Convertir el G-8 en el G-14
Mientras las bolsas tiemblan, el Foro Econ¨®mico Mundial de Davos puede indicar la v¨ªa hacia un nuevo reparto de asientos en la mesa extraoficial m¨¢s importante del mundo
En Davos, se mire hacia donde se mire, se ve el modesto lema del Foro Econ¨®mico Mundial: "Comprometidos a mejorar el estado del mundo". Falta hace. As¨ª que propongo una medida pr¨¢ctica: que el actual G-8 se ampl¨ªe a G-14 con la incorporaci¨®n de China, India, Brasil, M¨¦xico, Sur¨¢frica e Indonesia. ?Es arbitrario? Por supuesto. ?Poco diplom¨¢tico? No me cabe la menor duda. ?Profundamente ofensivo para algunos pa¨ªses importantes que se quedan fuera de la lista? Es evidente, y seguro que protestar¨¢n y lanzar¨¢n acusaciones de tongo. Pero a veces, cuando uno se compromete a mejorar el estado del mundo, tiene que ser un poco brutal.
Los peligros del cambio clim¨¢tico, la proliferaci¨®n nuclear, la enfermedad y la pobreza -para no hablar de la fr¨¢gil situaci¨®n del capitalismo globalizado- exigen una presencia m¨¢s cre¨ªble y representativa en la cumbre intergubernamental que se celebra todos los a?os. Con el ascenso de Asia, resulta todav¨ªa m¨¢s absurdo que la mesa extraoficial m¨¢s importante del mundo tenga sitio para Italia, pero no para China. El reparto actual de puestos en la primera mesa oficial, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tampoco es muy satisfactorio; pero tambi¨¦n es m¨¢s dif¨ªcil de cambiar. El G-8, en cambio, es un club que puede invitar por las buenas a nuevos miembros. As¨ª es como se a?adi¨® Rusia al G-7 en los a?os noventa. Sin debates en la Asamblea General de la ONU ni procesos de ratificaci¨®n. En principio, no hay motivo para que no se pueda tomar esa decisi¨®n en la pr¨®xima cumbre, que se celebrar¨¢ este verano en Jap¨®n. Como dice Nike, G-8, hazlo.
Deber¨ªan incorporarse al G-8, para convertirse en el G-14, China, India, Brasil, M¨¦xico, Sur¨¢frica e Indonesia
No ser¨ªa un gobierno mundial, sino un concierto de potencias, pero ?cu¨¢l de los l¨ªderes asumir¨ªa el desaf¨ªo?
Una objeci¨®n a la expansi¨®n del grupo es que perder¨¢ intimidad, "colegialidad". Pero las charlas junto al fuego del "grupo de la biblioteca" original que surgi¨® en los primeros a?os setenta pertenecen ya a un pasado lejano. Las cumbres del G-8 actuales son enormes acontecimientos intergubernamentales, y su ingeniosa informalidad se planifica como si fuera una operaci¨®n militar. Me contaron que la delegaci¨®n estadounidense a la ¨²ltima cumbre, en la costa alemana del mar B¨¢ltico, ten¨ªa alrededor de 800 personas. La diferencia cualitativa entre una conversaci¨®n durante la comida en la que participen ocho dirigentes y otra en la que participen 14 no es para tanto. De todas formas, los acuerdos fundamentales se cierran en peque?os apartes. La mejora de la representatividad y, por consiguiente, el alcance mundial de los compromisos que se asuman sobre temas como el cambio clim¨¢tico, el comercio y la ayuda compensar¨¢n con creces la p¨¦rdida de esa supuesta intimidad.
Otra objeci¨®n, una variante del tema de la "colegialidad", es que el G-8 ha sido hasta ahora una comunidad de valores. Si se ampl¨ªa en exceso, se diluir¨ªa la savia de valores comunes. Pero eso ha ocurrido ya con la admisi¨®n de Rusia. Es francamente rid¨ªculo sugerir que Vlad¨ªmir Putin tiene m¨¢s valores en com¨²n con Gordon Brown que Manmohan Singh, el primer ministro de la mayor democracia del mundo. Si quisi¨¦ramos conservar este grupo como un club de las principales democracias liberales del mundo, habr¨ªa que expulsar a Rusia y admitir a India en su lugar.
En alguna ocasi¨®n me ha tentado la idea; pero no va a ocurrir, y seguramente es mejor as¨ª. Por consiguiente, los valores comunes indispensables tienen que ser bastante m¨ªnimos. ?Qu¨¦ les parecen ¨¦stos: el compromiso de asegurar un futuro para la humanidad en este planeta, una estabilidad razonable del sistema econ¨®mico mundial y toda la dignidad posible para todos los seres humanos que permitan las pol¨ªticas interesadas de los Estados y el ego¨ªsmo de los votantes? Son unos m¨ªnimos comunes que incluso la Rusia de Putin puede aprobar. Y la China antidemocr¨¢tica, tambi¨¦n. Aparte de estos dos gigantes que hoy carecen de democracia, y que lo mismo pueden evolucionar en sentido positivo que negativo, la ampliaci¨®n propuesta no reduce dr¨¢sticamente la base democr¨¢tica. Hace que el club sea menos occidental, pero no necesariamente menos democr¨¢tico. India, Brasil, Sur¨¢frica y M¨¦xico no son meras democracias electorales, sino que figuran en la lista de los pa¨ªses libres de la organizaci¨®n Freedom House. Y f¨ªjense en que el gran pa¨ªs isl¨¢mico que propongo incluir no es Egipto ni Arabia Saud¨ª, sino Indonesia. Indonesia es al mismo tiempo el pa¨ªs musulm¨¢n m¨¢s grande del mundo y una democracia, aunque sea una democracia maltrecha e imperfecta.
