?Y la Alianza de las Civilizaciones?
Despu¨¦s de que el 21 de septiembre de 2004, el presidente del Gobierno espa?ol, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, presentara ante la Asamblea General de Naciones Unidas un proyecto para trabajar a favor de una Alianza de las Civilizaciones, los medios de comunicaci¨®n se refirieron a ella de forma frecuente y esperanzadora. Tiempo despu¨¦s, el silencio se ha impuesto sobre la cuesti¨®n.
?Se puede aplicar a dicho contraste, una expresi¨®n de los labradores de ciertos pueblos de Espa?a, diciendo que tuvo un arranque de caballo y una parada de mula? Creemos que no. Se trata de un proyecto tan necesario que en modo alguno se puede aceptar que se detenga. Y tan complejo que para acertar con ¨¦l no hay m¨¢s remedio que pasar por numerosas vacilaciones, intentos e, incluso, tropiezos.
La clave es evitar que se levante un muro infranqueable entre Occidente y el islam
Con la Uni¨®n Europea ocurri¨® lo mismo. Hubo propuestas que no se pudieron ni aplicar. Recordemos las de Coudenhove-Kalergi, Briand y Churchill durante la II Guerra Mundial; tambi¨¦n las de la planificaci¨®n internacional o la de la uni¨®n aduanera de la OECE. Otras se descafeinaron como la del Consejo de Europa y otras fracasaron como la de la Comunidad Europea de Defensa. Fue necesario encontrar la genialidad de la concreci¨®n: la idea de la CECA y el m¨¦todo de las solidaridades de hecho. Una vez hallada, se pudo llevar a cabo con entusiasmo. Su aplicaci¨®n fue inmediata y exitosa.
Lo que se hizo con Europa debe hacerse con la Alianza de las Civilizaciones, empresa m¨¢s ambiciosa y compleja. Y no desilusionarse ni perder la paciencia si se trata de esperar, repetir, fracasar, volver a empezar o seguir buscando. Entre tanto, una de las maneras de aprovechar el tiempo es eliminar planteamientos distorsionantes. Vamos a referirnos a tres de ellos.
Un planteamiento distorsionante es dar la imagen de una alianza de civilizaciones a escala planetaria. Eso tendr¨ªa la caracter¨ªstica de la inconcreci¨®n, la generalidad, la dispersi¨®n y la ineficacia. Rodr¨ªguez Zapatero no lo plante¨® as¨ª. Lo que propuso el presidente del Gobierno espa?ol fue hacer una alianza de civilizaciones entre el mundo occidental y el isl¨¢mico. Ni m¨¢s ni menos. Algo bien concreto: "cay¨® un muro; debemos evitar ahora que el odio y la incomprensi¨®n levanten otro". La expresi¨®n que utilizamos normalmente, que encabeza con interrogante este art¨ªculo, es totalmente inadecuada. Debe decirse: Alianza de civilizaciones occidental e isl¨¢mica. Y propalar el nombre preciso que construya la imagen correcta que debe ser aceptada con normalidad en la vida cotidiana.
Est¨¢ bien valorar la dimensi¨®n de la laicidad. Pero ello no debe dar a entender que se margina a la religi¨®n consider¨¢ndola un esp¨¦cimen de menor valor, que s¨®lo siendo reducido a la vida privada arreglar¨¢ los problemas. Para la mayor parte del islam dicha posici¨®n es totalmente rechazable. Los valores religiosos deben ser un importante elemento de integraci¨®n en la formaci¨®n de la Alianza occidental-isl¨¢mica. Cristianismo e islam son dos religiones que tienen un ampl¨ªsimo fondo de creencias comunes. Su base religiosa ha sido fundamento de varias civilizaciones: la occidental, la eslavo-ortodoxa, la latinoamericana (si se acepta la ambigua sugerencia de Huntington), la isl¨¢mica... Tan grandiosos elementos deben ser aprovechados a favor de la construcci¨®n de una obra com¨²n. Las declaraciones anuales que se emiten desde la Santa Sede con motivo de la fiesta del Ramad¨¢n, dan materia de reflexi¨®n para ello.
Los jud¨ªos han sido y son uno de los pueblos m¨¢s listos de la tierra. Siendo de exiguas dimensiones, sobrevivieron a las grandes civilizaciones egipcia y babil¨®nica que les hab¨ªan envuelto. Las evoluciones de su religi¨®n (pasando de la magia a la raz¨®n y del polite¨ªsmo al monote¨ªsmo) marcaron la diferencia en los dos mundos en que la Humanidad se halla dividida: el occidental y el oriental. En la actualidad, el 20% de los premios Nobel han ido a parar a manos jud¨ªas y el peque?o Estado de Israel, en sus 60 a?os de existencia, ha conseguido (sin contar los de la paz), nada menos que seis Nobeles.
