'Homo Killer'
Se publica A la caza, la pol¨¦mica pel¨ªcula que William Friedkin rod¨® en 1979 con Al Pacino en medio de las virulentas protestas de la comunidad homosexual
En el verano de 1979 una enardecida masa de homosexuales realmente enfurecidos, aupados por la revista gay The Advocate que lideraba una campa?a de mala prensa sin precedentes en el boicot de una pel¨ªcula de Hollywood en fase de rodaje, se encarg¨® de sabotear la filmaci¨®n de A la caza (Cruising year) en los alrededores de la mism¨ªsima Christopher Street, el barrio de Chueca de Nueva York, el mismo que hab¨ªa vivido una d¨¦cada antes las revueltas de Stonewall, la primera y m¨ªtica lucha de los homosexuales por sus derechos civiles, que fueron el arranque del hoy popular Orgullo Gay. Apostados en los tejados aleda?os con espejos cuyos reflejos interfer¨ªan y arruinaban la fotograf¨ªa de la pel¨ªcula y haciendo un descomunal estruendo cada vez que el equipo de rodaje gritaba: "?Silencio, c¨¢mara, acci¨®n!", los indignados exig¨ªan a voces el cese del rodaje, acordonado por m¨¢s de cien polic¨ªas antidisturbios, en los aut¨¦nticos bares gays de la zona y ped¨ªan al alcalde la ciudad que retirase su apoyo al filme de William Friedkin basado lejanamente en la novela Cruising (1970), de Gerald Walker, que relata la peripecia de un polic¨ªa encubierto, encarnado aqu¨ª por un jovenc¨ªsimo Al Pacino, que se filtra en los bares S&M, de cuero y cadenas, en la b¨²squeda de un serial killer que est¨¢ matando salvajemente a homosexuales que contacta en este submundo nocturno de varonil y an¨®nimo sexo duro.
Con la distancia aflora que se trata de un filme intimista, un aut¨¦ntico y estremecedor viaje de iniciaci¨®n
Ya resultaba del todo extraordinario que un estudio del tama?o y peso de Warner Brothers y un actor de la talla de Pacino, que en ese momento gozaba de la reputaci¨®n que le hab¨ªan dado los dos primeros padrinos y Tarde de perros (con un personaje bisexual), hubiesen aceptado rodar una pel¨ªcula sobre un tema tab¨² del cine masivo de aquella ¨¦poca como la homosexualidad. Y a su propio temor se sumaba ahora la algarab¨ªa de esta masa de gays en actitud gorila que se proclamaban hartos de que Hollywood siguiera retrat¨¢ndolos desde estereotipados extremos, siempre como los payasos plum¨ªferos de los que hay que burlarse o como asesinos, psic¨®patas, enfermos mentales e inadaptados sociales. La posproducci¨®n no fue menos traum¨¢tica. Los grandes ejecutivos del estudio vieron la pel¨ªcula terminada en un pase privado y sus mand¨ªbulas rodaron por los suelos ante la violencia de los cr¨ªmenes y su paseo por org¨ªas de sexo expl¨ªcito. Reunieron a Friedkin con un psic¨®logo que le orient¨® en un tijeretazo de al menos 40 minutos de metraje, con lo que aspiraban suavizar el volc¨¢nico tono homoer¨®tico del filme, calmar las furias homosexuales y medi¨¢ticas de afuera y sortear el dif¨ªcil escollo de la severa Comisi¨®n de Censura que, seg¨²n los jerifaltes, dar¨ªa sin titubeo la calificaci¨®n X que la arrinconar¨ªa en los cines porno, lo que significaba la ruina.
La estrategia publicitaria del estreno fue cuidada hasta los extremos. Se vendi¨® simplemente como un policial con asesino. "La vuelta al thriller de William Friedkin tras Contra el imperio de la droga", dec¨ªa su eslogan, y la palabra homosexual no figuraba en ning¨²n aspecto de la campa?a. Al inicio de la pel¨ªcula se insert¨® una lamentable advertencia que parec¨ªa una disculpa por haberla rodado, que rezaba: "Este filme no intenta ser una cr¨ªtica del mundo homosexual. Se ubica en un segmento, lo que no significa que sea representativo del todo". Estos conflictivos precedentes condujeron al fracaso de Cruising. Se estren¨® con censura R para mayores de 18 a?os en febrero de 1980, todav¨ªa acompa?ada del estruendo enfurecido de la comunidad gay. Tuvo cr¨ªticas negativas de casi todos los medios que ciegamente se sumaban a las quejas del colectivo homosexual. Cumpli¨® su breve ciclo y convenientemente desapareci¨® del mapa. Pero dej¨® huella.
La industria, temerosa del deterioro de su imagen, r¨¢pidamente reaccion¨® y produjo Su otro amor (Arthur Hill, 1982), su pel¨ªcula anti-Cruising, una tierna historia de amor gay alejada f¨ªsica y psicol¨®gicamente de los bares s¨®rdidos de la Christopher Street, en la que un m¨¦dico (Michael Ontkean) casado con una guapa chica (el ¨¢ngel de Charlie Kate Jackson) abandona casi sin conflicto su vida heterosexual cuando se enamora de un atractivo novelista (Harry Hamlin). Era ciertamente soso y cursi aquel relato pero fue el primer intento de la industria por arreglar su mal avenido matrimonio con la comunidad homosexual. Y entonces ocurri¨® algo tremendo que lo cambiar¨ªa todo. La aparici¨®n del sida, una enfermedad originalmente vinculada a la comunidad homosexual, transform¨® por completo el paisaje. Produjo un cambio radical de los h¨¢bitos y costumbres del estilo de vida gay planetario y un inicial mutis de la industria del cine. En este confuso ¨¢mbito, Cruising se alzaba como perversamente premonitoria y apocal¨ªptica. Fue completamente sepultada, deliberadamente olvidada.
