El deber de memoria
La sede del Yad Vashem se encuentra sobre una hermosa colina de Jerusal¨¦n, en el coraz¨®n de un bosque verde y relativamente frondoso. En cada una de mis decenas de visitas al lugar siempre me ha impactado el contraste agudo entre la atm¨®sfera pastoril de su alrededor, el aire limpio con el aroma de los pinos y la esencia del lugar como guardi¨¢n de la llama del recuerdo del Holocausto para que no se apague.
La Instituci¨®n Yad Vashem fue galardonada el pasado a?o con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia (2007). Esto ha contribuido a un mayor conocimiento en Espa?a de la labor que desarrolla y de sus objetivos. Un galard¨®n y un reconocimiento que son parte -y esto es lo importante- de una serie de iniciativas que el Gobierno espa?ol ha desarrollado y sigue desarrollando encaminadas a concienciar a la sociedad espa?ola del significado y singularidad del Holocausto. Entre otras, hay que destacar la inclusi¨®n del tema del Holocausto en el curr¨ªculum del sistema educativo y las ceremonias institucionales con motivo del D¨ªa del Recuerdo del Holocausto, como el Acto de Estado que este a?o, por tercera vez, tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad Complutense con la participaci¨®n de los ministros de Asuntos Exteriores y de Cooperaci¨®n, Justicia y Educaci¨®n, y la presencia de otras personalidades y de un numeroso p¨²blico.
El holocausto est¨¢ grabado en el ADN colectivo israel¨ª y del pueblo jud¨ªo
Al Yad Vashem se le conoce en Espa?a fundamentalmente como "museo del holocausto"; sin embargo, una parte no menos importante que su labor muse¨ªstica es la de la investigaci¨®n hist¨®rica. Una de sus principales l¨ªneas de trabajo e investigaci¨®n tiene como objetivo conseguir una identificaci¨®n con nombre y apellido del mayor n¨²mero posible de v¨ªctimas. Cada una de las personas, todos y cada uno de los que han sido asesinados por los nazis y sus colaboradores ten¨ªan nombre y apellido. Nuestro deber es ponerles cara, devolverles su identidad, su biograf¨ªa, y no permitir que desaparezcan bajo una cifra inasumible, inaprensible. Seis millones. Seis millones de veces uno. El proyecto se denomina "Cada persona tiene nombre". En sus archivos informatizados (accesibles desde Internet) aparecen personas de la familia Bukshpan, apellido de soltera de mi madre, y miembros de la familia Schutz, apellido de mi padre. Mi padre y mi madre nacieron, ambos, en Alemania y huyeron de all¨ª siendo ni?os al llegar Hitler al poder. Una parte de sus familiares no vieron el peligro cuando a¨²n estaban a tiempo de salir. Se quedaron, y fueron asesinados. Yo nac¨ª en el soberano Estado de Israel, el pa¨ªs de los sobrevivientes. Aun as¨ª, el trauma de la Sho¨¢ es parte de mi biograf¨ªa personal; de hecho est¨¢ grabado en el ADN colectivo israel¨ª y de todo el pueblo jud¨ªo.
La mayor¨ªa de los sobrevivientes del Holocausto ya han fallecido. Los que a¨²n est¨¢n entre nosotros, incluso los m¨¢s j¨®venes entre ellos, tienen ya m¨¢s de 70 a?os de edad. Esto hace que el deber de recordar sea a¨²n m¨¢s importante. Este hecho biol¨®gico traslada r¨¢pidamente el foco de la memoria del recuerdo personal o privado a otra institucional, acad¨¦mica, al de la investigaci¨®n como deber de memoria.
Existe tambi¨¦n una dimensi¨®n actual, una dimensi¨®n pol¨ªtica si quieren. La memoria es la herramienta principal en la batalla contra dos males: de un lado, la negaci¨®n del Holocausto; y del otro, las amenazas de un nuevo genocidio. Quien encarna en su esencia ambos males en su forma m¨¢s evidente es el presidente de Ir¨¢n, que en los ¨²ltimos a?os ha declarado en reiteradas ocasiones su intenci¨®n de borrar a Israel del mapa, llamamientos que han ido acompa?ados de la organizaci¨®n de una conferencia internacional de negacionistas del Holocausto en Teher¨¢n.
El hecho de que en estos momentos Ir¨¢n sea a¨²n miembro leg¨ªtimo de la comunidad de naciones es moralmente insoportable. Europa tiene una responsabilidad adicional en este fracaso ¨¦tico, ya que el proyecto para el exterminio del pueblo jud¨ªo naci¨® aqu¨ª, en el viejo continente.
Diversos pa¨ªses de Europa y del resto del mundo disponen de leyes que penalizan la negaci¨®n del Holocausto, entendiendo que no se trata de un concepto o una idea que merezca el amparo del derecho a la libertad de expresi¨®n, sino de un fen¨®meno que en su propia esencia incita a la violencia, el odio, el racismo y el antisemitismo. En Espa?a -y a pesar de los esfuerzos ya se?alados para el estudio y recuerdo de la Sho¨¢-, podr¨ªa convocarse una conferencia de negacionistas similar a la organizada en Teher¨¢n puesto que el Tribunal Constitucional emiti¨® recientemente un fallo despenalizando el negacionismo. De hecho, este fallo ya ha sido aprovechado para que dos renombrados racistas y negacionistas como David Duke de Estados Unidos y David Irving de Gran Breta?a vinieran a Espa?a a propagar su veneno. Tengo la esperanza de que antes de la conmemoraci¨®n del D¨ªa de la Memoria del Holocausto del pr¨®ximo a?o el Gobierno de Espa?a haya encontrado el camino para cerrar esta brecha. Los Estados democr¨¢ticos necesitan estas leyes para evitar el racismo y para que sus minor¨ªas -entre ellas la minor¨ªa jud¨ªa- puedan vivir tranquilas y seguras, sin tener que sufrir manifestaciones de odio del peor tipo.
Raphael Schutz es embajador de Israel.
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