Los diarios de H¨¦l¨¨ne Berr
Ve la luz la experiencia de una jud¨ªa francesa que muri¨® en los campos
H¨¦l¨¨ne Berr naci¨® en 1921 como hija de Raymond Berr, vicepresidente de la sociedad Kuhlmann, una qu¨ªmica dedicada a la aplicaci¨®n industrial de sus productos, y de Antoinette Rodrigues-?ly. Los tres morir¨¢n en el campo de concentraci¨®n, porque para el ocupante alem¨¢n -y las autoridades colaboracionistas-, antes que franceses, eran jud¨ªos. La madre fue asesinada apenas llegada a Auschwitz; el padre, en septiembre de 1944. Envenenado por el m¨¦dico que le atiende en la enfermer¨ªa de Auschwitz-Monowitz. Su muerte forma parte del sobrecogedor relato de David Rousset en Los d¨ªas de nuestra muerte. La hija de ambos, H¨¦l¨¨ne, muri¨® en abril de 1945, en Bergen-Belsen, despu¨¦s de haber participado en la llamada "marcha de la muerte" que la transfiri¨® de Auschwitz al otro campo. No se sabe si fue debido a una paliza o al tifus. En cualquier caso, muri¨® pocos d¨ªas antes de la llegada de las tropas brit¨¢nicas.
Sabe, antes de llegar a Drancy, que le espera el "horror, horror, horror"
Son p¨¢ginas que escribi¨® para su novio, enrolado en la Resistencia
El libro que edita ahora Tallandier -H¨¦l¨¨ne Berr Journal, 300 p¨¢ginas, 20 euros- es el diario que esta joven francesa mantuvo entre el 7 de abril de 1942 y el 15 de febrero de 1944. Son p¨¢ginas que ella confiaba a su cocinera, Andr¨¦e, con la promesa de que ¨¦sta se las har¨ªa llegar luego a su novio, Jean Morawiecki, un muchacho que se enrol¨® en la Resistencia y que, como soldado, participar¨ªa en el desembarco en la Provenza y, m¨¢s tarde, en la liberaci¨®n de campos de concentraci¨®n en Alemania. En sus diarios, H¨¦l¨¨ne aparece como una chica a la que le gusta y le divierte coquetear con los chicos, una buena estudiante de filosof¨ªa e ingl¨¦s que, de pronto, se descubre inmersa en la "indefensi¨®n o desnudez ante los golpes a venir". Y, en efecto, nada la protege: ni su inteligencia, ni su cultura, ni su capacidad para intuir lo que se prepara. Sabe, antes de que la lleven a Drancy, campo de paso previo para los detenidos franceses que eran enviados a Alemania, que le espera el "horror, horror, horror". Lo sabe porque ha le¨ªdo a Shakespeare, porque comprende como nadie el Joseph Conrad de El coraz¨®n de las tinieblas, pero tambi¨¦n y, sobre todo, porque no deja de hablar con quienes van a Drancy, con quienes han viajado por la Alemania nazi y porque no puede dejar de interrogarse sobre el destino de los ni?os jud¨ªos, esos ni?os para quienes ella, clandestinamente, busca familias que los adopten y escondan. "Los obreros no jud¨ªos que env¨ªan a Alemania los env¨ªan sin esposa e hijos. La monstruosa incomprensibilidad, el horrible ilogismo de todo esto tortura el esp¨ªritu. Pero no hay nada que reflexionar, pues los alemanes no buscan ni raz¨®n ni utilidad. Tienen un objetivo: exterminar".
El diario ha permanecido oculto durante muchos a?os porque H¨¦l¨¨ne habla con gran libertad de tono de amigos y familiares. Adem¨¢s, durante los primeros a?os una vez acabada la guerra, ese tipo de testimonios no encontraba ning¨²n eco. El libro de Primo Levi Si esto es un hombre fue rechazado, primero por los editores, luego por los lectores, para, 20 a?os m¨¢s tarde, convertirse en una referencia obligada. En este caso, las hojas manuscritas de H¨¦l¨¨ne fueron entregadas por la cocinera a su leg¨ªtimo destinatario. ?ste las consider¨® como un tesoro personal, como una prueba de amor. Unas copias mecanografiadas permanecieron en el seno de los supervivientes de la familia Berr y fue su sobrina Mariette Job la que entr¨® en contacto con Jean Morawiecki en 1992. ?l vive lejos de Francia debido a sus sucesivos destinos como diplom¨¢tico profesional. Mariette le convence de que le entregue los originales para poder restablecer el texto en su pureza, "en su perfecto equilibrio entre el pensamiento y la emoci¨®n". En 2002 Mariette, con el acuerdo de los otros miembros de la familia Berr, don¨® el original al M¨¦morial de la Shoah de Par¨ªs. Y de ah¨ª nace la voluntad de hacer una edici¨®n p¨²blica del manuscrito.
La publicaci¨®n de H¨¦l¨¨ne Berr Journal no es ajena al gran ¨¦xito obtenido hace tres a?os por Suite francesa, de Ir¨¨ne N¨¦mirovsky, novela p¨®stuma de una autora c¨¦lebre en su ¨¦poca y que cuenta el p¨¢nico de los civiles ante la invasi¨®n alemana.
Pero el libro de N¨¦mirovsky es una ficci¨®n, inventa a partir de lo que ve, es un ejercicio de urgencia y desesperado de una profesional de la pluma. El diario de H¨¦l¨¨ne Berr comparte desesperaci¨®n, ¨¦poca y mundo con el de la ruso-francesa, pero la emoci¨®n que transmite es directa, ajena a toda elaboraci¨®n a partir de convenciones literarias tal y como lo prueba su evocaci¨®n del primer d¨ªa en que debe llevar cosida la estrella amarilla: "Son dos aspectos de la vida actual: la naturalidad, la belleza, la juventud de la vida, encarnada en esa ma?ana transparente; la barbarie y el mal, representadas por esa estrella amarilla".
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