Los jud¨ªos no pudieron construir una civilizaci¨®n de larga duraci¨®n para la que estuvieron germinalmente preparados en tiempos pasados. Su capacidad para ello, debido a la dispersi¨®n, se perdi¨® desgraciadamente, en la Historia. Ahora, sin embargo, tienen un peso importante en la civilizaci¨®n occidental. En los Estados Unidos, cierta teolog¨ªa de la derecha cristiana esta tomada del juda¨ªsmo. Hay quienes creen que para que tenga lugar la segunda venida del Mes¨ªas es necesario que se restablezca Israel en la totalidad de su territorio. ?De d¨®nde tan abstrusa mescolanza en una teolog¨ªa sobre un reino que como el de Jes¨²s no es de este mundo? Y en Europa hallan favor en el ambiente que produce la repetici¨®n de la expresi¨®n "judeocristiano" aplicada tanto a lo que toca como a lo que no.
La expresi¨®n "judeocristiano" tiene una dimensi¨®n real. La destacada por Juan Pablo II reconociendo a los jud¨ªos como los hermanos mayores de los cristianos. Pero a nivel de civilizaci¨®n la cuesti¨®n es muy diferente. La civilizaci¨®n jud¨ªa ser¨ªa una de las del mundo actual distinta de la occidental de no haber sido por la di¨¢spora y por la vida en guetos. Por ello los jud¨ªos, en un determinado momento de la Historia, en la Ilustraci¨®n, que ellos llaman ashkal¨¤, se integraron en una civilizaci¨®n, la occidental, que ya ten¨ªa varios siglos de existencia. El nombre de "judeocristiano" no puede estarse repitiendo una y otra vez para aplicarlo a todas las cuestiones, como hacen algunos alumnos cuando en los ex¨¢menes se les preguntan cosas relacionadas con este tema. Donde antes siempre dec¨ªan cristiano ahora van poniendo cada vez m¨¢s, por automatismo irreflexivo, "judeocristiano". Hubo quien quiso llevar la expresi¨®n a la Constituci¨®n europea.
En el esfuerzo por hacer una alianza entre la civilizaci¨®n occidental y la isl¨¢mica, vincular con el nombre y con la imagen lo occidental de base cristiana con lo jud¨ªo, es altamente negativo. La expresi¨®n "judeocristiano" s¨®lo puede ser acrecentadora de la hostilidad que origina la irresuelta cuesti¨®n de Israel y Palestina. Entre lo occidental y lo isl¨¢mico hay que buscar motivaciones para el acercamiento y la simpat¨ªa. Y a ello pueden aportar mucho, como pueblo verdaderamente grande, los jud¨ªos. Vinculados a una civilizaci¨®n que ellos no fabricaron, pueden ser un factor muy importante en la formaci¨®n de una alianza, al igual que en el pasado construyeron una religi¨®n de base tan racional como la que se apoya en los Diez Mandamientos y de fundamento tan personal como el aportado por el monote¨ªsmo. La soluci¨®n del problema Israel-Palestina abrir¨ªa las puertas de esa gran alianza esperada occidental-isl¨¢mica y el agradecimiento a los jud¨ªos se vivir¨ªa perdurablemente en la historia futura de la Humanidad. Mientras ello no se produzca, la expresi¨®n "judeocristiana" debe ser mirada con much¨ªsima prevenci¨®n y su extrapolaci¨®n, cuidadosamente evitada. Tiene el valor de una imagen que confunde y que para los isl¨¢micos resulta cargada de hostilidad.
Lo que valoramos de los jud¨ªos de la antig¨¹edad son sus grandes planteamientos religiosos y humanos de repercusi¨®n universal. No el que desalojaran madianitas o mataran filisteos. Lo que ahora tendr¨¢ peso en el futuro no ser¨¢ el que defiendan asentamientos o construyan un muro-valla que entra ilegalmente en un territorio ocupado. Ser¨¢n sus geniales aportaciones a la soluci¨®n de los grandes problemas del mundo. Es lo que hay que tener en cuenta para construir entre todos la alianza de las civilizaciones occidental e isl¨¢mica.
Santiago Petschen es catedr¨¢tico de Relaciones Internacionales en la UCM.
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