La manipulaci¨®n de las v¨ªctimas de ETA
La actual Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo ha conseguido que en la etapa con menos v¨ªctimas mortales de la historia de la banda terrorista se instale un nivel de divisi¨®n y crispaci¨®n sin precedentes
Las v¨ªctimas del terrorismo no han existido durante a?os. No han existido como seres humanos ni han tenido un reconocimiento pol¨ªtico por parte de la sociedad vasca. Tampoco han sido valoradas como merec¨ªan en el resto de Espa?a.
En los primeros a?os de democracia, la banda terrorista ETA asesinaba de forma regular a guardias civiles, polic¨ªas, militares, personas que hab¨ªan tenido alguna relaci¨®n con la dictadura y pol¨ªticos de UCD. De los funerales celebrados en el Pa¨ªs Vasco no hab¨ªa pr¨¢cticamente noticia. Misas fugaces, familiares venidos de fuera con la humildad moldeada en la cara, pobremente vestidos casi siempre, mandos policiales a los que les quemaban los funerales, traslados urgentes para no desanimar a los supervivientes y una abrumadora indiferencia entre la poblaci¨®n, absorta en su rutina y en su mayor¨ªa carente de empat¨ªa o celebrando, demasiados, la muerte ajena. En cuanto a los actos f¨²nebres realizados en Madrid, eran capitalizados por la extrema derecha, que reclamaba delante de los f¨¦retros el golpe de Estado -"Ej¨¦rcito al poder", se gritaba-, y echaba la culpa de las muertes al sistema de libertades y a la supuesta flojera de los gobernantes, empezando por Su¨¢rez. ETA asesinaba a 65 personas, en 1978; a 80, en 1979; a 96, en 1980, en medio de una palpable indiferencia, sobre todo en la comunidad vasca.
Algunos pretenden volver a los a?os setenta, cuando la ultraderecha capitalizaba los atentados
Se convocan en Madrid manifestaciones contra el Gobierno, pero no en el Pa¨ªs Vasco contra ETA
Baste recordar, para recrear el clima de la segunda mitad de los setenta y de los primeros ochenta, c¨®mo el teniente general Guti¨¦rrez Mellado ten¨ªa que mandar callar a los militares ultras y les exig¨ªa disciplina, valor fundamental en un soldado. Aquel ejemplar Guti¨¦rrez Mellado exig¨ªa a sus subordinados que aprendieran de la clase obrera c¨®mo enterrar a los muertos (en enero de 1977, el ilegal PCE organiza una gigantesca, emotiva, silenciosa y responsable concentraci¨®n para homenajear a los cinco abogados laboralistas del despacho de Atocha, ametrallados por la extrema derecha).
En los ochenta, algunos, muy pocos, nos empe?amos en conseguir el reconocimiento humano y pol¨ªtico de las v¨ªctimas del terrorismo. Eran personas, no uniformes ni txakurras (perros); ten¨ªan padre, madre, c¨®nyuges, hijos; ten¨ªan nombre, apellidos, edad; eran humanos y no f¨®siles. Se empieza entonces a establecer el discurso de que no eran asesinados porque s¨ª: se les mataba por defender la seguridad de todos los espa?oles, por ser un s¨ªmbolo de la democracia espa?ola, de la libertad, de la Constituci¨®n, aunque las v¨ªctimas no ofrecieran su vida expl¨ªcitamente por esos fines. Luchar por el reconocimiento de las v¨ªctimas del terrorismo deber¨ªa de haber sido la consecuencia l¨®gica de informar sobre asesinatos, de asistir a funerales fr¨ªos, de ver c¨®mo a los guardias civiles y a los polic¨ªas primero se les mataba de un tiro y luego se les volv¨ªa a matar de olvido. (Los que hoy m¨¢s cacarean no exist¨ªan entonces, no estaban all¨ª, no se les esperaba).
Nunca se hablar¨¢ lo suficiente de las brutales im¨¢genes de la muerte, de las desgarradoras escenas de los funerales solitarios, de la alegr¨ªa de buena parte de la poblaci¨®n vasca que, por ejemplo, cuando se asesinaba a tres guardias civiles y se her¨ªa a dos soltaba "Tres goles y dos postes". O que ironizaba sobre los juegos malabares que pod¨ªa hacer Irene Villa en su silla de ruedas, o jaleaba en plenas fiestas del pueblo de turno el nombre de la ¨²ltima v¨ªctima reclamando nuevos muertos a la banda. Lo mismo se gritaba por la calle "ETA, m¨¢talos", que se llamaba por tel¨¦fono a la viuda para pedirle que devolviera la bala que acababa de asesinar a su marido o se declaraba hijo predilecto del pueblo al criminal.
Tuvieron que pasar muchos a?os, correr mucha sangre y mucho sufrimiento para que la situaci¨®n cambiara. Un dato: era tal el nivel de desconsuelo de los polic¨ªas que en un atentado en el que los terroristas asesinaron de una tacada a cuatro polic¨ªas nacionales en Renter¨ªa (Guip¨²zcoa), el 14 de septiembre de 1982, un compa?ero suyo desenfund¨® su pistola y se peg¨® un tiro en la cabeza.
