Afganist¨¢n y el futuro de la OTAN
Las cosas no van bien en Afganist¨¢n. Entre 2001 y 2002, en alg¨²n momento la Administraci¨®n de Bush lleg¨® a la conclusi¨®n de que estabilizar y reconstruir el pa¨ªs ya no era su principal prioridad y, por el contrario, decidi¨® apostar por cambiar el r¨¦gimen de Irak utilizando medios militares. En consecuencia, se puede decir sin temor a equivocarse que Afganist¨¢n ha sido la primera v¨ªctima de la desencaminada estrategia estadounidense.
Sin embargo, la Administraci¨®n de Bush no es el ¨²nico culpable del deterioro de la situaci¨®n afgana. Era la OTAN la que ten¨ªa que garantizar la estabilidad y la seguridad de Afganist¨¢n, y su d¨¦bil Secretar¨ªa General, junto a los aliados europeos, especialmente Alemania y Francia, comparten la responsabilidad de que la situaci¨®n haya empeorado.
Ante el deterioro de Afganist¨¢n, la OTAN debe mantener su compromiso militar
Pakist¨¢n es la clave del ¨¦xito de la misi¨®n de la Alianza en Afganist¨¢n
No obstante, pese a todas las dificultades, las condiciones en Afganist¨¢n, a diferencia de las de Irak, no son desesperadas. En el primer pa¨ªs hab¨ªa buenas razones para lanzarse a una guerra, porque los atentados del 11 de septiembre de 2001 se originaron all¨ª. El inicio de la intervenci¨®n occidental, que a¨²n sigue contando con la aprobaci¨®n mayoritaria de su poblaci¨®n, puso fin a una guerra civil pr¨¢cticamente continua. Para terminar, al contrario que en Irak, la intervenci¨®n no quebr¨® de forma determinante la estructura interna del Estado afgano ni puso en peligro su cohesi¨®n.
Si Occidente lucha por alcanzar objetivos realistas y lo hace con perseverancia, a¨²n podr¨¢ materializar su principal prop¨®sito: instaurar un r¨¦gimen central estable que pueda hacer retroceder a los talibanes, mantener unido el pa¨ªs y, con la ayuda de la comunidad internacional, garantizar su desarrollo.
Para que Occidente triunfe, deben cumplirse cuatro requisitos.
- Que existan unas fuerzas de seguridad afganas con fuerza suficiente para hacer retroceder a los talibanes, limitar el cultivo de drogas y crear estabilidad interna;
- Que la OTAN est¨¦ dispuesta a mantener su compromiso militar, sin reservas nacionales, y sobre todo que Alemania y Francia renuncien a participar estableciendo condiciones especiales.
- Que se incremente de forma apreciable la ayuda al desarrollo, especialmente la destinada a la zona sur del pa¨ªs, hasta ahora desatendida.
- Que se renueve el consenso regional alcanzado en Bonn en 2001, que, auspiciado por todas las partes implicadas, deb¨ªa amparar la reconstrucci¨®n del Estado afgano.
La guerra en Afganist¨¢n nunca fue ¨²nicamente una contienda civil interna, puesto que durante d¨¦cadas el pa¨ªs ha sido escenario de conflictos regionales y pugnas por la hegemon¨ªa. De manera que, aunque el renacimiento talib¨¢n nace en parte del lamentable abandono que ha sufrido la reconstrucci¨®n en las zonas pastunes del sur y el este del pa¨ªs, tambi¨¦n tiene causas externas. La m¨¢s destacable es que, desde hace ya m¨¢s de dos a?os, Pakist¨¢n comenz¨® a apartarse del consenso de Bonn, apostando por la revitalizaci¨®n de los talibanes, a los que ha concedido un enorme apoyo. De hecho, sin los santuarios que tienen al otro lado de la frontera, en Pakist¨¢n, sin la asistencia financiera paquistan¨ª y sin la colaboraci¨®n de su servicio de espionaje (el ISI), el renacimiento de la insurgencia armada talib¨¢n contra el Gobierno central afgano habr¨ªa sido imposible.
Lo que explica principalmente la actitud de Pakist¨¢n es que el pa¨ªs, a la vista, tanto de la debilidad de EE UU en Irak y en el conjunto de la regi¨®n, como del reciente fortalecimiento de las relaciones indo-afganas, que han incrementado la presencia de la India en Asia Central, se ha recolocado estrat¨¦gicamente. En este sentido, para Islamabad, el r¨¦gimen kabul¨ª de Karzai no es amistoso y constituye una amenaza para sus intereses estrat¨¦gicos.
Sin embargo, al ayudar a los talibanes Pakist¨¢n est¨¢ jugando con fuego, porque tambi¨¦n hay talibanes paquistan¨ªes que suponen una amenaza para su propio Estado. La pol¨ªtica estadounidense hacia Pakist¨¢n tambi¨¦n es peligrosamente corta de miras y recuerda los errores cometidos por EE UU en Ir¨¢n antes de la revoluci¨®n isl¨¢mica de 1979. Con todo, Estados Unidos por lo menos tiene una pol¨ªtica al respecto, que es m¨¢s de lo que se puede decir de la OTAN y de Europa. De hecho, resulta absolutamente incomprensible que cuando el futuro de la Alianza Atl¨¢ntica se est¨¢ decidiendo en la cordillera del Hindu Kush, y mientras los miles de soldados europeos destacados en la zona ponen en peligro su vida, Pakist¨¢n, que es la clave del ¨¦xito o el fracaso de la misi¨®n en Afganist¨¢n, no ocupe lugar alguno en los planes y c¨¢lculos de la OTAN.
En parte, los problemas de la Alianza tienen que ver con que varios de sus Estados miembros insisten en su derecho a tomar sus propias decisiones militares y pol¨ªticas, y con que estas "reservas nacionales" limitan gravemente la capacidad de acci¨®n del organismo. Para que la OTAN triunfe, hay que cambiar esta realidad sin m¨¢s dilaci¨®n.
En consecuencia, hace tiempo que tendr¨ªa que haberse celebrado una cumbre de la OTAN en la cual todos sus miembros, haciendo balance de la situaci¨®n, sacaran las conclusiones oportunas. Si queremos impedir que Afganist¨¢n caiga en el mismo abismo que Irak, hay que acabar con las reservas nacionales y adoptar una estrategia de ¨¦xito conjunta, que incremente de forma masiva la ayuda civil y militar para el pa¨ªs.
Adem¨¢s, con la participaci¨®n de todos los actores, es preciso reconstruir un consenso regional en el que Estados Unidos y Europa, incorporando a Pakist¨¢n, Ir¨¢n y la India, reconozcan la corresponsabilidad de estos en la consecuci¨®n de la paz, la estabilidad y el desarrollo de Afganist¨¢n. Para lograrlo, tambi¨¦n ser¨¢ necesario convocar una conferencia que retome el Acuerdo de Bonn.
Mientras que la guerra de Irak se bas¨® en concepciones infundadas, la de Afganist¨¢n era algo necesario e inevitable, porque fue all¨ª donde se originaron los atentados terroristas del 11 de Septiembre de 2001. Aparte de una tragedia, ser¨ªa una temeridad pol¨ªtica sin parang¨®n que Occidente, por falta de compromiso y de previsi¨®n, dilapidara sus ¨¦xitos en Afganist¨¢n. Europa tendr¨ªa que pagar un precio inaceptablemente elevado y el futuro de la OTAN estar¨ªa en peligro.
Joschka Fischer fue ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, vicecanciller entre 1998 y 2005, y dirigi¨® Los Verdes durante casi 20 a?os. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo. ? Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2007.
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