Una historia verdadera
El realismo de Cuatro meses, tres semanas, dos d¨ªas ha impactado a las generaciones de mujeres rumanas que sufrieron el decreto antiabortista. "Refleja las heridas que siguen doliendo"
La pel¨ªcula Cuatro meses, tres semanas, dos d¨ªas es para algunas mujeres rumanas una experiencia tan dolorosa que, como Bartleby, sencillamente prefieren no verla. Para otras, que pasaron por lo que se narra en el filme -la prohibici¨®n total del aborto y de los anticonceptivos en la ¨¦poca de Ceausescu-, su visi¨®n representa una catarsis, una forma de enfrentarse al pasado, de romper tab¨²es en el pa¨ªs del antiguo bloque comunista que m¨¢s problemas ha tenido para revisar su historia. "Fue un drama, no s¨®lo para las mujeres, sino para toda la sociedad rumana. Esta pel¨ªcula ha despertado los recuerdos de las generaciones que pasaron por aquello", se?ala Gabriela Adamesteanu, de 64 a?os, una de las novelistas rumanas m¨¢s reconocidas y que fue una de las primeras en tratar el tema, en el relato Breve hospitalizaci¨®n. "Es una pel¨ªcula extraordinaria, que me ha interesado por su lenguaje visual, por la precisi¨®n con que describe aquellos d¨ªas, pero soy una persona que prefiere mirar al futuro antes que al pasado", explica en cambio la arquitecta Mariana Celac, de 70 a?os, una de las pocas personas que tuvo el valor de enfrentarse p¨²blicamente al r¨¦gimen, lo que le cost¨® no pocos problemas con la polic¨ªa pol¨ªtica.
Silvia Kerim: "Cuando salimos de la dictadura, jam¨¢s cre¨ª que un filme rumano pudiese conseguir algo as¨ª"
Mihaela Schiopu: "Las heridas son tan profundas que conozco a muchas mujeres que no han querido ver el filme"
"En un cierto momento de la proyecci¨®n me quise ir de la sala por la precisi¨®n con la que la pel¨ªcula reflejaba la realidad", se?ala Anca Ionita, de 41 a?os, directora de la edici¨®n rumana de Time Out, cr¨ªtica de teatro y profesora de Teor¨ªa del Drama en la Universidad de Bucarest. "Todos los peque?os detalles est¨¢n all¨ª, los dormitorios universitarios, el hotel... todo. Pero, sobre todo, lo m¨¢s impresionante es la realidad de las experiencias humanas, la verdad de los personajes, y eso que yo no pas¨¦ por ninguna experiencia parecida", agrega Ionita. Silvia Kerim, escritora de libros infantiles y autora de un impresionante libro de memorias sobre la dictadura, Parfumeria, es de las que han preferido no verlo porque una experiencia familiar le recuerda demasiado lo que narra el filme: una mujer que, ayudada por una amiga, aborta en una s¨®rdida habitaci¨®n de hotel, sin ninguna garant¨ªa sanitaria y con el miedo constante a que irrumpa la polic¨ªa. Kerim, que fue actriz en los a?os sesenta y setenta y que estuvo casada con uno de los m¨¢s importantes realizadores rumanos, Mircea Veroiu, est¨¢ muy orgullosa del ¨¦xito internacional alcanzado por la pel¨ªcula. "Hace 18 a?os, cuando salimos de la dictadura, jam¨¢s cre¨ª que un filme rumano pudiese conseguir algo as¨ª", afirma.