He aqu¨ª, pues, una mezcla improvisada de criterios para la pertenencia al grupo: poder e importancia, ante todo, pero tambi¨¦n cierto grado de gobierno eficaz y responsable (en unos casos m¨¢s que en otros) y cierto elemento de representatividad regional. Aunque en el mundo existen m¨¢s de 190 Estados, estos 14 agrupan, entre ellos, alrededor de tres quintas partes de la poblaci¨®n mundial, m¨¢s de dos tercios de su PIB, casi tres cuartas partes de las emisiones de di¨®xido de carbono y m¨¢s del 80% del gasto en defensa. El recuento regional seguir¨ªa reflejando la herencia del dominio occidental, pero ahora ser¨ªa el siguiente: Europa, 4 (m¨¢s los representantes de la UE); Norteam¨¦rica, 3; el este asi¨¢tico, 2; Latinoam¨¦rica, 1; ?frica, 1; Eurasia, 1; el sur de Asia, 1, y el sureste asi¨¢tico, 1. Por lo menos, mejor que la mezcla actual.
Algunos dicen que no hace falta ser tan dr¨¢sticos. Podr¨ªamos dejar el G-8 tal como est¨¢, o a?adir solamente China e India y, a cambio, dar m¨¢s entidad al llamado G-20 de ministros de Econom¨ªa, e incluso cambiarle el nombre a L-20 para evitar la confusi¨®n total y realzar su papel reforzado (la idea del L-20 la propuso inicialmente el ex primer ministro de Canad¨¢ Paul Martin). Pero eso me parece ir demasiado lejos. Otros sugieren que haya grupos distintos para cada cuesti¨®n; por ejemplo, un C-15 para el cambio clim¨¢tico, un D-23 para el desarrollo, un E-19 para la seguridad energ¨¦tica y as¨ª sucesivamente, hasta llegar al Z-99 para la diversidad zool¨®gica. Si fuera as¨ª, nuestros dirigentes dedicar¨ªan todo su tiempo a asistir a reuniones internacionales y no les quedar¨ªa hueco para gobernar sus pa¨ªses. No ser¨ªa una forma apropiada de mejorar el estado del mundo. Est¨¢ claro que hay que involucrar a otros pa¨ªses en funci¨®n de cada tema, pero cuantos menos grupos de base existan, mejor.
Mientras el proceso de reforma de la ONU sigue estancado, este grupo renovado de los pa¨ªses m¨¢s poderosos e importantes de la Tierra (el poder y la importancia no son exactamente lo mismo) deber¨ªa proponer acciones colectivas sobre el cambio clim¨¢tico, el comercio mundial, el desarrollo, la seguridad energ¨¦tica, el VIH/ sida y ?frica, por escoger unos cuantos temas de la cumbre del G-8 celebrada el a?o pasado en Alemania. No tiene ning¨²n sentido abordar un asunto como el cambio clim¨¢tico sin que est¨¦n en la mesa los dos mayores emisores de carbono, China e India; por eso invitaron a asistir a cinco de los seis miembros nuevos que yo propongo y los llamaron "los cinco del acercamiento". ?Por qu¨¦ no hacerlo oficial?
Es l¨®gico el escepticismo sobre lo que consiguen estas reuniones, m¨¢s all¨¢ de las declaraciones y las promesas. Como m¨ªnimo, las grandes potencias emergentes tendr¨ªan que pensar y adoptar posiciones sobre asuntos de responsabilidad m¨¢s general que, de no ser as¨ª, quiz¨¢ no abordar¨ªan. Y las grandes potencias en declive podr¨ªan acostumbrarse a escuchar lo que tengan que decir las nuevas, y quiz¨¢ incluso influir en ellas, antes de que sea demasiado tarde. Adem¨¢s, los pa¨ªses s¨ª que se comprometen a cosas en estas cumbres. El Grupo de Investigaci¨®n del G-8, independiente y con sede en la Universidad de Toronto, vigila el cumplimiento de esos compromisos y elabora clasificaciones que muestran a los que se quedan rezagados. El bochorno tiene su valor.
Un G-14 no tendr¨ªa nada que ver con un gobierno mundial. Con tiempo y con suerte, podr¨ªa evolucionar hasta convertirse en algo que podr¨ªamos llamar, en una vagu¨ªsima analog¨ªa con el "concierto de Europa" del siglo XIX, un concierto de potencias mundiales. No como sustituto de una ONU reformada, sino como complemento esencial de ella. Ahora bien, ?cu¨¢l de los l¨ªderes actuales del G-8 asumir¨¢ el desaf¨ªo? -
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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