La falta de sinton¨ªa lastra el debut wagneriano de Bieito
El p¨²blico alem¨¢n aplaude y abuchea su 'Holand¨¦s errante'
La sombra de una mujer tras una cristalera opaca. Trata de huir en vano. Un hombre se le acerca y la besa. Luego la abofetea y la quema con un cigarrillo encendido. Ella pide socorro: "Rotte mich" (s¨¢lvame), escribe en los cristales. Nadie le hace caso. Todo sucede mientras la obertura de El holand¨¦s errante, dirigida por el italo espa?ol Enrique Mazzola, suena en el foso de la ?pera de Stuttgart. Se alza la cristalera y en el escenario se ve un bote hinchable repleto de ejecutivos con traje, corbata y cartera en mano navegando a la deriva en el proceloso mar del siglo XXI: seres desechados por la sociedad, alienados, que han perdido el rumbo y est¨¢n desesperados. As¨ª es c¨®mo el director de escena espa?ol Calixto Bieito ve la ¨®pera de Wagner. Su primera incursi¨®n en una obra del compositor alem¨¢n, que en su estreno anteanoche convoc¨® en Stuttgart a 120 periodistas y cr¨ªticos de todo el mundo, se ve lastrada por su falta de sinton¨ªa con la obra.
El de Bieito es un montaje que se sumerge en un mundo de situaciones surreales con las que crea atm¨®sferas depresivas y construye met¨¢foras sobre las lacras sociales que azotan nuestro siglo. No cuenta, sin embargo, ni la historia del holand¨¦s, ni ninguna otra. El p¨²blico que llen¨® el teatro acogi¨® la producci¨®n con aplausos y abucheos, al igual que al director musical, vitore¨® al magn¨ªfico coro del teatro, aplaudi¨® a la soprano Barbara Schneider-Hofstetter (Senta) y se dividi¨® con el irregular holand¨¦s de Yalun Zang.
En cualquier caso, no hubo esc¨¢ndalo. En Alemania, donde Bieito concentra la mayor parte de su trabajo oper¨ªstico, el p¨²blico ya le ha tomado la media. Y en este Holand¨¦s, de escenario emponzo?ado antes de finalizar el primer acto, se le ve venir. Se produce un efecto de d¨¦j¨¤ vu que le hace previsible. Con todo, es un espect¨¢culo de buena factura, con una direcci¨®n de actores de gran nivel y una iluminaci¨®n excepcional, en especial en la impactante tormenta del tercer acto con la que mete al espectador en el mundo surreal y enloquecido que reina en el escenario. Un gran golpe de teatro.
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