Otra vez
El hecho de que la indignante campa?a contra las cl¨ªnicas abortistas apenas haya suscitado hasta ahora una respuesta de protesta social, se puede deber a varias razones. Y la primera es cierta cautela interesada por parte de los partidos progresistas, que, cara a las elecciones, quiz¨¢ decidieron no oponerse, por el aquel de rasgu?ar votos de creyentes y, sobre todo, para congraciarse con la Iglesia y no tenerla enfrente como abierta enemiga. Una estrategia indigna y adem¨¢s catastr¨®fica, porque no hay como darle alas a un poder reaccionario para que se enroque y reverdezca.
Pero otra raz¨®n puede ser el cansancio y la incredulidad. Lo digo asumiendo mi parte de culpa: tampoco yo he tocado el tema hasta hoy. Pertenezco a la generaci¨®n que luch¨® durante largos a?os por la legalizaci¨®n del aborto, hasta que Espa?a se fue normalizando y democratizando, en eso y en todo. Pens¨¦, tal vez muchos pensamos, que esa guerra estaba ganada. Que no habr¨ªa que volver a pelear desde tan bajo por conquistas tan b¨¢sicas. Y quise creer que las primeras acciones contra las cl¨ªnicas pod¨ªan ser razonables, simple consecuencia de una mala praxis. Pero me equivoqu¨¦. Veo jueces que atosigan y llaman a declarar incomprensiblemente a las pobres mujeres que han abortado. Veo energ¨²menos que atacan los centros a pedradas. Veo que est¨¢ en marcha una feroz ofensiva. De modo que habr¨¢ que volver a repetir el viejo abec¨¦: el aborto es un trauma, algo terrible que no quiere nadie; por consiguiente, uno no est¨¢ a favor del aborto sino de su regulaci¨®n legal, para no a?adir m¨¢s penalidades a esa pena tremenda. Por cierto que, ante esta campa?a, urge aprobar el aborto libre en las primeras semanas. Y una ense?anza: las conquistas civiles son peque?as llamas que los ventarrones retr¨®grados apagan f¨¢cilmente. No conviene bajar nunca la guardia.
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