"Es una pel¨ªcula que ha representado un viaje en el tiempo, una ¨¦poca de mucho miedo. Las heridas son tan profundas que conozco a muchas mujeres que no han querido verla", relata Mihaela Schiopu, de 45 a?os, directora de arte de varias revistas culturales de Rumania y pintora. "Todo est¨¢ tremendamente bien reconstruido. A la gente que no lo ha vivido le resulta muy dif¨ªcil entender una sociedad en la que alguien pudiese controlar tu vida hasta los m¨¢s m¨ªnimos detalles. Los j¨®venes, afortunadamente, no entienden qu¨¦ significa tener miedo. Es un ejercicio de sinceridad que ha sido muy bien valorado, es un relato sobre Rumania que se aleja de los t¨®picos, que refleja las heridas y las verdades que siguen doliendo. El director, Cristian Mungiu, es una persona dispuesta a jugar con la sinceridad", asegura Schiopu. Ante la ausencia de pantallas en el pa¨ªs, el realizador recorri¨® Rumania para mostrar su pel¨ªcula en las localidades que no contaban con cine, como se hac¨ªa en los primeros tiempos del s¨¦ptimo arte. Su objetivo es que los rumanos pudiesen contemplar y reflexionar sobre su propia historia, enfrentarse a uno de los momentos m¨¢s duros de su pasado.
Cuando Ceausescu lleg¨® al poder, en 1965, muchos lo vieron como un alivio despu¨¦s de la dictadura de Giorgiu Dej, que llev¨® a cabo unas salvajes purgas estalinistas. Sin embargo, s¨®lo un a?o despu¨¦s comenz¨® a mostrar su verdadero rostro: una satrap¨ªa en la que el comunismo se mezclaba con el nacionalismo filofascista y los delirios imperiales de grandeza -arras¨® el Bucarest medieval para construirse un mamot¨¦trico palacio y un gigantesco barrio para tener controladas a las ¨¦lites del pa¨ªs-. En 1966, promulg¨® un decreto que prohib¨ªa bajo dur¨ªsimas penas el aborto y los anticonceptivos. "Se convirti¨® en una obsesi¨®n personal. Lanz¨® el decreto cuando vio que bajaba mucho la natalidad y ¨¦l quer¨ªa tener un pueblo grande, con muchos ciudadanos", explica Adamesteanu, cuya novela m¨¢s importante, Una ma?ana perdida, que recorre la historia de Rumania a lo largo de 30 a?os, ha sido publicado en Francia por Gallimard.
Las consecuencias del decreto fueron devastadoras: aunque no hay datos oficiales, ya que se maquillaban los certificados de defunci¨®n, los expertos calculan que entre 10.000 y 50.000 mujeres murieron como consecuencia de operaciones que acabaron mal durante los 23 a?os en los que se aplic¨® la ley. Y no s¨®lo se trat¨® de las muertes: la mayor¨ªa de las mujeres habla de una especie de trauma colectivo, de miedo en las relaciones sexuales. Cuando cay¨® la dictadura, en diciembre de 1989, el mundo descubri¨® horrorizado que miles de unos 100.000 ni?os rumanos viv¨ªan en condiciones atroces en orfanatos. Hab¨ªan sido abandonados por sus madres en el nacimiento como consecuencia de la pol¨ªtica de Ceausescu.
"Como otras m¨¢quinas de terror pol¨ªtico, el arma m¨¢s poderosa de la Securitate era el miedo", ha escrito el experto brit¨¢nico Dennis Delentant en su libro Ceausescu y la Securitate. Coacci¨®n y disidencia en Rumania, 1965-1989. Y en el caso de los abortos, la polic¨ªa pol¨ªtica se ensa?¨® a fondo. Para este profesor de ling¨¹¨ªstica de la Universidad de Londres, "las consecuencias para las mujeres rumanas de la pol¨ªtica antiabortista son, por s¨ª solas, el mayor signo de inhumanidad del r¨¦gimen comunista". "Hab¨ªa una persona de la polic¨ªa que analizaba todos los casos sospechosos sin que nosotros lo supi¨¦ramos", explica el ginec¨®logo Cornel Petre Bratila, actualmente director m¨¦dico de una cl¨ªnica privada de Bucarest. "Antes de que pudi¨¦semos intervenir en cualquier operaci¨®n en la que hubiese sospechas de que se hab¨ªa producido una interrupci¨®n del embarazo, un fiscal ten¨ªa que dar el visto bueno", agrega este m¨¦dico, que considera que Cuatro meses, tres semanas, dos d¨ªas "es un reflejo absolutamente fiel de la realidad".
