A una hora de la silla el¨¦ctrica
Un escoc¨¦s vuelve a casa tras 21 a?os de lucha contra su ejecuci¨®n
Kenny Richey, 43 a?os de vida, 21 de ellos encerrado en el corredor de la muerte y con dos infartos a cuestas, lleg¨® por fin a casa el mi¨¦rcoles pasado. El suyo ha sido un largo viaje que empez¨® el 30 de junio de 1986, cuando una ni?a de dos a?os muri¨® en un incendio en un pueblo del norte de Estados Unidos y ¨¦l fue acusado y condenado por haber provocado el fuego.
En el juicio se ignor¨® toda prueba que reforzara su inocencia
"S¨®lo en el corredor de la muerte de Ohio conozco a 20 inocentes", afirma
El viaje de Richey estuvo a punto de acabar para siempre en 1994, cuando la ejecuci¨®n fue suspendida cuando se encontraba a tan solo una hora de ser ejecutado en la silla el¨¦ctrica. En agosto pasado, tras una intensa campa?a internacional, el Tribunal Supremo de Estados Unidos revoc¨® la pena de muerte que le hab¨ªan impuesto los tribunales de Ohio y orden¨® que se celebrara un nuevo juicio o que fuera liberado.
Las autoridades judiciales de Ohio decidieron seguir con el caso. Pero el lunes pasado, Kenny Richey obtuvo la libertad tras un pacto que le ha permitido a ¨¦l salvar la vida y dejar la c¨¢rcel, y a los tribunales de Ohio, salvar la cara, porque Richey sigue siendo considerado culpable de la muerte de la ni?a, pero en lugar de asesino, ha pasado a ser considerado homicida involuntario.
Tras degustar por primera vez en libertad un filete de ternera con patatas fritas y cebolla, compartir una porci¨®n de tarta de queso con su ex esposa, Wendy, y pasar una ¨²ltima noche en territorio estadounidense, Kenneth Richey vol¨® a Edimburgo para reunirse con su madre, Eileen, y empezar una nueva vida. "Me siento fant¨¢stico. Estoy encantado de haber vuelto. Gracias por todo el apoyo que he tenido aqu¨ª", se limit¨® a decir a su llegada, y se lo llevaron a un hotel para que se reuniera con su madre. Su discreci¨®n no es casual: los detalles los reserva para un peri¨®dico dominical y una televisi¨®n a los que ha concedido la exclusiva de su relato por algo m¨¢s de 40.000 euros. Le har¨¢n falta para superar una fase que los expertos consideran tan dif¨ªcil como el corredor de la muerte: adaptarse a la vida cotidiana tras pasar 7.861 d¨ªas en la c¨¢rcel, la mayor¨ªa de ellos en solitario durante 24 horas al d¨ªa.
Su salud, adem¨¢s, no es buena. Ha sufrido dos infartos en prisi¨®n, y su puesta en libertad tuvo que aplazarse varias semanas porque le tuvieron que internar urgentemente en un hospital por problemas cardiacos. "Le voy a recibir con unas buenas haggis [morcillas de cordero] y luego le voy a poner a dieta estricta", declar¨® su madre, que trabaja de encargada en una lavander¨ªa de Edimburgo.
Nacido en Holanda el 3 de agosto de 1964 y criado en Escocia, Kenny Richey se mud¨® a Ohio (Estados Unidos) en 1982 para vivir con su padre. Cuando ocurrieron los hechos que han marcado su vida, Kenny era un ex marine -tiene la doble nacionalidad, estadounidense y brit¨¢nica-, pendenciero y alcoholizado, al que se le calentaba la boca enseguida. El relato de los hechos del 30 de junio de 1986 elaborado por la fiscal¨ªa no le deja bien parado. En aquellos d¨ªas estaba muy disgustado por la ruptura de un breve noviazgo con una vecina llamada Candy Barchet; se emborrachaba con frecuencia y los celos le hac¨ªan perder la compostura cuando la ve¨ªa con otros hombres, algo que ocurr¨ªa cada dos por tres. Le hab¨ªa amenazado p¨²blicamente con matarla. "Si yo no puedo tenerla no la tendr¨¢ nadie m¨¢s", dicen que dec¨ªa. Varios testigos aseguraron que hab¨ªa manifestado abiertamente sus intenciones de quemar la casa donde ella viv¨ªa.