En 2001, a prop¨®sito de la salida del director's cut de El exorcista, William Friedkin comenz¨® a hablar en entrevistas de los 40 minutos perdidos de A la caza y de su manera de entender y valorar hoy esa incomprendida pel¨ªcula de su cat¨¢logo, lamentando el malentendido y todo lo que ocurri¨® durante su pol¨¦mico rodaje y estreno. Y result¨® que lejos de haberse olvidado, los sondeos dec¨ªan que se hab¨ªa convertido en un filme de culto, especialmente entre j¨®venes homosexuales, y quiz¨¢ fue ¨¦se el motivo que empuj¨® a la Warner a organizar un reestreno en cines norteamericanos selectos en septiembre del a?o pasado como campa?a previa a su aparici¨®n por primera vez en formato DVD. El disco, que acaba de ser lanzado en el mercado espa?ol, no trae, para decepci¨®n de muchos, aquellos 40 minutos mutilados que, seg¨²n el estudio, se han perdido. Hay un escaso metraje adicional que aporta poco o nada al original conocido, pero sus extras ofrecen una nada desde?able revalorizaci¨®n de la pel¨ªcula a casi 30 a?os de su pol¨¦mico estreno. En un apartado de audio, Friedkin habla largo sobre su visi¨®n actual de todo aquello, y los documentales La historia de A la caza y El exorcismo de A la caza proponen una interesante revisi¨®n a la pesadilla que supuso su rodaje. Al Pacino no interviene. Nunca se ha pronunciado sobre este t¨ªtulo de su filmograf¨ªa.
Lo m¨¢s interesante de A la caza hoy es la oportunidad de evaluar si toda aquella pol¨¦mica ten¨ªa sentido. Con frecuencia se olvida, pero a William Friedkin le debemos la adaptaci¨®n al cine de Los chicos de la banda (1970), una pieza teatral de Mart Crowley en la que se explora el modo de vida homosexual de la ¨¦poca a trav¨¦s de la peripecia de un heterosexual que por accidente acude a una fiesta de cumplea?os de un grupo de amigos gays. Lo curioso era que la historia iba a contracorriente de la norma. Lo usual en la realidad del cine de la ¨¦poca era introducir a un gay en el mundo "normal" de los heterosexuales y jugar (o burlarse) con el choque. Y Cruising parte de una premisa exacta a la de Los chicos de la banda, esta vez en tono violento y cejijunto. El ambicioso polic¨ªa Steve (Al Pacino) es escogido para infiltrarse en la comunidad gay con el fin de buscar pistas sobre el asesino gracias a un hecho m¨¢s bien fortuito: su fisonom¨ªa encaja con el perfil de las v¨ªctimas. Va all¨ª como cebo y ese mundo le es totalmente ajeno. Friedkin toma al personaje como su punto de vista y escudri?a con igual curiosidad y asombro este submundo nocturno, absolutamente viril y masculino, que tiene sus propias leyes. Bares atiborrados de barbudos que se besan, ba?eras para lluvias doradas, pu?os untados de vaselina, manos que se deslizan por peludos torsos. La c¨¢mara pasa veloz pero segura por este agitado ambiente de hombres en ebullici¨®n, husmeando en bares y parques donde los homosexuales fingen ser polic¨ªas y el polic¨ªa finge ser homosexual. En este retrato urbano, a veces descarnado pero siempre sincero, radic¨® buena parte de la pol¨¦mica y esc¨¢ndalo de A la caza, quiz¨¢ porque para el espectador medio, incluso para muchos homosexuales de la ¨¦poca, aquel modo de intercambiar testosterona era algo completamente nuevo, absolutamente inimaginado.
Pero aqu¨ª hab¨ªa algo m¨¢s, que ahora con la distancia aflora con mayor nitidez. Cruising es un filme intimista, es un aut¨¦ntico y estremecedor viaje de iniciaci¨®n. Cierto es que el filme es escurridizo a la hora de plantear la que es su vertiente de mayor inter¨¦s y evita dejar a su personaje en plena evidencia pero sabe c¨®mo sugerir sus transformaciones, el descubrimiento de su verdadera naturaleza, curiosamente ubic¨¢ndose en el polo opuesto, en su seguro entorno hetero. Los tres encuentros que tiene con su novia (Karen Allen) a lo largo de su investigaci¨®n ense?an esta progresi¨®n. En el primer encuentro, le hace el amor tiernamente; en el segundo coge el ritmo de sexo salvaje y desinhibido que ha visto en el bar leather y en el tercero ya ni siquiera la toca. As¨ª lo cierra Friedkin que, a¨²n no se sabe por qu¨¦, introduce ese ep¨ªlogo al final, tan confuso, tan ambiguo, abierto y tramposo, que hace a¨²n m¨¢s enigm¨¢tica su propuesta. Con todo, es Cruising un filme notable que, ya lejos de su inicial pol¨¦mica y ubicado ahora en una ¨¦poca m¨¢s adecuada a su todav¨ªa atrevido planteamiento, se presenta novedoso y fascinante. -
A la caza ha sido editada en Espa?a por Warner Home Video.
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