Los escritores africanos y la lengua
Si la lengua puede constituir uno de los pocos criterios m¨¢s o menos solventes para caracterizar una literatura, el hecho de que los autores procedan de uno u otro pa¨ªs o pertenezcan a uno u otro continente no pasa de ser un detalle accidental, que afecta sobre todo a la difusi¨®n y a la recepci¨®n de las obras. Al igual que en otras regiones del mundo con caracter¨ªsticas sociales y econ¨®micas parecidas, los escritores africanos saben de antemano que la difusi¨®n de sus obras ser¨¢ dif¨ªcil dada la escasez y la debilidad de las editoriales del continente. Adem¨¢s, las tasas de analfabetismo que padece ?frica, por no hablar directamente de las acuciantes situaciones de miseria, reducen de manera inapelable el ¨¢mbito posible de conocimiento para cualquier literatura, no s¨®lo la escrita por autores africanos. Sin medios para editar obras literarias de manera solvente y sin un c¨ªrculo suficiente de lectores potenciales, lo admirable es que en ?frica haya sobrevivido la vocaci¨®n de los autores y, en definitiva, que siempre hayan existido y sigan existiendo autores africanos.
Tomando en consideraci¨®n el pasado colonial del continente, la opci¨®n de la lengua ha estado desde el primer momento cargada de consecuencias. Durante los a?os decisivos del movimiento anticolonial, en torno a los sesenta del pasado siglo, la mayor parte de los an¨¢lisis coincid¨ªan en destacar la desgarradora contradicci¨®n en la que estaban forzados a incurrir los autores que aceptaban expresarse en la lengua de la metr¨®poli, siendo muchos de ellos militantes de la independencia de sus pa¨ªses. En esa ¨¦poca se prestaba menor atenci¨®n al hecho de que los diversos g¨¦neros en los que un escritor africano pod¨ªa expresarse, adem¨¢s de la noci¨®n misma de escritor, hab¨ªan llegado a trav¨¦s de la lengua colonial. Durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, sin embargo, la opci¨®n de la lengua se ha interpretado en otros t¨¦rminos. Los autores africanos han actuado, por lo general, desde un pragmatismo que obvia algunos dilemas ideol¨®gicos del pasado reciente, y han aceptado escribir en las lenguas que m¨¢s posibilidades de difusi¨®n ofrecen a su trabajo. Al mismo tiempo, se han multiplicado las obras que aseguran traducir a las lenguas del colonizador el universo que expresan las lenguas del colonizado, en concreto la tradici¨®n oral. Es como si los escritores africanos se hubiesen inclinado por exportar sus conocimientos al territorio de las lenguas europeas en lugar de importar los conocimientos que les ofrecen las lenguas europeas hacia ?frica.
Las consecuencias de esta opci¨®n, tan leg¨ªtima como cualquier otra, sobre la realidad del continente es la que han descrito algunos organismos internacionales como la Unesco: a falta de apoyo escrito en una ¨¦poca en que la escritura y la difusi¨®n de la escritura es el sustrato sobre el que se desarrolla cualquier proyecto, ya sea pol¨ªtico o cultural, cada a?o se reduce el n¨²mero de lenguas en el mundo, muchas de ellas en ?frica. Pero tambi¨¦n se producen consecuencias en la otra direcci¨®n, puesto que las literaturas en cuya lengua han decidido expresarse los autores africanos tienen que optar por considerarlos como parte de ellas o por caracterizarlos en un cap¨ªtulo especial, recurriendo a criterios que muchas veces no son aceptables, no ya por simples razones cr¨ªticas, sino tambi¨¦n morales. Entre tanto, y mientras esta decisi¨®n no acaba de materializarse, el acceso de los escritores africanos al ¨¢mbito europeo y, por extensi¨®n, al americano, est¨¢ determinado por una realidad pol¨ªtica: depende del peso actual de las antiguas metr¨®polis en el concierto europeo. Mientras que Francia y el Reino Unido consiguieron abrir muy pronto las puertas de Europa a los escritores originarios de sus antiguas colonias, pa¨ªses como Portugal o Espa?a se retrasaron algo m¨¢s, hasta el punto de que algunos autores de Angola, Mozambique, Cabo Verde o Guinea Ecuatorial siguen hoy sin encontrar el lugar que sin duda merecen.
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