A las 4.15 de la madrugada del 30 de junio de 1986 hubo un incendio en el complejo de apartamentos Old Farm Village, en Columbus Grove, un pueblo de 2.200 habitantes situado a 170 kil¨®metros de Columbus, la capital del Estado de Ohio. A Candy y su novio no les pas¨® nada, pero mur¨® asfixiada Cynthia Collins, una ni?a de dos a?os que esa noche estaba al cuidado de Richey. El jefe de los bomberos concluy¨® de inmediato que el fuego hab¨ªa sido accidental, pero Kenneth Richey fue acusado y acab¨® siendo sentenciado a morir en la silla el¨¦ctrica.
Aunque las apariencias le se?alaban como culpable, en realidad no se presentaron verdaderas pruebas contra ¨¦l. En el juicio se ignor¨® que los bomberos hab¨ªan sido llamados tres veces en los d¨ªas anteriores porque se hab¨ªan detectado humos sospechosos; se dio por hecho que el acusado hab¨ªa desconectado la alarma de la casa, cuando los vecinos sol¨ªan desconectarla a menudo; las pruebas de los peritos asegurando que el fuego era intencionado fueron desmontadas a?os despu¨¦s por otros expertos; y el acusado tuvo que ser sujetado por los bomberos cuando aquella noche intentaba salvar a la ni?a, atrapada en el piso de arriba.
Richey jam¨¢s acept¨® su culpabilidad, a pesar de que eso le pod¨ªa salvar la vida. Prefiri¨® el camino de apelar contra la condena una y otra vez, a pesar de que perdi¨®, uno detr¨¢s de otro, todos los recursos ante la justicia local y estatal. Fue la justicia federal de Estados Unidos la que decidi¨® revocar parcialmente la sentencia cuando estudi¨® el caso por primera vez en 2005 y de forma definitiva en agosto pasado.
Al final: hecha la ley, hecha la trampa. El Estado de Ohio ha ofrecido un pacto a Richey para acusarle de homicidio involuntario -en lugar de asesinato- y otros delitos colaterales, que permitir¨ªan condenar a Richey a 21 a?os de prisi¨®n. T¨¦cnicamente se llama no contest, una figura derivada del lat¨ªn nolo contendere por la que el acusado no se declara culpable ni inocente. De esta forma, Ohio puede salvar la honra -y los barcos, porque no tendr¨¢ que indemnizar al condenado- al mantener la culpabilidad de Richey; y ¨¦ste salva la vida y abandona la prisi¨®n sin declararse culpable.
"Que sepas que no has enga?ado a nadie. Ojal¨¢ ardas en el infierno", le espet¨® en los tribunales Valerie Binklay, t¨ªa del beb¨¦ que muri¨® en 1986. "Intento no pensar en la muerte de mi hija, pero ese pensamiento me ha perseguido durante 21 a?os. El dolor me acompa?ar¨¢ para siempre", manifest¨® el padre de la peque?a, Robert.
Pero en Estados Unidos el caso no s¨®lo ha suscitado emociones. Tambi¨¦n ha dado paso a una reflexi¨®n sobre el funcionamiento de la justicia y el riesgo de aplicar la pena de muerte cuando hay dudas sobre la culpabilidad de los condenados. A juicio del diario The Blade, que se edita en Toledo -la capital universitaria de Ohio-, el caso "ha sido un embarazoso recordatorio de que las ruedas del sistema judicial de Ohio a veces chirr¨ªan de una manera cruel e interminable que no garantiza que se imponga la justicia verdadera".
Seg¨²n Richey, su caso no es una excepci¨®n. "S¨®lo en el corredor de la muerte de Ohio hay al menos 20 inocentes que yo conozca personalmente", asegura.
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