Entre la caridad y el negocio
Vera Drake est¨¢ reventando el mercado con sus bajos precios". En esta tremebunda frase de El secreto de Vera Drake (Mike Leigh, 2004), quiz¨¢ la mejor pel¨ªcula sobre el aborto hasta la llegada de la portentosa Cuatro meses, tres semanas, dos d¨ªas, se resumen los muy distintos aspectos que rodean a la clandestina interrupci¨®n del embarazo: el pago de un precio (moral y econ¨®mico), el aprovechamiento de una situaci¨®n de desamparo y la existencia de un sistema comercial tendente al matonismo. Sin embargo, la protagonista del filme de Leigh era un alma c¨¢ndida que nunca cobraba por su trabajo. Cog¨ªa su bolso con los macabros utensilios, tarareaba una canci¨®n y se dirig¨ªa por estrechas callejuelas hacia una labor tan reparadora como t¨¦trica. Vera Drake ayudaba a "las ni?as" s¨®lo porque lo necesitaban. De ah¨ª que reventara el mercado.
Ambientada en la Inglaterra de los cincuenta (previa a la legalizaci¨®n del aborto, de 1967), la pel¨ªcula estaba contada desde el punto de vista de la abortista, algo inusual en la historia del cine. El tema casi siempre ha sido considerado tab¨² y son pocas las producciones que han ido de frente. Tan de frente como Un asunto de mujeres (Claude Chabrol, 1988), que al igual que El secreto... nunca juzgaba a sus criaturas. Como casi todos los acercamientos al tema (incluido el de Cuatro meses, tres semanas, dos d¨ªas), la pel¨ªcula de Chabrol se desarrollaba en un entorno socioecon¨®mico deprimido, en una comunidad sometida donde reinaban el mercado negro y la corrupci¨®n, en este caso la Francia ocupada por los nazis, donde su protagonista tampoco se planteaba inquietud moral alguna. Aunque, para plantear dilemas morales, nadie como Krzysztof Kieslowski, que en el segundo cap¨ªtulo de su Dec¨¢logo (1989) propon¨ªa la siguiente situaci¨®n: una mujer con el marido moribundo queda embarazada de otro hombre; debido a su edad, es su ¨²ltima oportunidad para ser madre, as¨ª que pide al doctor de su esposo que le asegure (o no) si morir¨¢ en breve, para poder tener (o no) al beb¨¦. Maquiav¨¦lico.
"S¨¦ ¨²til" era tambi¨¦n la consigna del doctor de Las normas de la casa de la sidra (Lasse Hallstr?m, 1999), director de un orfanato donde las j¨®venes acud¨ªan con dos posibilidades: abortar o abandonar a sus hijos. Basada en la novela de John Irving Pr¨ªncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra, la pel¨ªcula es un caso extra?o en Hollywood, el de una historia que aborda el aborto no de soslayo sino como tema central (y con un mensaje proabortista). Hasta entonces, el cine estadounidense siempre se hab¨ªa acercado a la problem¨¢tica de una forma semejante: a trav¨¦s del retrato de una mujer marcada por un hecho del pasado, que a menudo se mantiene oculto durante la mayor parte del metraje, para desvelarse en el ¨²ltimo acto y as¨ª explicar sus desdichas. Castigo de Dios. Es el caso de Un lugar en el sol (George Stevens, 1951), Dulce p¨¢jaro de juventud (Richard Brooks, 1962) o El rapto de Bunny Lake (Otto Preminger, 1965).
?Y en Espa?a? Con la censura franquista, imposible hurgar en la herida, y cuando hab¨ªa oportunidad, como en la exitosa Adi¨®s, cig¨¹e?a, adi¨®s (Manuel Summers, 1971), donde dos cr¨ªos de 15 y 13 a?os van a ser padres, se resume la situaci¨®n con un aleccionador "?Dios lo ha querido as¨ª!". -
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