Educaci¨®n para la ciudadan¨ªa franquista
Ediciones Pen¨ªnsula reedit¨® en 2003, para general deleite, el Catecismo patri¨®tico de Men¨¦ndez-Reigada, y ahora est¨¢ a punto de dar a la luz p¨²blica otra perla del mismo g¨¦nero, Espa?a es mi madre, del padre Enrique Herrera Oria. Ambas obras se publicaron durante la Guerra Civil, y persegu¨ªan descaradamente el objetivo de inculcar a los ni?os espa?oles, como si fuera un dogma de la fe cristiana, un patriotismo espa?ol identificado con el Caudillo y su r¨¦gimen fascista. No creerlo as¨ª ser¨ªa como dudar de la divinidad de Jesucristo o de la virginidad perpetua de Mar¨ªa. Ser¨ªa pecado.
Los hermanos dominicos Gonz¨¢lez Men¨¦ndez-Reigada, fray Albino (entonces obispo de Tenerife y futuro obispo de C¨®rdoba) y fray Ignacio (muy introducido en la casa civil de Franco) fueron seguramente coautores del Catecismo patri¨®tico, que en la mayor¨ªa de ediciones da por autor simplemente a "Men¨¦ndez-Reigada". Dice este catecismo que "hay que creer en Espa?a", y luego identifica la patria con Franco, "el hombre providencial, puesto por Dios para levantar a Espa?a", que "es como la encarnaci¨®n de la Patria y tiene el poder recibido de Dios para gobernarnos". En cuanto al nuevo Estado naciente, justifica la denominaci¨®n de "totalitario", pero "totalitario cristiano", y afirma que en ¨¦l "no hay divisi¨®n de poderes, sino unidad de mando y direcci¨®n y, bajo ella, orden y jerarqu¨ªa". Los partidos pol¨ªticos "no subsistir¨¢n en el Estado espa?ol", porque "son creaciones artificiales del r¨¦gimen parlamentario, para dividir, inutilizar y explotar a la naci¨®n, a la que son altamente perjudiciales".
'Catecismo patri¨®tico' y 'Espa?a es mi madre' identificaban patria y catolicismo con Franco
Era imposible invocar objeci¨®n de conciencia ante los textos del padre Herrera Oria
En cuanto al padre Enrique Herrera Oria, santandereano, jesuita como tres hermanos suyos, era tambi¨¦n hermano de don ?ngel Herrera Oria, el dirigente de Acci¨®n Cat¨®lica, del diario El Debate y del partido Acci¨®n Popular, ordenado sacerdote en 1940 y nombrado obispo de M¨¢laga y finalmente cardenal. Pero mientras ?ngel colabor¨® en la pol¨ªtica accidentalista y conciliadora con la Rep¨²blica que propugnaban la Santa Sede, el nuncio Tedeschini y el cardenal Vidal y Barraquer, todos ellos anatematizados por la ultraderecha, Enrique era descaradamente fascista. Presum¨ªa de haber orientado pol¨ªticamente a On¨¦simo Redondo, antiguo alumno suyo en el colegio jesu¨ªtico de Valladolid. Dionisio Ridruejo, que al hablar del pr¨®jimo suele ser generoso y ponderado, lo deja francamente mal: "Era un hombre limitado e incluso pueril. Salvo la semejanza f¨ªsica, apenas parec¨ªa hermano de sus hermanos ?ngel y Francisco". Fue colaborador del ministro de Educaci¨®n Nacional Pedro Sainz Rodr¨ªguez en la elaboraci¨®n de la ley de reforma de ense?anza secundaria de 20 deseptiembre de 1938, bajo cuyo imperio muchos de nosotros cursamos el bachillerato de siete a?os, con lat¨ªn y religi¨®n todos los a?os y cuatro a?os de griego. Seg¨²n Dionisio Ridruejo, "hac¨ªa retroceder nuestra vida cultural a los niveles de la ¨¦poca de Calomarde". Pero el padre Enrique, int¨¦rprete autorizado de aquella ley, la defendi¨® en t¨¦rminos delirantes en un art¨ªculo de la principal revista ideol¨®gica de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, Raz¨®n y Fe: "Mientras los soldados de la aut¨¦ntica Espa?a luchan denodadamente en las trincheras para salvar la civilizaci¨®n cristiana, amenazada por los ej¨¦rcitos a las ¨®rdenes de Mosc¨², el ministro de Educaci¨®n Nacional, don Pedro Sainz Rodr¨ªguez, se ha preocupado de la reconstrucci¨®n espiritual de la Nueva Espa?a".
