Por qu¨¦ Pakist¨¢n importa
La religi¨®n, que fue el catalizador que impuso el nacimiento de Pakist¨¢n, ha generado unas fuerzas extremistas que amenazan con desintegrar el Estado en el momento de m¨¢ximo valor geoestrat¨¦gico de este pa¨ªs. "Socio indispensable", seg¨²n el presidente Bush, en la guerra contra el terrorismo internacional, el llamado pa¨ªs de los puros se ha dotado de armas nucleares supuestamente para defenderse de su gran vecino polite¨ªsta, India, sin querer prestar atenci¨®n a que el germen destructor de su unidad no procede de fuera, sino de dentro.
Estados Unidos, su principal valedor, tampoco ha percibido que ayudando masivamente al ej¨¦rcito paquistan¨ª —desde 2001 le ha entregado sin pedirle cuentas 10.000 millones de d¨®lares— alimentaba el resentimiento de la sociedad civil y de una multiplicidad de etnias aplastadas por la represi¨®n militar. Para Washington, lo importante era estrechar los v¨ªnculos con el r¨¦gimen de un pa¨ªs fundamental para el dise?o de su nueva estrategia democratizadora en Afganist¨¢n. Adem¨¢s, Pakist¨¢n tambi¨¦n tiene fronteras con el gran rival de EE UU (China) y con su principal enemigo (Ir¨¢n).
Pakist¨¢n fue alumbrado en uno de los episodios m¨¢s violentos de la historia. La partici¨®n de India en dos naciones separadas al independizarse de la Corona brit¨¢nica, en 1947, forz¨® a 10 millones de personas a trasladarse por motivos religiosos a uno u otro lado de la frontera. El ¨¦xodo estuvo acompa?ado de violentos enfrentamientos comunales, incendios, violaciones y todo tipo de sangrientos incidentes que causaron alrededor de dos millones de muertos.
Gobernado casi ininterrumpidamente por militares durante sus 60 a?os de existencia, Pakist¨¢n, que ya ha librado tres guerras con India, se ha concentrado en su industria armamentista. Los expertos se?alan que posee entre 60 y 115 cabezas nucleares, todas supuestamente estacionadas en la provincia de Punjab, de la que procede el 90% de los oficiales y soldados paquistan¨ªes, lo que tampoco favorece la unidad del pa¨ªs.
Los disturbios en la sure?a provincia de Sind, feudo de la familia Bhutto, tras el asesinato de Benazir pusieron de manifiesto las tensiones entre Sind y Punjab. Adem¨¢s, la desaparici¨®n de Benazir Bhutto, ¨²nica l¨ªder con indiscutible car¨¢cter nacional, puede fortalecer el nacionalismo sind, lo que provocar¨ªa serios problemas dentro de la misma provincia cuyas principales ciudades, incluida Karachi, est¨¢n pobladas mayoritariamente por la minor¨ªa mohayir, musulmanes de origen indio y lengua urdu.
Pero el mayor desaf¨ªo que enfrenta Pakist¨¢n y la comunidad internacional es la creciente alianza entre el extremismo religioso y el nacionalismo past¨²n, que podr¨ªa dar origen a una naci¨®n: Pastunist¨¢n. ?sta agrupar¨ªa a m¨¢s de 40 millones de pastunes que habitan a ambos lados de la frontera afgano-paquistan¨ª, y que se sienten hostigados por los bombarderos de EE UU en Afganist¨¢n y por los helic¨®pteros artillados en Pakist¨¢n.
Seg¨²n la ONG Internacional Crisis Group, desde que en 2004 el ej¨¦rcito paquistan¨ª, presionado por EE UU, multiplicara sus operaciones militares en la zona fronteriza con Afganist¨¢n, m¨¢s de 50.000 pastunes se han visto obligados a abandonar sus hogares para desplazarse a ¨¢reas m¨¢s seguras, sobre todo a las ciudades. Ese "uso indiscriminado y excesivo de la fuerza enajen¨® el apoyo de la poblaci¨®n local" hacia el Gobierno de Islamabad.