"Ahora es muy dif¨ªcil imaginar c¨®mo eran aquellos tiempos", asegura Silvia Kerim, cuyas memorias, que han alcanzado varias ediciones, son uno de los m¨¢s fieles testimonios sobre la destrucci¨®n de la capital, ya que su casa estuvo a punto de ser borrada del mapa al encontrarse al lado de la zona cero de Ceausescu. "En estas circunstancias, era normal que muchas mujeres no quisiesen tener hijos", explica Kerim. De hecho, pese a la prohibici¨®n de cualquier tipo de m¨¦todo anticonceptivo, la natalidad no aument¨®. Esta escritora y actriz -que no quiere confesar su edad, pero que vivi¨® todo el periodo de Ceausescu- asegura que no ha querido ver el filme por dos casos que le tocan de cerca. "Hab¨ªa tarifas para los abortos, que correspond¨ªan m¨¢s o menos a un mes de salario, y todo un lenguaje cifrado para establecer la cita porque la Securitate pod¨ªa estar vigilando. Las intervenciones se hac¨ªan sin anestesia y como las paredes de los bloques de viviendas eran muy malas y se escuchaba todo, a las mujeres les pon¨ªan un trapo en la boca para que no gritasen. Para evitar que hubiese testigos, las mujeres se quedaban solas durante las horas cruciales posteriores a la intervenci¨®n", relata Kerim bas¨¢ndose en la experiencia de un familiar. Su otro recuerdo atroz tiene que ver con el fallecimiento de una v¨ªctima de una intervenci¨®n a la que la polic¨ªa dej¨® agonizar hasta la muerte porque no quiso confesar.
"Eran unos a?os en los que el miedo, incluso el terror, formaban parte de la vida cotidiana. Y no s¨®lo est¨¢n las v¨ªctimas mortales del decreto, sino tambi¨¦n las que se quedaron est¨¦riles a edades muy tempranas", explica Gabriela Adamesteanu. Una parte de su ¨²ltima obra aparece en el volumen Words without borders (Palabras sin fronteras, Anchor Books), en el que escritores reconocidos como Javier Mar¨ªas, G¨¹nter Grass o Jonatham Safran Foer escogen a autores que consideran muy importantes y que no han sido traducidos al ingl¨¦s. Adamesteanu explica que "en algunos casos se llegaron a pr¨¢cticas medievales". "Tomaban plantas, mov¨ªan muebles, saltaban, se hac¨ªa de todo para provocar abortos", relata.
Sin embargo, y a pesar de las pol¨¦micas que ha provocado en Francia o en Italia, el director insiste en que no se trata de una pel¨ªcula sobre el aborto. Detr¨¢s de su aparente sencillez, de la voluntaria falta de estilo que marca el filme, en el que el narrador est¨¢ siempre escondido, Cuatro meses... re¨²ne multitud de temas, multitud de lecturas y, curiosamente, incluso para los que no conocen el contexto estalinista en el que se desarrolla, es una narraci¨®n que llega a todo tipo de p¨²blicos. "Es una pel¨ªcula muy sencilla, sin efectos especiales, como una tragedia griega y por eso es universal. Al igual que entendemos Ant¨ªgona o Electra, entendemos a los personajes de este filme, porque est¨¢n llenos de verdad", explica en su faceta de cr¨ªtica teatral Anca Ionita. "Una de las cosas que mejor refleja el filme es que era una sociedad muy esquizofr¨¦nica", se?ala la arquitecta Mariana Celac. "Lo primero que nos viene a la cabeza al recordar es el miedo y la desconfianza, pero todos ten¨ªamos una vida paralela en la que hab¨ªa sinceridad, amistad, amor...".
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