El padre Herrera Oria pone en relaci¨®n la reforma de la ense?anza media no s¨®lo con la campa?a militar, sino tambi¨¦n con otra campa?a que Sainz Rodr¨ªguez desarrolla en la retaguardia: "La depuraci¨®n de maestros y profesores, el exterminio de los centros del Estado del virus marxista criminalmente inoculado durante los a?os de la nefasta Rep¨²blica mas¨®nico-bolchevique". Para justificar el espacio atribuido a "los fundamentos cl¨¢sicos grecolatinos, cristianorromanos, de nuestra civilizaci¨®n europea", asegura, bas¨¢ndose en cierta encuesta que dice se realiz¨® despu¨¦s de la guerra de 1914-1918, que la grandeza del Imperio brit¨¢nico no viene tanto de su marina de guerra como de la importancia que Oxford y Cambridge dan a las lenguas cl¨¢sicas. Parecidamente importantes son las humanidades espa?olas. ?Cu¨¢les? "El alumno que al terminar los siete cursos del nuevo bachillerato espa?ol sea capaz de dar cuenta de una parte de Los Nombres de Cristo, ya podemos asegurar que est¨¢ formado intelectualmente para ingresar en la universidad".
Culmina la obra en una apolog¨ªa de la rebeli¨®n militar: "Muchacho espa?ol que me lees. Te voy a contar algo grande, muy grande, quiz¨¢ la m¨¢s grande haza?a de los espa?oles: la guerra contra los rojos". Aduce la patra?a de la conspiraci¨®n: "Entretanto, los rojos, unidos con el Gobierno y los malditos masones, acuerdan dar el golpe para el d¨ªa uno de agosto. Saldr¨¢n a la calle armados y los cat¨®licos, o morir¨¢n asesinados o ir¨¢n a la c¨¢rcel". Menos mal que la Providencia ha dispuesto un salvador: "Gracias a que un general llamado Franco, muy listo y muy valiente, que en las guerras de ?frica, sin miedo, ha luchado gloriosamente al frente de las tropas, dice: No, no puede ser; un Gobierno traidor de masones y comunistas no destruir¨¢ a Espa?a, aunque les apoye Rusia, que es cuarenta veces mayor que Espa?a, yo les dar¨¦ la batalla con los valientes espa?oles, que est¨¢n dispuestos a morir antes que servir como esclavos".
Ya tenemos el mito del Caudillo, inculcado a las j¨®venes generaciones. En realidad la conspiraci¨®n militar la plane¨®, con gran sigilo, el general Mola, y Franco se mantuvo reticente hasta el ¨²ltimo momento. Siempre cauto, al sublevarse en Canarias no vol¨® a Marruecos, sino a Casablanca, donde esper¨® a que le confirmaran que el ej¨¦rcito se hab¨ªa impuesto en el Protectorado. Pero cuando se uni¨® al golpe actu¨® desde el primer momento como su jefe supremo. Franco se present¨® como jefe del movimiento a los representantes de Hitler y Mussolini a los que solicit¨® ayuda, y arrog¨¢ndose una prerrogativa regia concedi¨® al jalifa de la zona espa?ola del protectorado de Marruecos, Muley Hassan Ben el Mehd¨ª, la laureada (?que ¨¦l tanto ambicionaba!).
El sofisma de esta obra es el mismo del Catecismo patri¨®tico espa?ol: se proclama el deber cristiano de amar a la Patria, pero ¨¦sta se identifica con un determinado partido y, a fin de cuentas, con un jefe, el Caudillo. Con la ayuda de una historia falseada, Herrera contrapone dos Espa?as: "Ya estall¨® la guerra. Entre la Espa?a nacional, la de Don Pelayo, la de los Reyes Cat¨®licos, la del Gran Capit¨¢n y Carlos V, por un lado, y por otro la de Aza?a, Prieto y Largo Caballero... Unos gritan: Somos hijos de Lenin. Otros, somos hijos de Cristo Rey. Viva Lenin. Viva Cristo Rey. Veremos quien triunfa". As¨ª es como el padre Enrique Herrera Oria pretend¨ªa ense?ar a los ni?os espa?oles qui¨¦n era su madre y, sobre todo, qui¨¦n era su padre.
No es dif¨ªcil imaginar la suerte que hubiera corrido el maestro o la maestra que, alegando objeci¨®n de conciencia, se hubiera negado a impartir aquella educaci¨®n para la ciudadan¨ªa franquista.
Hilari Raguer es monje de Montserrat e historiador.
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