Con el paso de los a?os, la acumulaci¨®n de muertos y el esfuerzo de muy pocos se consigui¨® dotar a las v¨ªctimas de car¨¢cter humano y convertirlos en s¨ªmbolos de la democracia. La primera asociaci¨®n de v¨ªctimas (AVT), fundada por la corajuda Ana Mar¨ªa Vidal Abarca, se crea en 1981; es decir, cuando ETA llevaba m¨¢s de 20 a?os matando y Ana Mar¨ªa uno de viuda. El primer libro que escribe un periodista sobre las v¨ªctimas del terrorismo es de 1997 (Contra la barbarie. Un alegato en favor de las v¨ªctimas de ETA), aunque para entonces se contaban por decenas los libros escritos sobre ETA desde el punto de vista de los que pegaban los tiros.
El relato period¨ªstico de los atentados parec¨ªa sufrir entonces un cierto contagio del discurso criminal. La "acci¨®n" "transcurr¨ªa en segundos"; "los activistas" hu¨ªan en una "potente moto"; eran casi siempre "j¨®venes" y no como los guardias civiles, que eran guardias, s¨®lo guardias, o n¨²meros, aunque tuvieran 23 a?os. Los asesinados eran, sobre todo, extreme?os, gallegos, leoneses, como si aquellos lugares fueran ex¨®ticos, remotos y merecedores de muerte los all¨ª nacidos.
Es a partir de finales de los noventa cuando las v¨ªctimas alcanzan el mayor apoyo social. Se promueven nuevas iniciativas para su reconocimiento legal, se les apoya m¨¢s en lo econ¨®mico y las v¨ªctimas se colocan ya en la agenda pol¨ªtica. Han sido objetivos pol¨ªticos y son sujetos pol¨ªticos.
El cenit de ese reconocimiento a las v¨ªctimas se alcanza con el secuestro, tortura y asesinato del joven Miguel ?ngel Blanco. El mecanismo de identificaci¨®n con aquella v¨ªctima por parte de una inmensa mayor¨ªa de ciudadanos se establece de manera autom¨¢tica: es joven, no es ni polic¨ªa ni militar, no responde al perfil de un pol¨ªtico profesional; es humilde, con novia joven que sale a la calle a pedir su libertad... Todo el mundo puede tener un hijo, un amigo o un vecino como Miguel ?ngel Blanco. Ya nadie dice: algo habr¨¢ hecho. Aquellas 48 horas movilizan a gente que se estrena en la lucha contra ETA. A partir de ese momento queda fijada la idea de las v¨ªctimas como seres humanos y como s¨ªmbolos de la democracia.
Y llegamos a la presente legislatura, en la que se corre el peligro de tirar por la borda el patrimonio trabajado durante a?os. El actual presidente de la AVT tiene todo el derecho del mundo a ser de una determinada ideolog¨ªa, pero no tiene el menor derecho a llevar a esa asociaci¨®n por una l¨ªnea que le separa de su raz¨®n de ser. Tiene todo el derecho del mundo a criticar al presidente de un Gobierno democr¨¢ticamente elegido, pero no tiene ning¨²n derecho a atacarle a ¨¦l en vez de a ETA. El anterior presidente de la AVT, Luis Portero, hu¨¦rfano por culpa de la banda, sostiene que el actual ha convertido la asociaci¨®n en "un lobby pol¨ªtico que va contra todos menos contra ETA". Le reprocha que haya dejado de asistir a las v¨ªctimas. Pablo Broseta, hu¨¦rfano tambi¨¦n por el terrorismo, se lamenta de la manipulaci¨®n pol¨ªtica de la asociaci¨®n. Los dos son de derechas y tienen claro lo que debe ser la AVT. No son los ¨²nicos.
En estos ¨²ltimos a?os se han convocado ocho manifestaciones contra el Gobierno en Madrid y ninguna contra ETA en el Pa¨ªs Vasco. En la etapa con menos v¨ªctimas mortales de toda la sangrienta historia de la banda terrorista, se ha instalado un nivel de crispaci¨®n y de odio que no exist¨ªa en el a?o ochenta, r¨¦cord criminal. En la etapa en la que las v¨ªctimas han tenidos m¨¢s ayuda econ¨®mica, m¨¢s reconocimiento institucional y m¨¢s apoyo social, uno de sus dirigentes ha utilizado este patrimonio pol¨ªtico, simb¨®lico y de dolor para hacer una pol¨ªtica sectaria, que se olvida de las v¨ªctimas, que las utiliza torticeramente para hacer pol¨ªtica de ultraderecha y que provoca rechazos donde antes hab¨ªa apoyos.
Despu¨¦s del asesinato en Cap Breton de los dos j¨®venes guardias civiles Ra¨²l Centeno y Fernando Trapero, algunos han vuelto a gritar "Ej¨¦rcito al poder" y han arremetido contra el Gobierno como si la culpa de los asesinatos la tuviera alguien m¨¢s que los asesinos. Hay quien pretende llevarnos a los primeros a?os de la democracia, cuando las v¨ªctimas eran capitalizadas por la ultraderecha. No debemos consentirlo. Las v¨ªctimas son s¨ªmbolo de nuestras libertades, son de todos, han sido asesinadas en defensa de la democracia y no pueden representar otra cosa.
Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja es periodista.
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