Rajoy y el desastre colosal
?Se puede ser optimista en la oposici¨®n? A m¨ª me parece que con esto sucede lo mismo que con la generosidad y la taca?er¨ªa, que no dependen de que uno sea rico o pobre; se trata m¨¢s bien de rasgos de car¨¢cter que te acompa?an durante toda la vida. El optimismo y el pesimismo forman parte de la personalidad de cada uno. Pero hablando de pol¨ªtica, hay algo m¨¢s que eso: se hace una pol¨ªtica optimista o pesimista en funci¨®n de una visi¨®n de la realidad y tambi¨¦n, ?por qu¨¦ no?, en funci¨®n de una estrategia.
Una oposici¨®n pesimista transmite la idea de que todo est¨¢ mal y todo estar¨¢ peor. Una oposici¨®n optimista es la que insiste en que todo puede mejorar. Y vi¨¦ndolo as¨ª, est¨¢ claro que Zapatero fue en su d¨ªa la viva imagen de la oposici¨®n optimista (merecemos una Espa?a mejor) y Rajoy ha sido el paradigma del pesimismo y la gafancia: estamos caminando sobre los escombros (debate del estado de la naci¨®n 2007).
Todo empez¨® cuando le aseguraron que ser¨ªa presidente del Gobierno sin necesidad de bajarse del autob¨²s. Pero la cosa se torci¨®, y se encontr¨® con cuatro a?os por delante con una funci¨®n para la que no ten¨ªa gui¨®n previo. En seguida acudieron en su ayuda: no te preocupes, basta con repetir lo que hicimos en el 93: que no quede t¨ªtere con cabeza. Aznar en su d¨ªa lo dijo de un modo m¨¢s fino: que nada escape a la tarea de oposici¨®n. Y cuando dijo nada, realmente quer¨ªa decir nada de nada. Si as¨ª conseguimos acabar con Felipe, le dijeron, ?c¨®mo no vas a poder t¨² con Zapatero? Le rodearon de la compa?¨ªa adecuada para evitar que se despistara, y ?hala!, a pintarlo todo de negro mientras los dem¨¢s preparan bien lo de la sucesi¨®n para no volver a equivocarse.
Hay que reconocer que ha aplicado la estrategia con empe?o digno de mejor causa. Incluso descubri¨® pronto el encanto de salir a la calle a manifestarse los s¨¢bados por la tarde con los motivos m¨¢s peregrinos y las compa?¨ªas m¨¢s variopintas. Pero su escenario favorito ha sido el Parlamento. All¨ª, en los grandes debates donde m¨¢s lucen los tenores de la pol¨ªtica, nos ha dejado piezas memorables anunciando las siete plagas del apocalipsis, que como todo el mundo sabe, fueron enviadas para llamar a la humanidad (en este caso a los espa?oles) al arrepentimiento.
Nada ha escapado a sus implacables profec¨ªas. Pronto empez¨® a llamar a los cuervos de la crisis: las cosas ir¨¢n empeorando progresivamente. Ya se levantan brumas en el horizonte. Ese es el caso de la econom¨ªa, del empleo, de la Seguridad Social o del bienestar de los espa?oles (debate del estado de la naci¨®n 2005). Y para ello, siempre viene bien una cita de autoridad: los nubarrones que nos anuncian desde Bruselas se pueden convertir en la tormenta perfecta (debate del estado de la naci¨®n 2006). Recuerdo que escuch¨¢ndole desde el esca?o, me pregunt¨¦: ?para qui¨¦n ser¨¢ perfecta la tormenta de la que habla este se?or?
Hasta que el peso abrumador de los datos y de los hechos de la econom¨ªa m¨¢s din¨¢mica de Europa le oblig¨®, en el ¨²ltimo debate, a un tirabuz¨®n que de puro absurdo resulta genial: algunos aspectos de la econom¨ªa espa?ola van bien, estamos creciendo por encima del 3,5%, eso es verdad, pero no se debe a que usted gobierne. Aunque ese asiento estuviera vac¨ªo, la econom¨ªa espa?ola ir¨ªa exactamente igual (debate del estado de la naci¨®n 2007)
Y no digamos nada de la unidad de Espa?a. Pronto nos enteramos de que con Zapatero ha resucitado el cantonalismo (debate de la naci¨®n 2005). No el regionalismo ni el nacionalismo, sino ?el cantonalismo! Nos advirti¨® de que el presidente del Gobierno est¨¢ desguazando la Constituci¨®n (2006), y nos revel¨® los aut¨¦nticos prop¨®sitos del p¨¦rfido: ha puesto la naci¨®n en almoneda y se propone descoyuntarla (2005).
Pero el terreno favorito de su demagogia tenebrista ha sido precisamente el que jam¨¢s debi¨® haber pisado con esas intenciones: el terrorismo. Ah¨ª ha aplicado el principio aznariano (que nada escape a la tarea de oposici¨®n) con estricta observancia.
Mucho antes de que ETA declarara su alto el fuego y se iniciara el proceso de paz, Rajoy ya acusaba al Gobierno: se han puesto ustedes a hablar en batasuno (2005) y lanzaba requisitorias preventivas de este tenor: est¨¢ dispuesto a saltarse la Constituci¨®n, fulminar la Ley de Partidos, legalizar a Batasuna, indultar a los asesinos, amordazar a las v¨ªctimas y entrometerse en Navarra (2005). Cuando lo dijo, ¨¦l sab¨ªa que nada de eso iba a ocurrir. Y ahora sabemos todos que nada de eso ha ocurrido. Pero con infamias como esas ha mantenido incendiada a una buena parte de la sociedad espa?ola, que era de lo que se trataba.
Tambi¨¦n se apresur¨® a acusar al Gobierno de que ha paralizado todas las obras p¨²blicas (?y pon¨ªa como ejemplo la T-4!); o de que con este Gobierno aumentan los delitos (lo que ha aumentado con este Gobierno es el n¨²mero de polic¨ªas y guardias civiles que ¨¦l rebaj¨® siendo ministro del Interior).
Es f¨¢cil encontrar en sus discursos parlamentarios de estos a?os aut¨¦nticas arengas del caos, de la tristeza y del desastre. Seg¨²n ¨¦l, Zapatero pasar¨¢ a la historia como el hombre que puso el pa¨ªs patas arriba (2005); seg¨²n ¨¦l, en Espa?a en este momento todo es posible, no existe ning¨²n l¨ªmite que no pueda ser transgredido (2006). Y como hasta los cenizos conservan un resto de sentido del humor, que no falte la traca final: ?Ni siquiera los socialistas viven tranquilos! (debate del estado de la naci¨®n 2006).
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