La polic¨ªa marroqu¨ª no quitaba el ojo a Hriz
Perfil de un terrorista del 11-M al que la brigada judicial de Casablanca acaba de echar el guante
Abdelil¨¢ Hriz, de 30 a?os, parec¨ªa estar estos d¨ªas m¨¢s preocupado por su padre que por la polic¨ªa marroqu¨ª y la justicia espa?ola. "No, nos muestres los peri¨®dicos con mis fotos porque podr¨ªa alterarle", repite en espa?ol al periodista que ha venido visitarle mientras mira de reojo a su progenitor, Ahmed, de 62 a?os, que sin comprender una palabra asiste a la conversaci¨®n.
La foto de Hriz sali¨® en portada de varios diarios espa?oles el 19 de diciembre, al d¨ªa siguiente de que el juez de la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, le formulase, en un juzgado de Sal¨¦, la ciudad colindante con Rabat, 48 preguntas relacionadas con su implicaci¨®n en los atentados del 11-M.
Hay motivos para pensar que estuvo involucrado. Su ADN, del que accedi¨® a facilitar una muestra hace un a?o, coincide con un de los perfil gen¨¦tico, hasta ahora an¨®nimo, encontrado en un pantal¨®n en el chalet de Morata de Taju?a, donde se fraguaron los atentados, y con un peine hallado en el piso de Legan¨¦s, donde en abril de 2004 se suicidaron siete de los autores del 11-M.
Si Hriz est¨¢ desde 2005 en busca y captura es tambi¨¦n por su labor "para facilitar el reclutamiento y traslado de "muyahidines" a Irak" para lo que ¨¦l mismo viaj¨® a Turqu¨ªa y despu¨¦s se instal¨® en Siria. Un testimonio y un giro de dinero avalan esta acusaci¨®n. Detenido en Damasco fue expulsado a Marruecos hace dos a?os.
Los presuntos terroristas islamistas no manifiestan la misma agresividad que los etarras sentados en el banquillo que golpean los cristales y amenazan a los magistrados que les juzgan en la Audiencia Nacional. Hriz sonr¨ªe al forastero, le da una mano amorfa, le pide disculpas en la puerta de la casa familiar por no dejarle entrar y su lenguaje est¨¢ salpicado de invocaciones a Dios.
La casa est¨¢ situada en Pam 2, un barrio m¨ªsero de Kenitra, una ciudad a 40 kil¨®metros al norte Rabat. Las calles, muchas de ellas sin asfaltar, no llevan nombres sino n¨²meros, atribuidos por un ayuntamiento sin imaginaci¨®n, pero que nadie conoce. La de los Hriz es la 105, pero se les encuentra antes dando su apellido que la direcci¨®n. "S¨ª, Abdelil¨¢ el chico que estuvo en Espa?a", explica un joven se?alando una casa amarilla de dos plantas.
En el bajo Ahmed, el padre, regenta una tienda de ultramarinos del tama?o de un par de cabinas telef¨®nicas. Aparenta mucho m¨¢s que su edad y su expresi¨®n es amarga a causa, acaso, de los devaneos del hijo de los que solo conoce una m¨ªnima parte. La nota de alegr¨ªa la ponen las hermanas, sobre todo la sonriente Sheima vestida de manera tradicional, pero no rigorista, y los dos cr¨ªos de la primog¨¦nita que corretean por la calle por la que deambulan hasta vaquillas.
"Lo siento, pero no puedo hablar mucho", explica el presunto terrorista. "Despu¨¦s de estas visitas [es la tercera vez que el periodista acude al domicilio] pagamos un precio", prosigue. "Nos vienen a ver y nos interrogan sobre los extranjeros que llamaron a la puerta, qu¨¦ quienes son, qu¨¦ quer¨ªan saber etc¨¦tera". "Me preguntan a mi y a mi padre y ¨¦l lo pasa mal".
"?Qui¨¦nes vienen, el "mokadem", el "caid?", inquiere el periodista mencionando a los funcionarios que el Ministerio del Interior destina en cada barrio para controlarlo. "Si fueran solo ellos?", contesta Hriz dando a entender que la DST, la temible polic¨ªa secreta, tambi¨¦n se presenta en la vivienda. "Todos nos vigilan".
