La calma m¨¢gica de la Naturaleza
Los elefantes mantienen alejados a los malos esp¨ªritus y abren la puerta de la buena suerte. As¨ª lo creen en la India y as¨ª lo cree el artista Gregory Colbert, que los ha convertido en uno de los pilares esenciales de su vida y de su vocabulario. La paradoja es que, de ni?o, sus amigos le hac¨ªan burla y le llamaban elefante por tener las orejas demasiado grandes.
Hoy la fotograf¨ªa de un elefante postrado frente a un ni?o es la poderosa instant¨¢nea con la que se abre y se promociona su exposici¨®n Ashes and snow (Cenizas y nieve), una selecci¨®n de casi 200 im¨¢genes en las que el ser humano interact¨²a, dialoga, se comunica o intima con elefantes, ballenas, tortugas o halcones en sus h¨¢bitats naturales. La muestra acaba de aterrizar en el Z¨®calo de M¨¦xico DF, donde el arquitecto colombiano Sim¨®n V¨¦lez ha construido el Museo N¨®?mada, un concepto basado en la idea de Colbert de presentar su obra a trav¨¦s de museos itinerantes, transportables y sostenibles como los que cre¨® anteriormente en Nueva York, Tokio y Los ?ngeles junto al arquitecto Shigeru Ban.
El Museo N¨®mada del Z¨®calo, construido con containers y bamb¨², ocupa 5.100 metros cuadrados y est¨¢ pensado para que al final de la muestra, en abril de 2008, pueda desmontarse y reciclarse como viviendas gratuitas para los mexicanos. "Mi obra no est¨¢ concebida para habitar en el gueto del arte. Los museos son ejercicios de arquitectura que hacen que lo importante sea lo que ocurre fuera, no dentro. Alienan al visitante, son intimidatorios, y yo lo que espero es que el continente se fusione con el contenido para poder crear una experiencia transformativa", proclama este peculiar artista. Su obra suele apasionar al p¨²blico, aunque algunos -como Roberta Smith, la cr¨ªtica reina de The New York Times- la tachen de narcisista y populista. "Mi obra es accesible. Que le guste a todo tipo de gente no es populismo, es ser capaz de hacerla relevante", se defiende.
La trayectoria de Gregory Colbert es tan at¨ªpica que ¨¦l mismo la define como "casi surrealista". Fue el primer creador al que Venecia le cedi¨® por entero el Arsenale (el edificio del siglo XII donde habitualmente se celebra la Bienal de Arte de Venecia) para la presentaci¨®n mundial de Ashes and snow en 2002. Y en el mundo del arte, aquello fue todo un acontecimiento, ya que hasta entonces nadie hab¨ªa o¨ªdo hablar de este canadiense. Una b¨²squeda en Google apenas arrojaba un par de entradas relativas a su pasado como director de documentales sociales, pero como fot¨®grafo no hab¨ªa una l¨ªnea. "Hubo periodistas que creyeron que en realidad yo no exist¨ªa. Nadie se pod¨ªa creer que le hubieran entregado el Arsenale a un desconocido que se hab¨ªa pasado diez a?os viajando por el mundo haciendo fotos de animales sin que nadie supiera nada de su proyecto", recuerda sonriente, con el pelo recogido en una larga coleta y ropa holgada de estilo oriental.
Es dif¨ªcil seguir el ritmo de sus palabras, que saltan a velocidad de v¨¦rtigo de uno a otro tema, pese a que asegura ser un hombre de hablar moderado. Recibe a El Pa¨ªs Semanal preguntando por el paradero de Aznar, por el futuro pol¨ªtico de Zapatero y por el debate sobre la memoria hist¨®rica en Espa?a, para saltar al discurso que dio Al Gore al recoger el Nobel y a la posibilidad de que Barack Obama gane las elecciones estadounidenses. El encuentro se produce en lo que podr¨ªa definirse como su santuario neoyorquino, una impresionante estructura de 1860 (prehistoria para los c¨¢nones de Estados Unidos) concebida como un auditorio y que tambi¨¦n sirvi¨® de escenario para el programa de televisi¨®n de los sesenta The honeymooners. Hoy, este espacio di¨¢fano, de techos altos, maderas nobles, ladrillo e iluminaci¨®n intimista, situado en el barrio del East Village, es su estudio, su residencia cuando pasa por Nueva York y la sede de la Fundaci¨®n Flying Elefants (Elefantes Voladores), con la que anualmente Colbert premia a quienes contribuyen con su trabajo en las artes y las ciencias a mejorar el medio ambiente. Los artistas James Turrell y Edward Burtynsky y los cient¨ªficos Alan Rabinowitz o Carl Safina han sido algunos de los agraciados con los 50.000 d¨®lares que entrega su fundaci¨®n.
Sobre una mesa de varios metros de largo reposan algunas copias de las fotograf¨ªas, impresas en papel antiguo japon¨¦s y en tonos sepia, que ahora pueden verse en M¨¦xico, y otras m¨¢s recientes, tomadas en Mongolia, que forman parte de una nueva serie en la que est¨¢ trabajando, titulada The song cicle. Durante los ¨²ltimos quince a?os ha realizado una treintena de expediciones a lugares como Namibia, India, Egipto, Kenia, Sri Lanka o la Ant¨¢rtida para capturar con su objetivo momentos m¨¢gicos -aunque tambi¨¦n haya quien los califique de cursis- como el que muestra a los monjes budistas ba?¨¢ndose con elefantes o a una madre y su hijo en Namibia sentados junto a un grupo de leopardos. "Me interesa la interactuaci¨®n entre hombres y animales, y los pueblos n¨®madas, porque su relaci¨®n con los animales es de colaboraci¨®n, no de explotaci¨®n. Y porque los n¨®madas viven con una idea muy revolucionaria para nosotros los occidentales: tomar del entorno s¨®lo lo que necesitas", dice con iron¨ªa y volviendo a conectar con Al Gore. "Lo que ha conseguido ese hombre es incre¨ªble. Para m¨ª es como el Mandela del medio ambiente. Quiz¨¢ sea la figura que el planeta necesitaba para hacernos reaccionar. Ha entendido que son las personas las que tienen que tomar la iniciativa, y est¨¢ ayudando a mostrar la fealdad de las mentiras. Y no se para ah¨ª, aboga por buscar soluciones", afirma un artista cuyo trabajo tambi¨¦n urge a respetar la naturaleza.
