Capa y el hombre del malet¨ªn
Em¨¦rico Chiki Weisz, amigo y ayudante del legendario fot¨®grafo, fue clave en el largo viaje a M¨¦xico de los negativos de la Guerra Civil reci¨¦n hallados
Em¨¦rico Chiki Weisz es el hombre clave en la conservaci¨®n para la historia de los negativos de Robert Capa. Mimetizado por su trabajo en el cuarto oscuro, siempre ha ocupado un lugar de secundario en la historia. Qued¨® primero a la sombra de su compa?ero de lucha pol¨ªtica, exilio y profesi¨®n. Y despu¨¦s fue ensombrecido por la apabullante dimensi¨®n de su esposa, la pintora Leonora Carrington, hasta su muerte hace poco m¨¢s de un a?o en Ciudad de M¨¦xico.
No parece casual que este deseado bot¨ªn fotogr¨¢fico de unos 3.500 negativos s¨®lo haya salido a la luz tras la desaparici¨®n del hombre que prepar¨® con mimo y rigor los tres maletines de cart¨®n para un viaje que ha durado casi 70 a?os.
El hallazgo podr¨ªa arrojar datos sobre la fotograf¨ªa 'Muerte de un miliciano'
Fue Weisz quien prepar¨® los tres maletines para un periplo de 70 a?os
En 1940, con Capa en Nueva York, el laboratorio de Par¨ªs quedaba a merced de la quema de los nazis. El testimonio gr¨¢fico de los protagonistas de la Guerra Civil espa?ola y de la lucha antifascista en Europa corr¨ªa peligro, y fueron la mano ordenada y el coraz¨®n de acero de Chiki Weisz los que lo pondr¨ªan a buen recaudo en Marsella, desde donde alocadamente hu¨ªan bienes y personas al exilio.
La lucha antifascista hab¨ªa unido en la agitada juventud a dos chicos jud¨ªos de Budapest, que animaban en m¨ªtines a los obreros de la capital h¨²ngara a reivindicar salarios y condiciones de trabajo. Eran Chiki y Bandi, el apelativo de Endre Friedmann, que terminar¨ªa adoptando el nombre art¨ªstico de Capa para firmar sus reportajes fotogr¨¢ficos. Tras sufrir detenciones y ante un ambiente pol¨ªtico cada vez m¨¢s espeso y un creciente antisemitismo, en el verano del 33 escapan en un barco a vapor por el Danubio... Sin domicilio fijo, con el est¨®mago lleno de agujeros, a los dos amigos s¨®lo les salv¨® la vida su juventud, el anhelo pol¨ªtico y finalmente la fotograf¨ªa.
Su compromiso pol¨ªtico y fotogr¨¢fico les trae a Espa?a en 1936, en compa?¨ªa del tambi¨¦n fot¨®grafo Maurice Oshron. Aqu¨ª nacer¨ªa la leyenda de Capa, sustentada en buena medida en el trabajo estoico y seguro de Weisz, su mano derecha para el revelado y el orden de las fotograf¨ªas.
Durante un tiempo, las im¨¢genes captadas por Capa y por su compa?era sentimental Gerda Taro acabaron confundidas en un mismo mont¨®n bajo la firma de Capa. Parece que lo mismo pas¨® con las de Weisz y Oshron. "Muchas de las fotos de la Guerra Civil que se adjudican a Capa fueron producto del trabajo conjunto de los tres amigos. Mi padre nunca quiso reclamar ning¨²n cr¨¦dito. Adoraba a Capa, sobre todo porque le ayud¨® a escapar a M¨¦xico", asegura Gabriel Weisz, hijo mayor y profesor de Literatura en la Universidad de M¨¦xico.
En una reciente visita al domicilio del ya fallecido Chiki para rodar una pel¨ªcula documental con su viuda, Leonora Carrington, el legado fotogr¨¢fico del "amigo de Capa" segu¨ªa sin airear en un cuarto de la segunda planta de su casa en la calle Chihuahua. Leonora se refer¨ªa a sus fotos con respeto, pero sin petulancias.
El an¨¢lisis de los carretes reaparecidos en los maletines, ahora en manos del International Center of Photography en Nueva York, permitir¨¢ esclarecer aspectos sobre la autor¨ªa, sobre la secuencialidad de las tomas y sobre historias controvertidas como la que rodea a la sin duda joya de la corona del trabajo de Capa: Muerte de un miliciano, publicada por vez primera en septiembre del 36 en la revista francesa Vu, y cuyo negativo no volvi¨® a encontrarse.
Quiz¨¢ porque cre¨® tal fulgor, la instant¨¢nea fue acusada de estar montada para la ocasi¨®n. Si entre los negativos encontrados aparece la secuencia podr¨ªa darse por finalizada la interesada pol¨¦mica. Tambi¨¦n hay quien ha atribuido la foto m¨¢s arquet¨ªpica de la guerra a Gerda Taro o incluso al propio Chiki Weisz. ?Quiz¨¢ por eso conserv¨® tan amorosamente los maletines hasta el puerto de Marsella?
Arrestado y deportado a Argelia, Weisz debi¨® entregarlos al general mexicano Francisco Aguilar Gonz¨¢lez, diplom¨¢tico en Marsella, defensor de la causa de la Rep¨²blica y mano amiga para los refugiados antifascistas que buscaban salida ante el empuje alem¨¢n en Francia. Ni ¨¦l, ni Weisz, que embarc¨® en el buque Serpa Pinto en Casablanca rumbo tambi¨¦n a M¨¦xico, ofrecieron nunca datos sobre los maletines a quienes les interrogaron sobre estos hechos.
En un trasunto de vidas paralelas, su esposa Leonora Carrington escap¨® en el mismo a?o cuarenta de Francia a Espa?a y despu¨¦s a Portugal para casarse en primeras nupcias con otro diplom¨¢tico mexicano, Renato Leduc, con el que viajar¨ªa a Nueva York y luego a la Ciudad de M¨¦xico.
Ser¨ªa la singular y surrealista pintora espa?ola Remedios Varo la que juntar¨ªa a Leonora y Chiki tras el divorcio de ella, en un ambiente repleto de espa?oles exiliados, como el escultor Jos¨¦ Horna y su esposa la tambi¨¦n fot¨®grafa h¨²ngara Kati Horna, que har¨ªa las fotos de la boda. Perdida entre las innumerables y atormentadas batallas del exilio, la historia de los maletines desaparecidos nunca fue revelada. Envuelto en el halo m¨¢gico de los episodios incre¨ªbles que todos vivieron, nadie repar¨® en uno m¨¢s de los objetos perdidos en la mayor trashumancia de intelectuales europeos. Aunque poco amiga de hurgar en el pasado, s¨®lo Leonora Carrington podr¨ªa desvelar un posible secreto de alcoba.
Babelia
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