El r¨¦gimen talib¨¢n instalado en Kabul en 1996 era fundamentalmente past¨²n, y, tras ser derrocado por EE UU en 2001, se refugi¨® entre sus "hermanos" de las belicosas tribus pastunes de Pakist¨¢n. La talibanizaci¨®n de las zonas tribales se extiende ahora por buena parte de la llamada Provincia Fronteriza del Noroeste (NWFP) y por el norte de Baluchist¨¢n, la provincia con m¨¢s recursos naturales del pa¨ªs —gas, petr¨®leo y minerales—, en la que lucha por su control y por la separaci¨®n del Gobierno de Islamabad, el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Baluchist¨¢n.
Los nacionalistas baluchis tambi¨¦n se sienten molestos porque el ej¨¦rcito paquistan¨ª realizara en su regi¨®n, en 1998, las pruebas at¨®micas que demuestran su capacidad nuclear y, sin embargo, tenga todos los silos at¨®micos en Punjab. "No me cabe la menor duda de que nunca podr¨¢n caer en manos de extremistas", declar¨® el general Pervez Musharraf en 2005 para calmar la inquietud de Estados Unidos sobre el almacenamiento de estas armas, dado el inter¨¦s de Al Qaeda por hacerse al menos con una bomba sucia, es decir, un artefacto explosivo con una cantidad m¨ªnima de uranio enriquecido.
El temor de Washington se fundamenta en que el padre de la bomba at¨®mica paquistan¨ª, el cient¨ªfico Abdul Qadir Jan, condecorado como h¨¦roe nacional, no tuvo reparos en facilitar o vender a lo largo de la d¨¦cada de los ochenta, mientras realizaba sus experimentaciones, parte de ¨¦stas y de la tecnolog¨ªa necesaria a Ir¨¢n, Corea del Norte y Libia.
"Si no hay un cambio radical e inmediato en toda la pol¨ªtica paquistan¨ª que aplaque los agravios ¨¦tnicos, la pobreza rampante, la ignorancia y la falta de perspectivas de futuro podemos encontrarnos en menos de cinco a?os gobernados por talibanes e incluso enfrentarnos a la desintegraci¨®n del Estado", afirma Zahir Salam, propietario de Ferozsons, la principal editorial de Pakist¨¢n y c¨®nsul honorario de Espa?a en Lahore, la capital de Punjab.
La asesinada ex primera ministra Benazir Bhutto insisti¨® siempre en que las "fuerzas destructoras" de Pakist¨¢n proceden del antiguo r¨¦gimen de Mohamed Zia ul Haq (1977-1988), cuando EE UU, empe?ado en la guerra fr¨ªa —la Uni¨®n Sovi¨¦tica invadi¨® Afganist¨¢n de 1979 a 1989— "apoy¨®, entren¨® y arm¨®" a las guerrillas isl¨¢micas que luchaban contra la dominaci¨®n comunista. Osama Bin Laden cooper¨® entonces con la delegaci¨®n en Peshawar (capital de la NWFP) de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense para impulsar la lucha de los muyahidin.
As¨ª, el pa¨ªs que fuera puerta de contenci¨®n del comunismo infiltrado en Afganist¨¢n se ve hoy d¨ªa convertido en escenario de la lucha contra el radicalismo isl¨¢mico y en tablero del juego que libran los chi¨ªes de Ir¨¢n y los sun¨ªes de Arabia Saud¨ª. Unos y otros se disputan el dominio que la religi¨®n ejerce sobre m¨¢s de 1.000 millones de musulmanes, de los que 165 millones son paquistan¨ªes.
El 74% de la poblaci¨®n de Pakist¨¢n vive con menos de un euro al d¨ªa; la corrupci¨®n del sistema, el nepotismo de los pol¨ªticos y la avaricia de un ej¨¦rcito propietario del primer grupo industrial del pa¨ªs —controla el 35% de la econom¨ªa nacional— son el caldo de cultivo en el que crece un extremismo isl¨¢mico envalentonado por las guerras de Irak y Afganist¨¢n.
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