Colbert es afortunado. Fue tocado desde muy joven por la varita del mecenazgo, y a¨²n hoy trabaja gracias al grupo de coleccionistas que crey¨® en ¨¦l cuando realiz¨® su primera y ¨²nica exposici¨®n en el Museo de l'Elyssee de Suiza, en 1992. A ellos se refiere como "mis elefantes guardianes". Su apoyo incondicional y las ventas de sus fotograf¨ªas le permiten seguir ahondando en un proyecto profesional y vital cuyo fin ¨²ltimo es mostrar que hombres y animales tambi¨¦n son capaces de vivir en armon¨ªa.
"De la noche a la ma?ana pas¨¦ de ser un director de documentales que mendigaba subvenciones y pasaba apuros para pagar la renta a dedicarme a un proyecto fotogr¨¢fico que tambi¨¦n es un proyecto de vida en el que no tengo que preocuparme por el dinero". La mayor¨ªa de los artistas matar¨ªan por tener la misma suerte que tuvo ¨¦l. Con apenas 29 a?os, Charles-Henri Favrod, intelectual y cr¨ªtico fotogr¨¢fico, le ofreci¨® organizarle y subvencionarle una exposici¨®n en el c¨¦lebre museo suizo, pese a que Colbert jam¨¢s se hab¨ªa dedicado profesionalmente a la fotograf¨ªa. "Yo entonces trabajaba en Par¨ªs haciendo documentales muy duros relacionados con la muerte, el sida?, y la fotograf¨ªa era mi v¨ªa de escape. Pero despu¨¦s de mostrar mis fotos en mi primera exposici¨®n entend¨ª que el mundo del arte no era para m¨ª; que yo estaba hecho para lidiar con ballenas y elefantes, no con humanos, que son los peores depredadores". Diversos coleccionistas se enamoraron de su obra, y ¨¦l les propuso que le financiaran lo que hoy es Ashes and snow. "Siempre ador¨¦ a los animales. De ni?o viv¨ªa en Nueva Escocia [Canad¨¢] junto a una reserva india en la que siempre narraban f¨¢bulas desde la perspectiva de los animales, as¨ª que siempre los sent¨ª como algo cercano. El problema es que crecemos percibi¨¦ndolos como lo otro, algo diferente a nosotros, por eso tambi¨¦n hay racismo, todo est¨¢ unido. Hay que cambiar la educaci¨®n desde la base", afirma.
Uno de sus proyectos inmediatos es crear la Animal Copyright Foundation, que invitar¨¢ a los anunciantes de todo el planeta a invertir el 1% del presupuesto de cada anuncio en el que aparezcan animales o espacios naturales en proyectos de mejora del medio ambiente. "Se trata de una industria que mueve miles de millones al a?o, por eso aplicar ese canon podr¨ªa suponer crear la mayor fuente de financiaci¨®n del mundo para ayuda al medio ambiente sin que ni siquiera mediaran gastos de administraci¨®n de por medio. La fundaci¨®n se limitar¨¢ a proponer proyectos, y los anunciantes que decidan aceptar el canon figurar¨¢n en la web, para que todo el mundo sepa qui¨¦n contribuye y qui¨¦n no".
Tambi¨¦n sostiene que el mundo de los patrocinadores, tal y como est¨¢ planteado ahora, debe cambiar radicalmente, y predica con el ejemplo eliminando a Rolex, su promotor, de los carteles publicitarios con los que promociona su exposici¨®n y releg¨¢ndolo a una l¨ªnea en letra peque?a en la ¨²ltima p¨¢gina de su cat¨¢logo. "Si en un concierto de los Rolling Stones en los setenta hubiera habido un cartel de Mercedes-Benz, el p¨²blico hubiera destruido el escenario. Hoy, en cambio, es lo normal. Pero las empresas tienen que ser m¨¢s visionarias. No pueden pretender ganar todos los millones que ganan y que encima su nombre aparezca en may¨²sculas en cada proyecto con el que encima desgravan dinero. Tienen que ser valientes y atreverse a decir: tenemos dinero y queremos devolverle algo a la sociedad. Eso es lo revolucionario".
Adem¨¢s critica con dureza el mundo del arte, "capaz de pagar millones por un tibur¨®n en formol", en alusi¨®n a la obra de Damien Hirst. "Yo soy el antivirus de lo que ¨¦l plantea", asegura. Pero se escabulle cuando se le pregunta a cu¨¢nto vende sus fotograf¨ªas. "No quieras saberlo", dice con aire misterioso. "Preg¨²ntale a los elefantes", a?ade. En la prensa se ha llegado hablar de medio mill¨®n de d¨®lares por pieza. "El mercado del arte ha enloquecido. Se han pagado 70 millones de d¨®lares por un cuadro en una subasta. ?T¨² sabes la cantidad de cosas que se podr¨ªan hacer con ese dinero? Pero precisamente porque el mercado es as¨ª, yo me beneficio de ¨¦l. No tengo ning¨²n problema en arruinar a mis coleccionistas. Con el dinero sigo haciendo proyectos. Vivo de forma austera. Yo no me quiero morir rico".
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