªan quedado otros polic¨ªas. Por eso decid¨ª llevar el caso a la fiscal¨ªa".
Horas m¨¢s tarde, Carral y dos hombres de su confianza fueron trasladados a otras comisar¨ªas. En concreto, a la divisi¨®n que investiga los robos de cilindros de GNC. Se trata de unos aparatos instalados en casi 1,5 millones de veh¨ªculos en Argentina. "Y ah¨ª di con una mafia m¨¢s grande", sentencia.
El GNC (gas natural comprimido) se usa como combustible alternativo. Es, por tanto, un componente valioso de un coche. La polic¨ªa de Mendoza, dice Carral, es la ¨²nica en todo el pa¨ªs que posee una divisi¨®n para perseguir los robos de estos cilindros, conocidos gen¨¦ricamente como GNC. "Por eso es un negocio redondo. De ah¨ª sacaban tajada muchos polic¨ªas", denuncia. ?l y sus subordinados descubrieron que algunos tubos robados regresaban al mercado legal y aparec¨ªan en cualquier otra ciudad del pa¨ªs. Como por arte de magia. Carral denunci¨® que sus superiores no quer¨ªan investigar nada del asunto. Hasta que dio con un testigo -un comprador- que revel¨® la trama de corrupci¨®n. En ella aparec¨ªan como implicados, supuestamente, el subjefe de la divisi¨®n y varios polic¨ªas m¨¢s.
?scar acudi¨® a los medios de comunicaci¨®n de Mendoza, que recogieron ampliamente la noticia. A su jefe superior no le gust¨®, pero aun as¨ª prometi¨® que tomar¨ªa medidas y que investigar¨ªa a los corruptos. No lo hizo y oblig¨® a ?scar a entregar los informes de las pesquisas al subjefe policial investigado. "?El colmo!", se indigna el oficial, que acudi¨® entonces a asuntos internos; a jueces, fiscales y pol¨ªticos. Tanto removi¨® el asunto que, asegura, empez¨® a temer por su vida. Tras simular un divorcio con su mujer, decidi¨® salir de Argentina. Un fiscal especial de Mendoza investiga ahora todas las denuncias.
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