"En Espa?a yo no hice nada malo", suelta de sopet¨®n. Pero, ?y la coincidencia del ADN? "No puede ser el m¨ªo", responde empe?ado en negar la contundente evidencia cient¨ªfica. "Yo no estuve all¨ª", insiste pese a que por esas fechas resid¨ªa en Madrid. S¨ª reconoce, en cambio, haber viajado a Siria aunque no precisa lo que all¨ª hizo. "Pero no me pueden juzgar por lo que hice fuera de Espa?a", recalca.
Hriz entr¨® en Espa?a en 1999, logr¨® legalizar su situaci¨®n y trabaj¨® como electricista en Madrid y Santa Coloma (Barcelona) hasta principios de 2005, el a?o en que emigr¨® a Oriente Pr¨®ximo. "Poseo la residencia hasta 2009, podr¨ªa volver", afirma en tono socarr¨®n. Tras su expulsi¨®n de Siria fue detenido en Marruecos y un tribunal de Rabat le conden¨® a tres a?os de c¨¢rcel pero, con su abogado de oficio, recurri¨® la sentencia y fue absuelto.
"A¨²n as¨ª estuve 18 meses en prisi¨®n", se lamenta Hriz. "En Marruecos ya no me reprochan nada", a?ade. "Aqu¨ª he demostrado mi inocencia". "Y eso que en los tiempos que corren se condena con frecuencia a los inocentes con mis caracter¨ªsticas", sostiene aludiendo a su religiosidad.
Desde que recobr¨® su libertad, Hriz trapichea para sobrevivir. "Ayudo a mi padre en la tienda, compro bicicletas y motocicletas rotas, las arreglo con la ayuda de un mec¨¢nico amigo y las revendo en el mercado de segunda mano", explica. "Me gustar¨ªa casarme porque tengo m¨¢s que le edad, pero para eso hace falta encontrar a una novia". El f¨²tbol espa?ol, y sobre todo el Bar?a, ocupan buena parte de su ocio.
Tras escuchar sus respuestas, Del Olmo present¨® cargos contra Hriz en Marruecos, un tr¨¢mite algo lento de formalizar porque requiri¨® traducir al ¨¢rabe dos tomas de documentaci¨®n y enviarlos a Rabat a trav¨¦s de los ministerios de Justicia y Exteriores. Marruecos no extradita a sus nacionales, pero probablemente juzgue a Hriz por los delitos cometidos en Espa?a.
El primer paso para sentar a Hriz en el banquillo consisti¨® en convocarle, hoy lunes, a Hriz a la sede central de la polic¨ªa judicial en Casablanca donde fue interrogado durante horas sobre los cargos de Del Olmo. Dentro de unas horas ser¨¢ presentado ante un juez instructor qui¨¦n decidir¨¢ si le inculpa e ingresa en prisi¨®n.
"En Marruecos puede que est¨¦s "limpio", pero volver¨¢s a ser juzgado aqu¨ª por lo que hiciste all¨ª", le comenta el periodista. Hriz inhala, levanta los ojos al cielo y contesta resignado: "Solo Al¨¢ sabe si ser¨¦ de nuevo juzgado en mi pa¨ªs".
De repente su mirada se vuelve inquieta. "Tu cre¨ªas haberte librado de ellos, pero ya los tenemos ah¨ª", espeta Hriz al forastero. En la esquina de la calle, a 30 metros de la casa, se ha apostado un hombre alto, con un largo abrigo gris y unas enormes gafas de sol. Fuma sin parar mientras escruta la calle. Su aspecto siniestro no deja lugar a dudas: Es de la "secreta".
"Anda, es mejor que te vayas", insiste Hriz. "Ya sabes, por mi padre", le recuerda. El periodista se despide y, dos manzanas m¨¢s all¨¢, sube en un taxi que le conduce a la estaci¨®n del ferrocarril. Detr¨¢s del taxi se coloca un veh¨ªculo Toyota gris cuyos ocupantes llevan todos gafas de sol. Le sigue hasta la estaci¨®n de ferrocarril para asegurarse de que el intruso abandona la ciudad.
![Abdelilah Hriz espera para ser interrogado por el juez Del Olmo en Marruecos en diciembre pasado.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/X4LFBRUJPFWI5XLLXETQC2TMGI.jpg?auth=c1be36b1b3940a55be03cde535e88e20fdd72c5ab3a56fd9d65320deb3047c4d&width=414)
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