Conversación sobre un escenario
El teatro, según Luppi y Morote, protagonista y autor de 'El guía del Hermitage'
Cuando el Ejército nazi asediaba Leningrado en el invierno de 1941, Pável Filipovich, el anciano guía del Hermitage, se atrincheró en el museo, decidido a seguir con su trabajo. A partir de esa historia real, el escritor peruano Herbert Morote ha elaborado su primera obra de teatro, El guía del Hermitage, protagonizada por Federico Luppi, en quien se inspiró para escribirla. Con ella, el argentino vuelve a los escenarios después de 10 a?os. Ambos conversan aquí sobre la vida, la verdad, las dictaduras y el proceso de creación de esta obra, dirigida por Jorge Eines y coprotagonizada por Manuel Callau y Ana Labordeta en el madrile?o teatro Bellas Artes hasta el próximo 24 de marzo.
Herbert Morote. Conocí la historia de Pável Filipovich por La aguja dorada, de Montserrat Roig, que investigó el asedio a Leningrado. Me pareció una historia apasionante para adaptarla a teatro, aunque primero tenía que aprender a escribir dramaturgia.
Federico Luppi. Cuando recibí el texto sentí cierto temor... Llevaba 10 a?os sin subir al escenario... Y hay un principio de los antropólogos que dice: "Lo que no se usa, se pierde". No digo que sea traumático, pero sí te enfrentas a la pregunta: "?Y esto tan complejo cómo se hace?". Porque lo único que tenía a favor era la edad similar.
H. M. ?No, hombre, no! También la firmeza y la presencia. Filipovich llenaba el Hermitage con su presencia, igual que tú, sobre un escenario...
F. L. Presencia, pero también la edad. No quiero decir que yo sea un anciano, sólo que si fuera un hombre de 30 a?os, no habría podido interpretarlo. Simplemente estoy más cerca del arpa que de la guitarra.
H. M. El caso es que quedamos para comentar el texto en mi casa con una copa, a la que siguieron más. Pero no hablábamos sólo de la obra o de teatro, sino de política, de arte.
F. L. Mi temor principal respecto a la obra era que empezáramos algo terrible en el teatro, que es acudir a reflexiones vanas sobre la verdad, lo orgánico..., atajos de una supuesta intelectualidad. Lo que hay que hacer es jugar, ensayar y ver qué va pasando, cómo va cambiando el montaje. El texto es un punto de partida, no de llegada. Luego podíamos respetar la acción, los ensayos, pero creando algo vivo y espontáneo.
H. M. No participaba en los ensayos y siempre te queda el miedo a cómo lo cambiarán. En el caso de Luppi, ha engrandecido el texto. Porque yo no escribía cada gesto o cada movimiento, eso es algo que aporta él. Es curioso: tenía una imagen de Luppi más dura o firme por sus películas, pero con esta obra le he descubierto la parte tierna...
F. L. No... Lo de la dureza se debe a una vida que te ha podido marcar, como en mi caso Argentina, con gobernantes ineptos o militares que nos destrozan la vida. Por eso uno se hace más duro, es como crecer con hambre, pero yo en el fondo tengo un gran sentido del humor.
H. M. Como Pável Filipovich, que era luchador e idealista.
F. L. Por fortuna, en esta obra pude evitar esos atajos de hacer un análisis sobre si está loco o cuerdo mi personaje, si lo que ve es real o no... Es que simplemente él era así, y también los personajes de su mujer y el guarda del museo, que a pesar de las controversias seguían resistiendo. Los tres del Hermitage son como las tres ancianitas que con un pa?uelo blanco en la cabeza hicieron temblar a la dictadura argentina.Con esta obra, el actor argentino vuelve a la escena diez a?os después Morote: "Tenía una imagen de Federico dura. He descubierto su lado tierno"
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